El Camp Nou despedirá a Allegri, o al menos todo parece indicar eso. Sólo una machada de su equipo podría dar un par de reválidas más al bueno de Massimiliano. Ciertamente, viendo lo que tiene y lo que le han hecho verano tras verano, uno no puede más que ponerse en su piel y de su lado. Allegri lo ha intentado, aunque lo que tiene de para más de lo que está haciendo su Milan. Pero en San Siro hace tiempo que los motivos de felicidad escasean y a eso ningún grupo es impermeable. El jugador sabe que en las taquillas que lo flanquean en el vestuario, antes se cambiaban Pirlo y Schevchenko y ahora lo hacen Constant y Zapata. Y que la suya la ocupaba Maldini, o Rui Costa, o Seedof, o Cafú. Incluso los que, por nivel, podrían decir con la cabeza alta que son jugadores del Milan, llevan consigo a cuestas alguna suerte de aura maldita. En Milanello ya sólo queda un grande, y que se den prisa, porque poco a poco (o mucho a mucho) se empequeñece.

No sorprenderá si decimos que el Milan en el Camp Nou se encerrará. Allegri ya lo ha hecho en sus dos últimas visitas, como para no repetir ahora que un resultado abultado en contra lo manda a casa. Y le viene bien. Para el Milan, ser el Milan es un problema, pero de Parma, Atalanta o Torino sí puede hacer. Para poner en práctica este plan, sin embargo, esta temporada estrena un déficit: el equipo es muy lento arriba. Primero con Pato y después con El Shaarawy y Niang, el Camp Nou no parecía tan largo, pero ahora cuando los rossoneri salgan, a Valdés lo verán muy lejos. Tendrán que exprimir a Kaka’. Ya fue un quebradero de cabeza en Italia mientras le duró la gasolina, y es que por posición y características, el brasileño es un futbolista especialmente incómodo para el F.C.Barcelona. De los que recibe donde más molesta, de los que le hace correr hacia atrás. Además Busquets, que arrastra su pubalgia, pedalea en subida y sin apenas descanso. Siete partidos en veintidós días.