8 meses después el Barça volvía a San Siro, escenario de recuerdos fúnebres y dudas pasadas. Que no olvidadas a tenor de lo visto. El objetivo parecía claro: intentar demostrar que se habían aprendido ciertos errores pretéritos. O eso al menos esperábamos la mayoría. Sin embargo, en un contexto prácticamente idéntico al de la temporada pasada, tanto en lo táctico como en relación al precioso ambiente que engalanaba todas las gradas, las sensaciones y la dinámica del encuentro han recordado a las del último invierno en Milano.

Allegri volvió a exprimir al máximo un plantel que año a año parece ver reducida su calidad. Plan inequívoco: 1-4-5-1 con Kaká escorado en izquierda formando línea junto a Muntari, De Jong, Montolivo y Birsa -a pie cambiado-. Robinho quedaba descolgado como referencia más adelantada. Los rossoneri salieron con mucho hambre competitivo y dispuestos a no regalar metros al equipo de Martino. La presión e intensidad eran muy notables y durante 25′ asistimos a una de aquellas estampas que hacen más mágica si cabe a la Champions League. Unos minutos especiales. Únicos. Para el recuerdo. Dos de los príncipes sudamericanos que habían estado llamados a reinar en Europa fueron capaces de hacer temblar todo el sistema defensivo blaugrana. Dos talentos brasileños venidos a menos cuyos caminos se han encontrado en el destino de muchos veteranos que anhelan la gloria vivida o aquella que siempre soñaron. Y que no siempre alcanzaron. Kaká y Robinho -el ídolo de Neymar-. Robinho y Kaká. Parecía increíble. Era la magia de una competición que permite renacer aunque sea de manera efímera a jugadores distintos. Jugadores que tuvieron todo para marcar diferencias con mayor regularidad. Fabricaron el gol gracias a un nuevo error de la pareja Mascherano-Piqué y les amargaron la mayor parte del primer tiempo.

Por su parte, Martino dispuso el centro del campo que todos los niños que vivieron la era Pep recitaban cada mañana en el colegio: Busquets-Xavi-Iniesta. Arriba Neymar bien escondido en izquierda, Messi cayendo a derecha y Alexis partiendo de banda para terminar ocupando posiciones más centradas en el frente de ataque. Alves y Adriano acompañaron a los citados centrales. Unos centrales que no han dejado buenas sensaciones sino más bien falta de entendimiento y algunos mecanismos preocupantes en colocación y salida desde atrás. El equipo estuvo superado en los primeros 20-25 minutos, incapaz de asentarse mediante la posesión y con los 3 delanteros más orientados a posiciones interiores que a dar profundidad. Messi a veces parecía interior derecho sin ir más lejos; Alexis dejaba el extremo y permitía todo el carril para un Alves muy anárquico y desordenado. Rescato la descripción de ‘Neymar bien escondido en izquierda’ porque así me ha parecido casi todo el encuentro salvo momentos muy puntuales y escasos. No sabemos si esta circunstancia se debía a una decisión propia o del entrenador. Pero lo cierto es que apenas llegaban balones en condiciones al brasileño y cuando los recibía estaba en inferioridad numérica. Algo que por cierto ha sido muy habitual en el primer tiempo: 2×1 de los locales en cada sector del campo. Digno de alabar el trabajo sin balón de hombres poco habituados a ello como Montolivo o el propio Kaká. Porque del resto de centrocampistas ya se espera uno ese sacrificio.

Con el paso de los minutos el Barça pareció transmitir gradualmente mejores sensaciones en ataque y terminó la primera mitad algo alejado de cómo había empezado. Tras robo -el enésimo- de un Busquets imperial todo el partido, Iniesta condujo una contra mortal para asistir a Messi y poner el definitivo 1-1. Así se llegaría a la segunda mitad, en la que no pasó realmente casi nada y el tono del partido fue cayendo en intensidad si bien al final se mantuvo la incertidumbre y emoción por ver si el marcador podía sufrir cambios.

Es en la segunda parte donde vemos que el Milan sigue obteniendo, aunque en menor cantidad, ventaja siempre sobre la espalda de Alves. El lateral brasileño, bien por bascular en exceso en defensa posicional, bien porque está a mucha altura tras pérdida, deja mucho espacio a su espalda y Kaká lo aprovecha hasta el momento de ser sustituido por Emanuelson. Antes ya había movido ficha Allegri con la entrada de Balotelli por el renacido Robinho. El italiano sumó más presencia y miedo con su apellido que con su fútbol y la realidad es que el conjunto local perdió capacidad de salir a la contra con los cambios. Le costaba más al Milan girar al Barça. Martino, por su partem tardó un poco más e igual que con el XI dispuesto inicial, pareció no querer dar pistas de cara al inmediato enfrentamiento contra el Real Madrid. Cesc entró por Alexis y se situó como hombre más adelantado, con un rol ‘flotante’ y dejando a Messi descaradamente partir de derecha. Fue una variante que se utilizó tanto con el de Arenys como con Alexis, que sufrió sin espacios y teniendo que jugar de espaldas en exceso. Del otro delantero, Neymar, apenas se tenían noticias y tras una de sus más discretas actuaciones, sería reemplazado por Pedro. Pura anécdota, también. Desconozco qué pretendía el ‘Tata’ con el cambio de Cesc y no sé hasta qué punto los tiros de cara al clásico pueden ir por ahí. Lanzo la duda.

El partido acabó muriendo en un río más bien soso y espeso. Ambos equipos no parecían insatisfechos con el empate y aunque el Barça tuvo en las botas de Adriano los 3 puntos, lo cierto es que la victoria no considero que hubiera sido del todo justa. Porque al fin y al cabo, 8 meses después, en el mismo escenario, se volvió a repetir la misma dinámica y falta de fluidez ante un equipo que cerraba filas por acumulación muy cerca de la frontal. Dio la sensación de que todo costaba mucho y de que todas las ventajas logradas habían sido fruto del acierto o inspiración individual, como los robos de Busquets o la visión de Iniesta & Xavi en jugadas muy puntuales. Pecando de exceso de horizontalidad, previsibilidad y exponiéndose brutalmente tras pérdida, a merced de un Busquets que es insustituible e impagable en situaciones así. La transición defensiva volvió a recordar en alguna fase, sobre todo al inicio de ambas partes, la de los peores momentos del año pasado e inicios del presente.

¿Cuál debería ser la alternativa en contextos así? ¿Se hace necesario un 9 que pueda jugar de espaldas y/o arrastre más a la defensa? ¿Debe Neymar en partidos así jugar más por dentro que otra cosa? ¿Se podría probar a Iniesta en derecha en un dibujo más asimétrico? ¿Cómo atacar de manera óptima el 4+5? Son solo algunas preguntas que se me están ocurriendo a medida que escribo estas líneas. Y que habrá tiempo de comentar, seguro.

El conjunto volvió a encallarse en un examen de temario idéntico al del año pasado y parece resistirse a desaprender ciertas cosas para reaprender nuevas. A recuperar la esencia de lo viejo: ser o, cuando menos, parecer imprevisibles. Algo que esta última noche no vimos. Hay margen de mejora y nuevos desafíos a la vista. Mientras, el Barça está a la espera de seguir madurando y hacernos olvidar las sombras del curso pasado. Hay estudiantes aplicados y talentosos, buenos maestros y una filosofía bien marcada y conocida.

Se viene el Clásico. Eso será otra historia. O no.