Dicen que en la vida hay una primera vez para todo. Que no siempre sale bien pero que nunca se olvida. La primera vez que viste a tu futura mujer, la primera vez que hiciste el amor, tu primera entrevista de trabajo, tu primer día en la oficina, tu primera presentación en público, tu primera crónica… Todo llega, dicen.

Y desde Sudamérica terminó llegando el deseado. Un talento precoz que anunciaba desde la distancia y en centenares de highlights que podríamos estar ante uno de los herederos. En vez de cabalgar en solitario desde muy joven en Europa, algo que ya había hecho en su país, decidió unirse como escudero del mejor. Dicen que una imagen vale más que mil palabras.

Y es que cuando Neymar abrió el marcador el sábado no solo se iluminó el Camp Nou. Su sonrisa especial, su cara, dibujaron algo distinto. Mágico. Como su juego. Tan imprevisible como necesario para este Barça. Y con el primero que quiso compartir su felicidad, ese sentimiento inigualable e indescriptible que solo viven unos pocos, fue con su referencia. Con Messi. Tan significativo como representativo de lo que es Neymar Jr hoy.

Dicen que en la vida hay una primera vez para todo. Neymar fue decisivo, la principal nota diferencial en su primer Clásico de -ojalá- muchos como barcelonista.