CUANDO BARRAL TUMBÓ A GOLIAT

El Molinón hasta a bandera, llegaba el líder a Gijón con 16 triunfos consecutivos en la faltriquera. Preciado disponía su 1-4-2-3-1 para enfrentarse al equipo de Pep que venía de machacar al Atlético de Madrid en el Camp Nou por 3-0 con un hat trick de Leo Messi. Idéntico resultado, en contra, habían cosechado los asturianos en San Mamés. Aunque aparentemente las dinámicas eran muy distintas, en la grada se respiraba un ambiente de euforia y optimismo. Propio de otro tiempo, inmersos en las grandes batallas de antaño, cuando el Molinón era terreno inexpugnable para los grandes de nuestro fútbol (y algunos grandes del continente), la afición esperaba la épica ante el mejor equipo del mundo. Pep Guardiola formó con Valdés, Alves, Maxwell, Piqué, Milito, Mascherano, Xavi, Iniesta, Afellay, Messi y David Villa. Dando descanso a Sergio Busquets, Pedro y Abidal cara a la ida de octavos de final de Champions, ante el Arsenal, cuatro días después. En Londres, el Barça cayó 2-1.

En uno de los peores partidos que le recuerdo a Leo Messi, quizá verlo en directo y hacerle un seguimiento personalizado durante largos periodos y que la Champions esperase a mitad de semana influyeron para que el 10 se dosificase, el héroe esta vez iba a ser del otro bando. El inicio del encuentro fue extraño, el Barça intentaba controlar con sus métodos de salida y posesión, pero no lo conseguía con Mascherano haciendo de Busquets y tres futbolistas gijoneses en la presión. Al cuarto de hora, un robo defensivo del Sporting derivó en una rápida salida con destino Diego Castro que lanzó en profundidad para David Barral que disputaba la carrera con Gerard Piqué, seguramente, uno de los tres mejores centrales de Europa. El gaditano apuró el sprint hasta pisar el ecuador del área culé, recortó hacia dentro llevándose a Piqué por delante y encaró a Milito, al que venció sin demasiados problemas, golpeo al palo largo de Víctor y 1-0 para deleite del estadio a las orillas del Piles que estalló como si de un partido de Copa de Europa se tratase. El rival no podía ser más adecuado. Después David Villa, el hijo pródigo de Mareo, empataría con una soberbia vaselina sobre Cuellar que bien pudo medir mejor su salida.

David Barral es un delantero atípico, provisto de unos recursos más propios de un delantero de equipo grande que de las plazas donde torea. Su poca constancia y su carácter rebelde y desequilibrado han hecho imposible su promoción a las altas esferas del fútbol nacional. Repetidas ocasiones, menos de lo que a todos los aficionados de sus equipos nos hubiese gustado, ha demostrado su calidad y su instinto homicida con las porterías rivales. Esta noche, el Barça visita Levante tras el trompazo mayúsculo del domingo pasado, y Barral vuelve a la lista de Caparrós. Quien haya seguido la trayectoria del entrenador utrerano, no tendrá dudas que en el empate del domingo lleva gran parte de responsabilidad. Hoy lo volverá a intentar, dará descanso a varios de sus futbolistas (David Navarro, Pape Diop, Simao, Ivanschitz y Rubén García) pero recupera una de sus armas. Caparrós llegó al Ciutat de Valencia en verano y fichó a Barral. El futbolista no pestañeó al contestar y se dejó engatusar por Joaquín. Viene el Levante de apartar al Rayo Vallecano del camino de la Copa con un gol de gaditano y de dejar la Liga en un sándwich de atún con el 1-1 de hace tres días. Haría bien el Barça en prepararse para la guerra, otra vez.