Para Cesc Fàbregas ser jugador del Barça, por sorprendente que pueda parecer, no es nada fácil. En honor a la verdad, puede que él también tenga algo de culpa con la decisión que tomó a los 16 años de abandonar el club de su vida. Fue un éxito total ya que le catapultó hacia el jugador élite que es hoy, pero sirvió de impedimento cada vez que se encontraba con sus referentes y amigos.


La primera vez que le ocurrió fue hace mucho con España y aún hoy no solucionó del todo el problema de encontrar su sitio. El de Arenys, que en 2006 ya era titular en el combinado de Luis Aragonés y había disputado su primera y hasta el momento única final de Champions League, observó como desde aquellas su peso en el equipo disminuía: no tenía sitio. En el 2008 mientras Europa y especialmente Inglaterra veían con sorpresa como el que para ellos era el mejor centrocampista del mundo era suplente con La Roja, en España no había debate: Xavi, Iniesta y Silva eran mejores que él.

Esto no debe sorprendernos ya que el crecimiento del jugador fue en las Islas, lejos del seguimiento diario que el espectador medio tiene de los clubes de la Liga. España se perdió, exceptuando alguna noticia anécdotica aparecida en los telediarios, como el catalán siendo aún un menor de edad era ya el sustituto de Vieira. Era un 4 vibrante, de visión panorámica, mucho dinamismo desde atrás para iniciar jugada y a su vez acompañarla y con capacidad para llegar a la frontal y ser determinante. Además a esto sumaba su capacidad para decidir partidos importantes tanto en la Premier como en la propia Champions League. Sin embargo, cada vez que vestía la camiseta española se encontraba con un muro.
Esto se vería agravado con su último año en el club tras el primer intento fallido del Barça por traerlo de vuelta a casa. Wenger, consciente de que tenía en su equipo un problema en la delantera y un diamante en bruto con Jack Wilshere en la base, decidió adelantar a Fàbregas, que estuviera en vez de que apareciera, siendo cada vez menos ese centrocampista total que el catalán tenía dentro.
Esta fue la situación que se encontró el Barça cuando fichó a Cesc. La que se encontró el jugador no le era nueva: Xavi e Iniesta le cerraban el paso en la zona de creación, lo que pasa es que en lugar de ser muy espaciadamente en el tiempo sería cada fin de semana. Para el otrora capitán gunner no podría ser fácil romper esta pareja, ya que mas que pareja era una sociedad, una marca registrada, un solo hombre: “Xaviniesta”.
Pep Guardiola tampoco puso demasiado empeño que digamos en decidirse en un sentido u en otro, lo que en la práctica se resume en escoger entre el fútbol-control más horizontal o el vertiginoso más vertical y de mayor riesgo. La decisión tomada ya la sabemos todos: 3-4-3 con todos los jugones en el campo, siendo Cesc el jugador más adelantado ejerciendo muchas veces de falso 9. El experimento se puede decir que salió más asá que así. En lo que respecta a Fàbregas le dio un lugar en el equipo, aceleró su adaptación, dejó varios partidos buenos… pero nos alejábamos cada vez más de un jugador nacido para ser recordado.
La cosa no tuvo mucho mas vuelo porque el Mito de Santpedor no continuó mas en el banquillo y Tito Vilanova replanteó el escenario. Por un lado supuso la posibilidad de que el Barça de Cesc fuera una realidad, ya que la línea descendente de Xavi lo pedía y Tito ya conocía al de Arenys desde los cadetes. Por otro lado, la incorporación de un nuevo dibujo táctico con un doble pivote en salida de balón y dos extremos fijos se ha mantenido inalterable desde el primer día, más allá de las matizaciones que existieron según el escenario. Este 4-2-2-2 vilanoviano supone una consecuencia directa que ya hemos comentado muchas veces: Xavi, Cesc e Iniesta no tienen sitio en el mismo dibujo, salvo con la excepcionalidad del partido con el Real Madrid. Más allá de la exactitud de la afirmación está claro que estamos ante una nueva idea: el viejo Barça, el equipo más perfecto e intratable del fútbol moderno, es cosa del pasado desde que Abidal levantó la cuarta Copa de Europa, y ahora toca definirse hacia lo que quieren ser e inevitablemente, para bien o para mal, pasa esto por Cesc.
