Arroyo de la Miel no era nada a finales del s. XVIII. Fue un italiano conyugado en Madrid, Félix Solesio, con la finalidad de fabricar papel para la Real Fábrica de Naipes de Macharaviaya, quien adquiriese los terrenos y construyese las primeras casas que albergarían a sus trabajadores. La suya, conocida como ‘La Tribuna’ y utilizada a su vez como almacén, es la única que sobrevive al paso del tiempo y se considera el embrión de Arroyo de la Miel. En esta localidad malagueña, nace Francisco Román Alarcón Suárez el 21 de abril de 1992. Hoy, otro italiano, conyugado con el club más importante de Madrid, ha decidido que este chaval del 92 sea su naipe de asiento.

El Real Madrid viene del vértigo, tres años con Jose Mourinho que han dado para conquistar tres títulos: Supercopa de España, Liga y Copa del Rey, las tres al Barça, las dos más importantes al Barça de Pep. En la retina el partido de Mestalla, uno de los duelos más impresionantes que hemos vivido entre estos dos colosos de nuestro fútbol. Una batalla, en casi toda su expresión, un duelo táctico de dos de los mejores técnicos del fútbol moderno donde la cabeza de Cristiano Ronaldo puso la justicia a un duelo que no merecía desembocar en unos, siempre, desconcertantes penaltis. Precisión, control, rigor táctico, solidaridad, esfuerzo, pasión, así hasta vaciar el repertorio de parámetros que puede darnos el fútbol.

Carlo Ancelotti se encuentra al llegar un plantel de futbolistas brillante. Ronaldo, tras Messi, el futbolista más determinante del panorama mundial es el vértice de una plantilla cargada de talento y que desprende creatividad, exquisitez y competitividad. Con unas bases de primer nivel mundial en cada una de sus líneas: Diego López, Sergio Ramos, Marcelo, Xabi Alonso, Modrić, Ronaldo y Benzema resumiendo lo que formaba y formará el Real Madrid que hereda el italiano. Aquí, cabe hablar de una pieza que se cae, Özil, y una que se añade, Gareth Bale. No supone, trascendencia mediática aparte, un cambio demasiado radical en lo que aquí nos atañe: Isco.

Recuerdo el primer contacto futbolístico que tuve con Isco, Eurocopa U17 allá por 2009. Un chaval del Valencia se comía a Iker Muniaín en la media punta del plantel español. “Quién será? Ya tiene que ser bueno”. Vaya si era bueno, a mi me gusta decir eso de que es “un diferente”, como Thiago, como Iniesta. Me aventuro a decir que es la eclosión más talentosa de nuestro fútbol desde que me alcanza la memoria. Un chico destinado a marcar el futuro del club más laureado del s. XX. Y Carlo es el encargado de comenzar la aventura, de enseñarle las primeras cosas, de muchas, que no domina.

Venir del vértigo y querer frenar. Carlo nos mostró en pretemporada lo que quiere de Isco. Jugó todos los partidos de Julio y Agosto excepto contra el Inter en Saint-Louis. No podía ser de otra manera, lo primero que le concede es libertad entre líneas, libertad con el balón, desembocando esto en creación, talento y magia. Con esto Isco disfruta, si encima tus socios son Benzema, Ronaldo, Modrić la cosa no puede pintar mejor. Brutalidad asociativa, Isco como nexo de unión entre un vertiginoso pasado y un sosegado y maduro futuro. Pero hay más, Carlo le pide solidaridad defensiva, aquí Isco no disfruta tanto pero debe entender que no será el futbolista que apunta sin ello. En palabras del propio entrenador italiano “le pedimos que ataque por el centro y defienda en la izquierda”. Trabajo, ayuda defensiva y adaptación a un nivel que antes no ha saboreado.

Allá por 2011/12, parecía propio de un loco decir que había momentos en que Isco sobrepasaba a Cazorla. Que a pesar de sus notables, y lógicas, carencias había momentos en que pedía ser el mejor y sobrepasar todo el talento que veía a su alrededor. Un futbolista con una calidad técnica suprema, que ha ido experimentando evoluciones continuas. Quizá la más importante y decisiva, la toma de decisiones. Porque Isco caminaba por la élite en pañales, dejaba pinceladas de genialidad por Europa con su Málaga y acaparaba los elogios de todo el mundo. Pero necesitaba caer en un lugar donde su figura suponga la mejora de un equipo, ya de por si excelente, difícil de mejorar. De Jose a Carlo pasando por Francisco.