EL SILENCIO DEL CAMP NOU

Víctor, tras encajar el gol, ha seguido jugando el balón. Ésta es la demostración de su fortaleza. En otro portero, después de encajar un gol le hubiera venido el balón y hubiera empezado a tirarla larga, pero él no, él ha seguido dándole continuidad al juego.

Pep Guardiola

La historia reciente de la portería culé tiene algo de novela pulp, con su mezcla de absurdez, heroísmo y cierta sensación de irrelevancia. Nombres como Dutruel, Bonano, Rustu, Busquets, Angoy, Lopetegui… nos trasladan a una época insegura, casi burlesca, en la que todo parecía posible en las porterías del Camp Nou. Y no es que fueran malos porteros –o no todos-, pero entre Zubizarreta y Victor Valdés los únicos guardametas cuya memoria se ha preservado con cierta dignidad, desgracias personales aparte, son Ruud Hesp y Vitor Baia. Nada que ver, en todo caso, con el legado de Víctor Valdés, que trasciende con mucho la herencia del propio Zubizarreta. Es sabido que Valdés también tuvo que sufrir las iras del Camp Nou durante muchas temporadas; de hecho, es casi doloroso recordar la saña con la que los medios y los aficionados trataron a Valdés. En aquellos tiempos, no hace tanto, su habilidad para el juego de pies pasaba relativamente desapercibida y todos los focos apuntaban hacia sus cantadas. Que eran, hay que decirlo, bastante llamativas. Pero todas las virtudes de Victor Valdés estaban presentes desde sus primeros partidos: buen uno contra uno, excelente en el blocaje y tremendamente concentrado. Lo que hizo cambiar de opinión al Camp Nou no fue una gran mejora en el rendimiento específico de Valdés, sino, más bien, su papel en la salida del balón en época de Guardiola. De hecho, si echamos la vista atrás, el propio Guardiola tuvo que salir a defenderle en más de una ocasión.

Al portero del Barça no le basta con ser competente en su oficio, se le exige algo especial, algo que trascienda los requisitos específicos de su posición. No tengo claro por qué, pero es así. Es la gran lección que nos deja la historia de Víctor Valdés. José Manuel Pinto casi nunca falla en el juego en corto y, sin embargo, sus acciones suelen suscitar un silencio profundo en la grada, que contiene la respiración y aplaude, aliviada, cuando la jugada se completa con éxito. Pinto, como casi todos los porteros del Barça, ha tenido el dudoso privilegio de escuchar alguno de los silencios más ensordecedores de primera división y la prensa ya está abonando el terreno para la recepción de Ter Stegen, sacando en portada sus fallos en la Bundesliga. Ter Stegen parece reunir condiciones para suplir a Victor Valdés en sus cometidos técnicos más relevantes, esto es, concentración, posición adelantada y precisión para sacar el balón jugado desde atrás creando la primera superioridad numérica. Queda por saber si será capaz de superar su primer gran error, el que sea. Cuando el ensordecedor silencio del Camp Nou comience a sobrevolar de nuevo la portería culé podremos evaluar hasta qué punto ha madurado el Barça como club. No podemos olvidarnos del tormento que sufrió Victor Valdés hasta convertirse en ídolo. De hecho, él no lo ha olvidado.