Inconvenientes hay muchos y han ido apareciendo desde que Fàbregas viste la casaca culé, pero se pueden simplificar en uno desde el cual ramifican los demás: el 10 de la selección española no es Xavi ni es Iniesta. No lo es ni en toque ni en esfera de rendimiento. En la primera cuestión probablemente no lo será nunca, y menos tras sus dos últimas temporadas actuando en zonas de delantero. Lo segundo es mas matizable y ciertamente depende de él llegar a serlo o no, pero hoy en día hablar de los dos primeros es hablar de miembros del TOP5 español histórico y merecedores del Balón de Oro mientras que hablar de él es hacerlo de uno de los mejores medios del mundo, que no es poco.
Volvamos a la cuestión técnica. Cesc es buenísimo, pero no llega a lo excelso de Xavi e Iniesta en cuanto a técnica de centrocampista de posesión se refiere y más en idioma Barça. Su pase corto a veces peca de fuerte y en otras se queda en poco tenso, mientras que sus controles para recibir este mismo tipo de envíos muchas veces tampoco es el adecuado. Esto no sería problemático ni un impedimento para que pudiera alcanzar su techo sino estuviera íntimamente ligado al otro problema grave de Cesc, si se prefiere, su problema más grande incluso: su cabeza. Estamos ante el jugador de élite que mas propenso es a hundirse psicológicamente, ya no en cuestiones temporales largas, sino en el propio partido. No estamos hablando de una cuestión de desconexión, sino de una cuestión de pérdida de confianza, de sentirse menos bueno, lo que le lleva a seguir fallando. El ejemplo mas cercano e ilustrativo fue el último Clásico, donde Cesc falló los primeros controles orientados y algún pase desapareciendo a partir de ahí. En honor a la verdad no puede ser fácil para el chico observar que en lo que él es menos bueno ya no solo Xavi e Iniesta son lo máximo, sino que Busquets y Thiago son superiores. Sea como fuere este es el principal motivo que impide que se pueda confiar en él al 100% para guiar al equipo desde el inicio de la jugada.
Por otro lado está la cuestión espacial. Primero en la base de la jugada parecía definitivamente no ser para él. Xavi que el año pasado estuvo horrible y este año aún mejorando demuestra que no es el mismo y posiblemente ya nunca lo será, siguió ofreciendo mas que un Cesc que incluso rozó lo desastroso al desenvolverse en esa posición en Pamplona. Queda por tanto la posición del interior zurdo, o segundo mediapunta con Messi, donde él se sintió muy cómodo y donde mas útil parecía ser al equipo ya que sus comentados defectos no repercuten tanto, y sus virtudes (desmarque, gol, asociación con el 10 argentino y fuerte presión) si lucen. Incluso el hueco que suele dejar a su espalda ahí es mucho más subsanable que estando unos metros más atrás. Su desenvolvimiento ahí también supuso un Barça más vertical y agresivo en zona de mediapuntas que otros años, algo que a Tito le gusta más que a Pep. Sin embargo aquí existe otro problema con nombre y apellidos: Andrés Iniesta. La ubicación de Cesc ahí supone que el de Fuentealbilla bien sea suplente, o bien juegue en la banda, donde pierde gran parte de su repertorio e incidencia en el campo, por lo cual la resta es mayor que la suma también en esta ocasión. Además, el propio Fàbregas, a pesar de rendir en esa posición, no puede sentirse mas que “medio aprovechado”, encorsetado y una vez mas, alejado de su propio destino.
