Como decíamos, esto es un blog de fútbol, volvemos a lo nuestro.

No éramos pocos los que, ante la llegada de Pep Guardiola al banquillo blaugrana, esperábamos ver al joven míster apostando por algún mediocentro de sugerente talento y autoridad. Un proyecto de Andrea Pirlo, de Fernando Redondo; un Xabi Alonso, un Éver Banega. No fue este el caso. Su primer mediocentro fue Yaya Touré, al que siguieron Sergio Busquets y Javier Mascherano. Ninguno de los tres se corresponde con la figura del mediocentro genuino, señorial, que tan bien encarnó el propio Pep Guardiola tiempo atrás, y de hecho ninguno de ellos se ha formado como tal. Ninguno de ellos manda con el balón como lo hacía el 4 de Cruff, ninguno de ellos es el eje del equipo.
Para explicarlo hay que tener en cuenta un factor llamado Xavi Hernández: el interior de Terrassa es un especialista absoluto en la administración de la circulación del balón cuya participación en el equipo es capital para que el Barça asegure posesiones nunca vistas en la historia de este deporte. Su capacidad para absorber la iniciativa creativa del centro del campo permite desacargar al mediocentro, tradicional depositario de la misma, de esta responsabilidad. Esto permite al club que acunó el mito del 4 prescindir de este talento tan singular en su mediocentro, cosa que explica en parte las pragmáticas elecciones de Pep Guardiola para el puesto.
La primera de estas elecciones fue Yaya Touré, el que ya fuera el mediocentro de la última temporada de Rijkaard. Llegado al club como interior o mediapunta con clara vocación ofensiva, el africano fue reciclado al rol de mediocentro y llegó incluso a jugar de central a pesar de contar con un rigor táctico escaso. Resulta que en su caso esa deficiencia importa poco dado que es tal su colosal superioridad física que tiende a corrigir con facilidad lo que equivoca. Sumando a eso una
solvencia técnica importante y el alma competitiva del que se sabe poderoso resulta de la ecuación un futbolista del máximo nivel y de una utilidad incuestionable, aunque muy sui generis. Demasiado peculiar para Pep, incómodo con ese cuerpo extraño en el equipo, que le fue quitando protagonismo progresivamente en favor de un futbolista de cualidades mucho más específicas. Lo quisiera mantener o no Guardiola como recurso, lo cierto es que fue el propio Yaya Touré el que decidió marcharse para disfrutar más del fútbol tras ganarlo todo en el Barça. Hoy en el City juega liberado por delante del mediocentro, allí corre, trota con el balón y se lanza con despreocupación hacia la portería contraria. Es el juego que siente y que le hace más feliz, el juego que en el Barça no tuvo demasiadas ocasiones de practicar.
Así se fraguó la inesperada irrupción de Sergio Busquets en el fútbol de élite. El de Badia del Vallés fue la segunda opción para el puesto en la primera temporada de Guardiola, disputando muchos mintuos y evidenciando la confianza total del técnico. Conquistó la titularidad el segundo año y así se ha mantenido hasta ahora, logrando por el camino un puesto fijo en la selección campeona del mundo.

La gran virtud de Sergio Busquets es su adecuación a las necesidades del equipo siempre que este logre llevar a cabo su plan de juego ideal: esto es establecerse con el balón en campo contrario y recuperarlo rápidamente tras cada pérdida para prolongar el monólogo futbolístico. En este escenario Sergio Busquets luce como nadie gracias a su dominio del desmarque de apoyo, su calidad para asociarse en corto y el instinto para la presión en campo contrario.
Es un modus operandi que tiene tan asumido que no logra matizarlo ante otras situaciones de juego, como por ejemplo en las proximidades de la propia área o siempre que el Barça no logra establecer un dominio sólido del partido. Busquets muestra entonces una tendencia invariable a desguarnecer la posición para salir al encuentro del rival y a tomar riesgos excesivos con el balón, bien sea por precipitación en el pase o por un barroquismo innecesario. El resultado de todo ello es la concesión de espacios clave al ataque rival, pérdidas de balón críticas y, en general, una contribución defensiva muy deficitaria que en lugar de mejorar parece asentarse con el paso del tiempo.
El mediocentro escogido para cubrir la vacante de Yaya Touré fue Javier Mascherano, el especialista más académico que haya utilizado Pep en la posición. El argentino empezó el curso futbolístico como suplente de Sergio Busquets y su introducción en el equipo ha sido paulatina hasta que, llegado el tramo decisivo de esta temporada,y coincidiendo con un puñado de bajas sensibles, su presencia en el equipo titular se ha convertido en algo habitual, mostrando una adaptación excelente y permitiendo dudar sobre quién, entre él y Sergio, sería hoy la opción favorita de Guardiola para un encuentro de máxima exigencia. Como mediocentro Mascherano cuenta con una dimensión táctica fabulosa a la que hay que sumar la mejor técnica defensiva del mundo. Con el balón en los pies dista mucho de ser un futbolista vulgar a pesar de su sesgada fama de destructor, muy capaz de asociarse en corto con precisión, elevar sutilmente el balón ante la entrada furibunda de un rival o realizar un cambio de orientación meritorio.

El jefecito es un futbolista inmenso, una certeza competitiva de rendimiento asegurado que solo flaquea en lo creativo: con el balón en los pies es un futbolista plano, que toma decisiones positivas pero poco dadas a salirse del libreto previsto, no es un hombre que encuentre soluciones particulares para problemas específicos. Tampoco es un jugador que incida demasido en el juego en campo contrario que pretende establecer el Barça.
Parece claro que tanto Busquets como Mascherano son jugadores que Guardiola prefiere a la anárquica efectividad de Yaya Touré. También lo parece que ambos encarnan perfiles muy
diferentes de mediocentro, con virtudes complementarias que también implican carencias distintas. Mascherano es más completo, más competitivo y, en general, un futbolista muy superior a Sergio Busquets. Por el contrario, el catalán, que resta gravemente en determiandos aspectos, le aporta a Pep lo que él más valora: triangulación y recuperación en campo contrario, un aspecto en el que la contribución de Mascherano es mucho más discreta. Podemos plantearnos cual de las dos opciones ofrece un balance preferible, o cual nos gusta más, o con qué criterio deberían alternarse ambos jugadores, pero queda claro que ambas

elecciones tienen sentido, y también que quizá ninguna de las dos es ideal.

En definitiva, Pep Guardiola tiene margen de mejora en la gestión del mediocentro, posición clave que concede demasiado en un equipo que aspira a la perfección, por lo que no se puede cerrar la puerta a algun cambio importante de cara a la próxima temporada. La llegada de un nuevo aspirante parece complicada, pero no puede ser descartada. También podría darse el caso de un medicoampo formado por Xavi, Iniesta y Cesc, muy capaz de cubrir a tres bandas las funciones del mediocentro con la dinámica adecuada. Y mirando más lejos hay en el B un magnífico proyecto de 4 llamado Oriol Romeu. Hay opciones.