A veces las crónicas eligen tono, título y contenido y lo único inteligente que puede hacer el autor es apartarse y estorbar lo menos posible. Me he resistido, todo lo más, a encabezar el artículo con una imagen de Aragorn empuñando a Narsil porque creo que la épica no debiera oscurecer el comentario futbolístico, pero tampoco sería legítimo enfriar los ánimos del amante del deporte: la vuelta de Leo Messi es una noticia de alcance universal. Da la impresión de que el mundo entero había estado conteniendo la respiración durante meses y que los dos goles de Leo han provocado un suspiro de alivio, como si nada hubiera cambiado y todas las cosas regresaran a su orden natural . Pero al tiempo no le afecta la retórica; el Barça es un año más viejo y otro más sabio. Lleva meses aprendiendo a ser feliz sin Leo, huérfano primero, peleón después, hasta que han surgido mecanismos nuevos liderados por capitanes que con Messi en el campo de batalla no hubieran llegado a ejercer. ¿Podrá el Barça unir en la misma dinámica al mejor jugador del mundo y a los escuderos que han guardado su puesto en la plaza? Si lo consiguen no habrá dios ni hombre que les pueda gobernar.

Pero antes de la entrada de Leo Messi hubo partido y mucho que comentar. A día de hoy una delantera formada por Cesc, Alexis y Pedro es indescifrable para un equipo como el Getafe, un tanto indescifrable en sí mismo. El dibujo de partida del Getafe es un 4-2-3-1 aunque yo creo que Luis García introdujo matices que merece la pena tomar en consideración. Hay que tener en cuenta también que el Barça logró el 81% de posesión con lo que el partido debe leerse a partir del ataque posicional del Barça y la defensa organizada del Geta. Los madrileños se protegieron con once hombres encerrados en campo propio en un esquema que recordaba por su funcionamiento -no por su dibujo- a un 4-1-4-1 muy elástico. Cuando el Barça intentaba triangular en banda uno de los delanteros del Getafe encimaba al interior culé, parándose entonces el Getafe en un 4-5-1 que se convertía fácilmente en 4-4-2 si el balón cambiaba de banda. Esta disposición adaptable del Getafe responde adecuadamente a su propia identidad indefinida y obedecía a un plan muy claro: intentar aprovechar la pérdida lateral para salir en velocidad por los pasillos generados a espalda de los interiores.

Y, hasta cierto punto, funcionó. Las escasas pérdidas del Barça en zona comprometida se convirtieron en transiciones que Puyol y Mascherano no pudieron controlar. Durante los primeros quince minutos del partido el sector izquierdo de la defensa culé fue la zona preferida del Getafe, que creó ciertos problemas con los movimientos de Sarabia a espaldas de Iniesta. Lo más interesante del contragolpe del Getafe es que, aparte de sumar muchos más efectivos de los habituales en un equipo tan sometido, se desarrollaban preferentemente por el centro. Estamos acostumbrados a ver que al Barça le repliquen mediante balones cruzados al hueco que deja el lateral en la subida. No fue el caso; el Getafe intentó salir a la contra desafiando a Busquets mediante combinaciones rápidas que tenían en Sarabia y Diego Castro a sus mejores intérpretes. Puyol y Mascherano fueron incapaces de imponerse y dejaron una sensación nefasta. La defensa culé fue vulnerable por la descoordinación entre los centrales y por un posicionamiento sencillamente desastroso, pero también por rendimientos individuales poco destacados. Mascherano logró agarrarse al partido y rascar el aprobado pero Puyol está muy lejos de mostrar nivel competitivo. La debilidad del Barça en el balón parado no merece mucho comentario a estas alturas, aunque Touré Yaya y demás bombarderos del City deben estar frotándose las manos.

En la segunda parte Diego Castro y Pedro León dejaron detalles de su conducción privilegiada, retratando el segundo a Adriano en más de una ocasión. Partido extraño del lateral brasileño, más orientado al disparo que a explotar un contexto que en muchas ocasiones se le presentó favorable. Creo que era oportuno destacar que el Getafe tenía un plan y ejecutó con acierto alguna de sus directrices, pero no quisiera exagerar la entidad del Getafe. Defendió con orgullo, exhibiendo por momentos una solidaridad en las ayudas que casi le resulta impropia, pero el Barça dominó el partido en todas sus fases y circunstancias. Empezando por la presión avanzada y el consecuente control del rechace en la frontal del área, que recordó a las mejores épocas del equipo. Esta presión avanzada fue exitosa, claro está, gracias a que las cadenas de pases en tres cuartos superaron los dos dígitos con frecuencia. Se echó de menos, no obstante, el cambio de juego desde los centrales hacia los extremos. Especialmente Adriano estuvo solo en banda durante gran parte del partido y Bartra o Piqué le habrían aprovechado. Es de suyo reconocer que lo que parte de la prensa consideraba “juego directo” se ha convertido en un recurso que nos hace recordar los buenos tiempos de Márquez y que se debe anotar en el haber del Tata.

