COPA CONFEDERACIONES. OBDULIO CAVANI

Brasil y Uruguay reeditaron el mítico partido del Mundial de 1950, el del Maracanazo, aunque por supuesto sin llegar a la trascendencia de ese histórico partido. Por un lado, el escenario no fue el histórico Maracaná que da nombre a la hazaña. Por otro lado, el duelo sin ser una Final como tampoco lo fue aquél, no era tan crucial ya que la lucha por un Mundial es algo inigualable para cualquier otro encuentro. Pero a pesar de esto, estas dos selecciones que no entienden de categorías de partidos, lo disputaron con la máxima competitividad para alcanzar la victoria. Como debe ser.

El partido en su inicio fue tosco, lento, trabado… fue de Uruguay. El conjunto de Tabárez supo leer muy bien los problemas adheridos a la nueva obra de Scolari y decidió machacarlos a partir de ahí. Para eso, dio entrada a Forlán como contra Nigeria pero no contra España y así recuperar el tridente de la mejor época en cincuenta años del país. Pero al contrario que en el Mundial, en la Copa América disputada en Argentina y a lo largo de casi toda su carrera, el Cacha actuó de delantero centro. Esta medida tuvo como consecuencia que Edinson Cavani actuase en la banda derecha, decisión acertada del técnico uruguayo por dos motivos. El primero aunque no el principal, fue el ofensivo, ya que permitió al aún jugador del Napoli atacar el sector zurdo de la defensa brasileña, que es el mas desocupado. Marcelo está adquiriendo mucho peso en el conjunto de Felipao, lo que va ligado a mayores libertades que hacen que muchas veces no esté actuando propiamente de lateral. La segunda medida, la más importante, fue de carácter defensivo y otra vez ligada al defensa del Real Madrid. Este es fundamental en el ataque brasileño, sobre todo tras el segundo escalón, el de gestación de la jugada. Tener a Cavani ahí garantizaría repliegue defensivo sobre el brasileño… y de paso ayudar en el sector Neymar.

Era a pocos pasos de la frontal uruguaya donde el plan se completaba. La selección del pequeño país del otro lado del Río de la Plata obstaculizaba y ensuciaba la llegada hasta su frontal, pero no la impedía. Era ahí donde si se volvían infranqueables con dos líneas defensivas no obligatoriamente armónicas que involucraban a 8 e incluso 9 hombres. Los pasillos interiores desaparecían, lo que en la práctica es borrar a Hulk y las marcas sobre Neymar (con Álvaro González y Maxi Pereira muy involucrados) y Óscar completaban la operación. Todo esto ante los ojos de Godín y Lugano, que se mostraron imperiales cuando algo se salía del guión y llegaba a ellos. Un guión donde el esfuerzo defensivo de Cavani fue protagonista, y la transición ofensiva que construía por si mismo, fundamental. Si Uruguay consiguió construir ataques sostenidos durante la primera media hora de juego fue simple y llanamente por él.

La segunda parte avanzó en el mismo sentido que ya se vio en el primer acto, pero con la gasolina uruguaya bajando y el empuje brasileño aumentando. Alves y Marcelo ganaron en un peso que les corresponde más por el nombre que por la posición y el asunto parecía cuestión de tiempo para la pentacampeao. Un tiempo que si se alargaba era ya solo por Cavani. Su retorno y su trabajo defensivo en este momento ya era emocionante llegando a donde los compañeros no podían. Fue Obdulio Varela condicionando el encuentro, minando a los brasileños. Scolari, consciente de esto y de las dificultades que tenía su equipo para concluir en el último cuarto lo gestado antes, metió a Bernard, ídolo local, que actuó tal cual se esperaba: de revulsivo. A Uruguay se le volvía a ir la vida más rápido que el tiempo al marcador. La solución fue vivir definitivamente en su área y que Lugano, Godín y las ayudas permitieran llegar a la prórroga. Algo no tan imposible vista la resolución del anfitrión en los metros finales, aunque si inevitable para el toque a balón parado de Neymar. Y mas si Muslera es el portero.

El gol final de Paulino remató a la bicampeona del Mundo y le quitó leyenda a Edinson: fue Obdulio, empató como Schiaffino, pero no llegó a Ghiggia. Por su parte Scolari ya tiene lo que buscaba en esta competición: una final, pero sobre todo, un equipo.