En un conjunto definido por su solidez y espíritu coral, dos jugadores asoman por encima del resto marcando las diferencias en uno y otro lado del verde: Thibaut Courtois y Diego Costa. Ningún jugador del Atlético de Madrid ha dado más puntos a su equipo que ellos.

El belga, de apenas 21 años, forma ya parte de la élite europea. Envergadura formidable gracias a su imponente estatura (1,99 m), largos brazos y piernas que mueve con una asombrosa agilidad y rapidez. Es un portero de tremendos reflejos y buena lectura del juego. Poderoso también por alto, es difícil encontrar grandes defectos de técnica en él. Courtois es el auténtico guardián de los colchoneros. El pilar que sostiene unas inmaculadas estadísticas de goles en contra (22 en Liga, menos que nadie, y 4 en 8 partidos de Champions, empatado con el Chelsea como menos goleado). Se ha hablado y con razón del gran sistema defensivo vertebrado por Simeone pero en las últimas semanas la defensa concede más que meses anteriores y le llegan con mayor facilidad y asiduidad a Courtois. Sin embargo, el belga nuevamente ha demostrado que parece estar hecho de una pasta especial y diferente. Jugadores así pueden marcar diferencias suficientes como para inclinar a su favor el signo de un partido… Y eliminatoria. En los hombros de Thibaut se sostiene parte del peso de la ilusión rojiblanca.

Y en el área contraria Diego Costa es EL HOMBRE. Brasileño de Lagarto con nacionalidad española y uno de los fijos de Vicente del Bosque para el próximo Mundial de Brasil 14′. Envergadura para jugar de espaldas (1,86 m) y potencia en el tren inferior no rehuye el cuerpo a cuerpo -incluso lo busca-. Intensidad máxima en cada acción, lucha y pelea, aderezado con gotitas de pillería o marrullería hacen de él al 9 incómodo por antonomasia. A esto hemos de sumar sus cifras goleadoras de esta temporada: 25 en Liga (segundo de la clasificación Pichichi y tercero en la Bota de Oro), 1 en Copa y 7 en UCL, números al alcance de muy pocos. En ataque posicional se maneja entre centrales mezclando con caídas a banda -preferiblemente izquierda- y buscando continuamente ser el receptor de los pasadores colchoneros mediante rupturas a espaldas rivales. Sobre Costa pivota el ataque y a la vez, él mismo es el objetivo final, tanto en pases frontales como en centros laterales donde saca a relucir su gran dominio del juego aéreo. Tras recuperación madrileña su objetivo es ser “el ariete” que derriba el castillo, sea cual sea la altura del campo, y a partir de ahí, tras recepción o balón al espacio, su velocidad y potencia destroza en el 1 contra 1 a cualquiera. Diego Costa siempre estará ahí, con el garfio preparado, esperando cualquier oportunidad para ser diferencial en la eliminatoria. Y si en los hombros de Courtois están parte de los cuartos de final, en las piernas de Diego está otro tanto.

*Texto de Jordi Chopi y Jaume Núñez