La disposición creativa del Barça deja noticias muy interesantes. La primera es que el equipo parece volar con dos motores. Por la zona izquierda Iniesta recupera sensaciones y arrolló a Castro y a Rodríguez,  apoyado de cerca por un Sergio Busquets que quizá arriesgó un poco más de lo necesario en alguna jugada. Gran parte de la posesión culé se debió a Iniesta que, no obstante, no hizo de Xavi sino de sí mismo. El 8 alternó circulación y amenaza obligando al Getafe a acularse para evitar que rompiera las líneas de presión con un simple regate. Si Andrés no ha vuelto ya, poco le falta. En la derecha se formó una matriz de juego totalmente imprevista: Montoya, Alexis y Sergi Roberto se asociaron una y otra vez pese a que ninguno de los tres parece, a priori, el perfil más indicado para combinar en espacios reducidos. Curiosamente Sergi Roberto fue el hombre al que más se le notó el –mínimo- déficit técnico, perdiendo balones que ningún otro interior del Barça perdería. Aún así la sociedad fue exitosa y generó bastante peligro. A día de hoy Alexis de espaldas es casi invencible y Gavilán tuvo que ayudar a Lago durante toda la primera parte para conjurar el peligro. Montoya, por su parte, cuajó un partido espléndido en un rol que yo creo que nunca había encarnado hasta sus últimas consecuencias: el de Dani Alves, ofreciéndose para la pared, el juego interior y la ruptura. Espléndido partido del lateral. Sergi Roberto, por su parte, pese a la -muy- relativa falta de sensibilidad en la combinación, es oxígeno puro gracias a sus constantes movimientos de apoyo y a su espléndida visión de juego.

Dos motores para volar y Cesc Fábregas para señalar el camino. El partido de Cesc me ha parecido descomunal y solo el regreso de Messi impide que le dediquemos todo el tiempo que merece. Vimos a Cesc situarse en derecha, al borde del área, para combinar con Alexis, Montoya y Sergi Roberto, descuajando toda la organización rival. Lacen y Alexis no pudieron impedir las recepciones de Fábregas, ni al borde del área ni encarando en ruptura. Le vimos sobrecargar en izquierda para que Iniesta pudiera aplicarse a mover al Getafe, y también unirse a Busquets en la salida de balón. Y, tras la entrada de Messi, le vimos como interior diestro controlando el juego a placer, asistido por un creciente Sergi Roberto. En el último cuarto de hora hubo una jugada impactante que huele a futuro. Cesc inicia la jugada en la zona del 4 y se la cede a Messi mientras que Sergi Roberto corre hacia la posición de nueve arrastrando centrales. Leo conduce el balón, empuja a la media del Geta y abre a la banda para Alexis que asiste a Cesc,  libre de marca dentro del área tras romper líneas sin oposición. Este tipo de jugadas, basadas en la movilidad y la conducción, son las que pueden llevar a Cesc a dirigir el medio campo del Barça del Tata Martino.

¿Y Leo Messi? Quizá lo más llamativo de su regreso es que intentó no forzarse demasiado. Los compañeros le buscaban pero él permanecía estático, hasta que le fueron saliendo un par de cosas y empezó a animarse. En resumen, ha marcado dos goles casi por inercia. Poco más tengo que decir de Leo. Es el arma definitiva. Ahora lo más interesante es, desde mi punto de vista, analizar la estructura a la que se habrá de acoplar este arma. El Barça ha conseguido enriquecer sus registros y forjar alternativas que hubieran sido muy útiles hace dos años. Hoy en día Pedro, Alba y Alexis castigan cualquier defensa adelantada, Neymar exige al rival que estire la lona y Cesc flota entre líneas sin que nadie consiga marcarle. El Barça es capaz de dominar partidos desde la ruptura y desde el 81% de posesión. El problema del Tata Martino es lograr que las nuevas realidades del Barça mezclen con un jugador capaz de marcar dos goles en media hora sin apenas pestañear.

Bendito problema.