DEL MODELO AL DOGMA.

Uno de los requisitos para que un deportista alcance la gloria eterna es que surja un enemigo generacional que le permita alcanzar los límites de su fuerza. Incluso en su mejor momento, los héroes necesitan parecer humanos al menos una vez. Eddy Mercks sería menos grande sin la ocasional ruptura de su hegemonía a manos de Ocaña; la inmensa pájara de Induráin camino de Aprica contribuye a engrandecer su leyenda. En general los campeones suelen tener obstáculos, no rivales: pocas veces aparecen al mismo tiempo dos figuras tan igualadas que solo pueden combatir hasta el agotamiento mutuo, sin proclamar vencedores ni vencidos. Quizá cuando dentro de muchos años echemos la vista atrás nos demos cuenta de la  grandeza trágica que alcanzó el duelo entre José Mourinho y Pep Guardiola. Aunque la dimensión colectiva del fútbol mitigue un poco su impacto emocional, que no puede alcanzar la sensación de inmediatez, incluso d amargura, que dejaron rivalidades como la de Frazer-Alí o la de Coppi-Bartali. Pero la guerra entre Guardiola y Mourinho fue tan exigente que ambos conjuntos terminaron agotados mentalmente y los dúctiles modelos que permitían ajustes y reajustes constantes se convirtieron, progresivamente, en dogmas simplificadores.

 Desde el punto de vista de la Historia Mourinho ha sido una bendición para el Barça; ha sido su némesis necesario, el catalizador de sus innovaciones y el hombre que sacó lo mejor de Pep Guardiola. La histórica cima de juego del Barça de 2011 no se puede comprender sin la dialéctica establecida con el Real Madrid; cada batalla mediática, cada rueda de prensa, cada estratagema de Mourinho hizo explotar al mejor equipo de todos los tiempos. El Barça del 70% de posesión, de Xavi y Messi, tiene muchas deudas contraídas con los padres de su filosofía, pero una de las más profundas se la debe a su máximo enemigo.

Es justo, por tanto,  reconocer en Mourinho al único hombre de fútbol que consiguió permanecer en pie frente al vendaval del Barça. Su figura es fascinante en todos los aspectos, y allá quienes solo quieran centrarse en su rol mediático. Por cierto, deplorable hasta lo repulsivo. Pero el Mourinho que combatió la tiranía del Barça es un gigante rodeado de enanos, un verdadero muro sin el que todo habría sido mucho menos divertido. No creo que haga falta que recordemos en detalle todos los ajustes que ha tenido que hacer Mou para poder competir contra el Barça, ni lo metódico de su plan. Pepe de interior izquierdo, Cristiano Ronaldo y Benzema como doble nueve, lavolpiana con Xabi Alonso, Marcelo para desequilibrar por dentro, Pepe y Ramos defendiendo en medio campo y Ozil para dominarlos a todos… El Real Madrid atravesó varias fases que le llevaron a su propia cima de juego en algún momento de 2012. No fue tan abrumadora como la del Barça de 2011 pero  sí que simbolizó un empate en el trono del fútbol mundial. Durante unos meses ambos equipos llegaron a ser igual de fuertes, siendo generosos para el Barça.

¿Cómo hemos llegado a esta situación, con el Barça apalizado por el Bayern y el Madrid descolgado hace meses de la Liga? De nuevo la respuesta solo puede surgir de la dialéctica del enfrentamiento, no cabe el análisis aislado de cada colectivo. Los males del Barça a día de hoy han sido tan comentados que me reservo la opinión. Me interesa en especial la extrema rigidez con la que se ha interpretado la filosofía de posesión en los últimos meses. Pero la pérdida de vigor del modelo -que no de vigencia, quede claro- no se puede relacionar solamente con los malos momentos. Cuando el Barça noqueaba a todos sus rivales estaba sembrando, quizá sin saberlo, quizá sin poder evitarlo, las semillas de la obsesión por el estilo que está complicando su evolución.

No está de más en este punto recordar que para Pep Guardiola ganar era tan importante como el juego… pero no menos. El estilo de juego y el modelo deben estar en relación constante con la victoria. Durante cuatro años ha sido poco habitual que el Barça deba ajustar para enfrentarse a nadie, puesto que su estilo suele ser suficiente para someter a cualquier equipo; esa realidad ha contribuido a establecer una identificación espuria entre victoria y posesión. Sin embargo, cuando el Barça de Pep necesitó adaptarse, lo hizo. Recuerdo que aún a principios de 2011 se decía que el Espanyol de Pochettino  tenía la clave para detener al Barça: presión asfixiante e intensidad rayana en lo violento en el medio campo. Tras alguna experiencia muy dura, Pep ordena uno de los ajustes tácticos que más me han enamorado del fútbol. Ante la presión alta y en bloque del Espanyol Guardiola sitúa a Pedro como delantero centro, a Messi tras él y ordena salir al contragolpe. Pedro arrasa a la defensa, Messi juega uno de sus mejores partidos -atención a la violencia y entusiasmo de su lenguaje corporal- y el plan del Espanyol fue ridiculizado. El primer gol resume parte de las virtudes que el Barça parece haber perdido en los últimos tiempos.

