La Champions es para los jugadores. Para los jugadores que la han disputado, la han sufrido, la han llorado y la han disfrutado. Y sobre todo para los que la han ganado. Como si de la sala del espacio y el tiempo de Dragon Ball se tratase, cada partido de experiencia en esta competición se multiplica. Te hace entenderla, te hace competirla y te regala un día más a pesar de que tu tiempo ya haya pasado. Ancelotti, con cuatro entorchados europeos a sus espaldas, sabe que de que va esto y sorprendió alineando a David Beckham en el once inicial. Una decisión que no fue errónea.

La Champions son momentos. Puntos de inflexión que sin llegar a ser gol, influyen en el peso del partido. Son medio gol, pesan en el ánimo del rival, refuerzan el tuyo y levantan a la afición. Eso pasó hoy a los 5 minutos con el palo del PSG. A partir de ahí 10 minutos seguidos de jugadas a balón parado (córner, falta directa y falta colgada) que dejaron al Barça temblando. Fue un inicio incómodo de partido donde volvimos a ver vicios ya conocidos para el Barça: escasa separación entre los culés, lentitud en circulación de balón, más de un toque de cada jugador y poquísima profundidad. Este panorama reforzó aún mas la idea de Ancelotti de jugar con Beckham donde Verratti. El joven italiano tiene un futuro prometedor por delante y la Champions le está esperando, pero ese día aún no ha llegado. Para no haber sido una debilidad hoy debería haber hecho un partido como el de Parejo en el Bernabeu y eso era demasiado riesgo. En su lugar, el inglés se pudo aprovechar del ritmo lento del Barça y de la protección táctica de su técnico para pesar tanto defensivamente (leyendo la jugada e interceptando pases) como ofensivamente (con su conocido envío largo y cambio de orientación). A su lado, Matuidi, quien sabiendo que a su espalda estaba un Sir, pudo desplegarse siempre que quiso y pudo. Consciente de que su pierna es larga y musculada no dudo en exhibirla estirándola hacia delante a por el poseedor del balón. Ellos dos fueron los encargados de detener al Barça, de conseguir muchas recuperaciones que se traducían en contras peligrosas… y fueron el motivo por el que Messi, que empezó en la derecha para sorprender, sin mucho éxito (Villa delantero centro) volviera al carril central.
Pero si estos dos jugadores rindieron a un nivel alto no llegaron al nivel del jugador que miraba la espalda de ambos. Thiago Silva estuvo excepcional, como jugador y como contexto. Él fue la solución individual a situaciones colectivas, incluso en situaciones límite. Dentro del área se comportó como el caudillo que es, cortando todos los centros laterales y envíos al corazón del área, a parte de robos in extremis a cualquier rival que lo quiso regatear. Como su figura se agigantó y el PSG sintió que dentro del área nada podía pasarle, no dudaron en acumular sin disimulo muchos jugadores dentro del área. Llegados a este punto, Thiago Silva era Vercingetorix renacido.
A 50 metros del rostro del líder galo completaba el plan Ibrahimovic, receptor de todos los envíos largos y siendo el encargado de orientar la jugada. Pero su partido, que pudo haber sido mucho mas potente, fue controlado por Busquets (su pareja en los envíos largos), Piqué, siempre pendiente de él… y Dani Alves. El partido del brasileño fue emocionante, vibrante e intenso, continuando la línea ascendente de este 2013. Su papel sobre Ibra fue potente por momentos en la primera mitad, muy activo sobre él sobre todo cuando el balón tocaba suelo. Además, esta actitud defensiva del lateral no era por estar, sino que era por volver, ya que en todos los ataques blaugrana se sumó, saliendo vencedor de su duelo particular con un, hoy, muy sacrificado Pastore. Sin embargo, no terminó de sacar partido el Barça del partidazo de su lateral, porque al fin y al cabo, no es de los jugadores más decisivos de la plantilla, y porque muchos envíos terminaron en los pies de Silva.
La única grieta de un sistema defensivo que no era impenetrable pero que el central brasileño estaba convirtiendo como tal fue la espalda de Lucas Moura. El jugador es muy bueno, muy desequilibrante, y el estar situado en posiciones retrasadas le permitió al PSG salir con mucho peligro con conducciones muy peligrosas. Pero aún no ha adquirido el punto competitivo e intenso que pide la Champions. Muchas veces llegaba tarde a ocupar su sitio e incluso una vez ahí no mordía como era preciso. En ese contexto, Iniesta aguantaba el balón y lo llevaba cerca de la frontal y de Messi… y Alexis se encontraba muy libre para encarar a un Jallet sin ayudas por delante. Esto sirvió de crecimiento al Barça que dejando de sufrir atrás empezó a empujar hasta que llegó el gol que definió un partido (pase de Alves) y una idea: Messi convierte al Barça en Los Invencibles, incluso sin él en el campo.
Porque el inicio de la segunda parte demostró lo que el Barça es: el dueño de la competición. Como el Imperio Romano, mostró su naturaleza de dueño de Europa. Con la desventaja en el marcador el PSG vio esa sensación y observó como los culés se volvían intocables. Con un juego coral, reconocible y movido por un Xavi que se encontró muy cómodo, fueron instantes en los que se rondó la sentencia de la eliminatoria pero Thiago Silva, que no está para plegarse ante ningún imperio, volvió a recodarle a los de Tito su condición de mortales. Primero deteniéndoles atrás donde Cesc, con desmarques en diagonal y apoyos le exigió mucho más que Villa, y después golpeándoles en su mayor debilidad: el balón parado.
A partir de aquí el orden dio paso a 15’ de locura donde hay que destacar a Tello y su suma continua en cada toque y en cada acción en la que participó. Minutos muy potentes del canterano que entró sustituyendo a un Villa que fue el que menos sumó ofensivamente. Todo lo contrario que Bartra, quien sin jugar un partido desastroso, quedó señalado en todas las acciones de peligro. Él, o quien sustituya a Mascherano, es la segunda gran esperanza para el PSG. La primera es que el Barça, sin su leyenda, será mortal en la vuelta.