Este es la situación en la que se encontraba el barcelonismo, debatiendo sobre qué hacer con el jugador y preguntándose sino quedaría finalmente de “falsoalgo”, recurso, revulsivo… cuando se produjo lo que ya casi nadie esperaba: la vuelta del Cesc todocampista amo y señor del partido. Su partido contra el Deportivo, más allá de las facilidades que el conjunto gallego ofreció, no puede obviarse, ya que volvió el gran jugador de 2007 a 2010, el que fichó el Barça, el que creíamos olvidado.
Su actuación fue espectacular, siendo un centrocampista de tres alturas. En primer nivel en la base, ocupando el rol actual de Xavi en paralelo a Busquets. Además aquí lució su principal virtud: el dominio del eje horizontal ya que si bien es cierto que su posición de partida era la derecha, se desenvolvió durante muchos momentos en la izquierda, creando un triángulo de posesión inicial con Iniesta y Jordi Alba, mas el mencionado Sergio y los apoyos de Messi. Una segunda altura, ocupando la posición de ¾ asociándose con el argentino (no hay mejor ejemplo que el 0-3 de la noche), siendo dinámico y sumando vértigo a la jugada ahí. Y una tercera altura, de falso 9 ocupando el espacio que Messi abandonaba.
Todo esto viene relacionado con algo muy importante para el futuro del equipo y del propio jugador: Cesc le dio sentido en su máxima expresión al plan táctico de Tito. Ya hemos comentado que el equipo blaugrana se vuelve mas fuerte, sorprendente, y juega mucho mejor cuando el doble pivote de salida se rompe descolgándose uno de sus miembros a la mediapunta, lo que además supone otro apoyo para el mejor jugador del mundo. Así pues, el partido en Coruña fue la primera ocasión en la que hemos visto el punto mas brillante del Barça de Vilanova y fue la primera vez que vimos de verdad el Barça de Cesc. La coincidencia parece clara y razonable.
¿Estamos diciendo que a partir de ahora Cesc será el encargado de la base y el equipo se desarrollará a su imagen y semejanza? No se puede asegurar rotundamente. Lo que ayer eran más que dudas sobre el rendimiento ahí del canterano no pueden ser hoy certezas despejadas a su favor. Principalmente por el estado mental del jugador (no es casualidad que su mejor partido empezase con una asistencia estratosférica de gol a Jordi Alba). Pero también es cierto que el jugador que creíamos desaparecido sigue existiendo y que de ser así, de volver a aparecer, estaríamos hablando de un hombre de máxima élite, dominador de Champions League.
En el horizonte aparecen dos problemas, uno a corto plazo y otro a medio. A corto plazo estaría sin duda el conseguir que Cesc consiga alcanzar ese nivel de forma sostenida y duradera, que se sienta importante y fuerte y a partir de ahí que el Barça pueda crecer y desarrollarse hacia su máximo nivel. Su último partido, el calendario, los 8 puntos de ventaja y el ir dosificando a Xavi deberían servir para al menos intentarlo.
A medio plazo estaría un problema de comprensión y de falta de amplitud de miras del aficionado culé y del Barça como equipo. El FCB capaz de aglutinar +80% de posesión, someter en campo contrario de tal forma que lo deje a 0, llegar al Bernabeu en Semis de Champions League y jugar a minimizar al Real Madrid a partir de la posesión… no va a volver, porque ese equipo solo es posible con Xavi, el hombre que personifica lo anteriormente dicho. Era su Barça y sin él nada podrá ser igual. Obviamente el Barça de Cesc será otra cosa ya que el de Arenys es otro tipo de jugador: organizará y dará sentido al juego, abarcará todo el campo y llegará a gol, pero no puede plantear lo que el 6 plantea. Algo que por otro lado el Barça y Pep lo sabían y Tito debe trabajar por ahí.
En definitiva, es demasiado pronto, prontísimo para hablar del Barça de Cesc, sin embargo haber visto el reflejo pálido de lo que un día fue este jugador es suficiente para que se intente. El Cesc todocampista era un torrente capaz de inundar y de someter todo. Un hombre que era capaz de fluir (dar fluidez, algo que tanto necesita el Barça) y golpear. Un jugador muy bello; y lo bello es promesa de felicidad.