Su nombre siempre estuvo en boca de todos. Con paciencia, cada año fue asumiendo más protagonismo en el seno de la cantera culé; se decía que pocas veces habían visto a un futbolista de tanto talento en las categorías inferiores. A pesar de ello, algunos renegaban de sus cualidades futbolísticas por adquirir ciertos vicios que no le permitían encajar del todo dentro de la idea colectiva. Con el tiempo, aprendió a subsanarlos y, a más dificultad, más crecía el futbolista. Hasta que se hizo grande, empezó a pisar el Mini y ahí se confirmó lo que muchos esperaban: Deulofeu está llegando.

En su primera temporada en el Barça B, el equipo de Eusebio padecía serios problemas para generar ventajas a partir de la posesión del balón. La circulación era excesivamente lenta, no movía el contrario y cualquier pérdida desembocaba en una clara situación de contraataque para el equipo rival. En cuanto su cuerpo se adaptó al ritmo de competición de la Liga Adelante, dejó atrás las prometedoras pero tímidas primeras actuaciones y asumió el liderazgo de barrer todo el frente de ataque.

Si bien con balón Deulofeu no aprovechaba a nivel colectivo todo lo que generaba, el extremo de Ruidarenes le cogió el gusto a explotar los tres carriles de ataque trazando rupturas larguísimas, movimientos muy profundos que permitían al filial generar aquéllos espacios que con la pelota no era capaz de crear. Hasta aquel momento, los rivales habían logrado desactivar los mecanismos ofensivos del Barça B, que se ahogaba con sus propios problemas; pero con Deulofeu la cosa era bien distinta. Si bien no era capaz de solucionarlo todo, defender al potentísimo delantero exigía una atención especial de toda la defensa en su conjunto; él solo tenía el poder de cambiar todo un planteamiento. Se confirmaba que estábamos ante un futbolista diferente. Él es socio del pequeño club de los elegidos.

A la temporada siguiente, la 12/13, el Barça B incorporó nuevos jugadores y Deulofeu pasó a ser el centro de todo. Más cómodo en la izquierda porque la salida natural le permitía encarar la diagonal hacia la portería; al de Ruidaneres le daba igual dónde jugase mientras pudiera tener libertad para desarrollar su juego. El fútbol del B pasó de la horizontalidad al vértigo más absoluto: el equipo no seguía al pie de la letra el juego de posición, pero encontraba espacios que Deulofeu aprovechaba bien para eliminar rivales en conducción, o bien para generar huecos a través de sus movimientos sin balón.

La verdad es que dominó la Liga Adelante como pocos, y al terminar la temporada, evidentemente, exigió subir al primer equipo. ¿Estaba preparado? Por nivel, me atrevo a decir que sí, absolutamente. La cuestión es que delante suyo tenía a 5 compañeros más, y para no estancar su evolución como futbolista necesitaba minutos de calidad. Ante la superproducción de talento, el Barça decidió ceder a Gerard para satisfacer sus necesidades futbolísticas y surgió la oportunidad de tenerlo un año en las islas en el nuevo Everton de Roberto Martínez.

En Inglaterra, estará en su salsa. Los partidos de ida y vuelta beneficiarán en gran medida su talento; que necesita de espacios para desarrollarse en toda su plenitud. Además, tener a Martínez como entrenador le asegura, por un lado, estar en un equipo que quiere ser protagonista y escoge el balón como medio para expresarse en el terreno de juego y, por el otro, tiene un tutor que le conoce bien y que, de buen seguro, sabrá orientar su carrera de la manera adecuada para que su crecimiento siga viento en popa. Y es que debe aprovecharlo, porque el año que viene, Martino le espera con los brazos abiertos.