Para mí ese partido define la esencia del Pep entrenador tanto como pueda hacerlo el 2-6 o el baile al Manchester United. El estilo es irrenunciable pero sería propio de necios desaprovechar las facilidades que ofrezca el rival. El Barça no se adaptaba al rival porque casi nunca lo necesitaba pero la opción estaba ahí, y el fútbol culé se trata de crear ventajas desde el balón, no de acapararlo para eliminar el riesgo. Si un equipo desea regalar su espalda a las carreras de Messi y del mejor Pedro, allá cada cual con sus decisiones. Pocas veces volvimos a ver un planteamiento como el de Pochettino.

Mourinho propició algunas variantes como el Alves extremo o el Messi de falso nueve, pero la grandeza del portugués y del Madrid trascendían cualquier modificación táctica y exigían lo mejor que pudiera presentar el Barça. Y eso era el modelo de Xavi. La posesión defensiva exhibida durante la serie de clásicos no fue solamente un desarrollo lógico del modelo del Barça; también implicó cierto grado de desnaturalización a la que Guardiola no tuvo más remedio que entregarse. Si observamos la evolución del Barça con perspectiva, 2011 fue un excelso paréntesis: antes y después se había alternado la posesión con la velocidad. El “Xavisistema” es el anti-Mourinho que pudo idear Guardiola y fue tan eficaz que logró sobrevivir al mejor sistema defensiva del mundo y a una presión inhumana. En 2011 el Barça triunfa pero se deja un pedazo de su alma por el camino: la filosofía del balón se convierte en una forma de esclavitud que solo Xavi podía sostener. El Barça vence a costa de diseñar su propia cárcel privada para protegerse de una fiera terrible. Algún día tenía que salir, y el Madrid estaría esperándole.

Todos sabemos que tras la marcha de Guardiola el  Barça ya estaba ligeramente debilitado y que el Madrid había crecido hasta igualar las fuerzas; pero a los de Mou tampoco les había salido gratis. El Madrid se había convertido en un equipo tan fanático del espacio como el Barça del balón. No es que el Madrid tuviera mal ataque posicional, al contrario, era uno de los mejores del mundo en juego organizado. Pero ese nivel no le llegaba para batir con el Barça y debía fiarlo todo a la increíble comprensión de la carrera y el desmarque de sus mejores jugadores. Sin embargo desde los primeros compases de la temporada vimos que algo fallaba en el Madrid: se trataba de un equipo partido, inseguro en las áreas y obsesionado con la velocidad. Di María fue un síntoma casi patético por lo impotente. A lo mejor no podía ser de otra manera, pero el Madrid se había convertido en un conjunto especializado en imponerse al Barça, tan identificado con su papel destructivo que un par de reveses desafortunados a principio de la temporada han hecho tambalearse toda la estructura de Mourinho, tanto la deportiva como la jerárquica. El equipo más contundente del mundo hoy parece un agregado de individualidades hilvanadas por el talento incansable de Cristiano Ronaldo.

Y así llegamos a 2013, con dos equipos agotados que se han convertido en fanáticos del balón y del espacio, confiados al talento de sus líderes, incapaces de encontrar soluciones colectivas a sus problemas. La caída del Barça ha sido escandalosa por lo profundo de su declive europeo pero la del Madrid no ha sido menor, aunque esté mejor maquillada. Mientras que Tito Vilanova intentaba renovar los principios ideológicos del equipo y alcanzaba un pico de juego espectacular durante el final de la primera vuelta, el Madrid aceptaba que no podía competir la liga y lo fiaba todo a la primavera. El Barça es arrasado por el Bayern, pero el Madrid solo puede luchar contra el Borussia a partir de 15 minutos de inspiración mágica de  al menos siete de los mejores jugadores del mundo y de 10 minutos de rugidos del Bernabéu. A eso ha quedado reducido el proyecto de Mourinho: a la mejor plantilla que el dinero puede comprar y a un estadio que cree en fábulas.

Pero hay  un aspecto de la actuación del Barcelona en la Champions que no me parece digno. En ningún momento el cuerpo técnico del Barça ha intentado evitar el destrozo frente al Bayern, aunque sabía –porque cuando nosotros vamos, ellos vuelven-perfectamente la que se les venía encima. Comprendo perfectamente la ideal del respeto a las jerarquías y la importancia del equilibrio sentimental en los proyectos deportivos, pero Tito Vilanova no le ha dado nada con lo que trabajar a su equipo en los malos momentos. Messi como única respuesta y “Xavi o muerte” no es digno de un equipo de elite, aunque sea consistente con la desorientación filosófica del equipo. Muchos pensamos que en la era de Guardiola no se habría permitido que esta generación se rompiera los dientes contra el suelo. Habría puesto una almohada, quizá en forma de doble pivote con Song, quizá utilizando a Tello y Cesc en lugar de Villa y Xavi… quién sabe. Y no se trata de agrandar la figura de Pep como si el Noi cabalgase un corcel blanco, sino de notar la diferencia entre dinámicas históricas.

Si alguien ha tenido responsabilidad en los problemas del Barça ha sido Mourinho, que ha inmolado al Real Madrid para obligar al enemigo a llegar al límite de sus fuerzas. Pero ambos equipos recogerán los pedazos. Será muy interesante ver cuál de los dos es capaz de levantarse primero y recuperar la esencia de su modelo, sin fanatismos ni servidumbres. Los nuevos enemigos que han crecido a la sombra de estos dos gigantes cansados se han instalado en el trono del fútbol y no será fácil hacerles bajar.