CHISPAZOS ENTRE LO BIZARRO

Llegaba el Barça al encuentro frente al Athletic después de tres derrotas seguidas, algo que no ocurría desde hacía una década y con dos títulos ya perdidos. Siendo Domingo de Resurrección la metáfora a emplear se podía anticipar fácilmente. Tanto en un sentido como en otro. Sin embargo, lo cierto es que asistimos a un espectáculo más bien bizarro. Que tuvo prácticamente de todo.

Por un lado, un Athletic que miraba a la previa de la Champions pero cada vez más cerca al Sevilla de Emery. Los rojiblancos, que están realizando una gran temporada pero sin llegar al ‘hype’ ni a las dosis de emotividad alcanzada con Marcelo Bielsa, salieron con mucha personalidad al Camp Nou. Valverde, pese a haber recuperado a Mikel Rico para la convocatoria, repitió de inicio con el joven Erik Morán para acompañar a Iturraspe en el medio. Además, volvió a contar con De Marcos en el lateral derecho. El resto, lo habitual desde la lesión de Gurpegui. 1-4-2-3-1 marcado, con mucha libertad para Ander Herrera -qué bueno es-, moviéndose en la mediapunta, tendencia interior de Muniain desde izquierda, Susaeta algo más abierto en derecha y Aduriz como referencia arriba. Un Aduriz que se asomaba como la gran amenaza visitante tanto por su tremendo estado de forma como por el débil y debilitado sistema defensivo del Barça. Y, por otro lado, un Barça que salió en 1-4-3-3 ortodoxo, con Alexis y Pedro acompañando a Messi en la delantera; Bartra y Mascherano como única pareja de centrales disponibles del primer equipo; Adriano y Alves formaron en los laterales; Xavi e Iniesta acompañaron a Song en la medular. Cesc, por tanto, se caía del XI. Sergio no estaba disponible por sanción.

El partido empezó con mucho ritmo, algo que se mantendría durante todo el encuentro. El Athletic, agresivo, intentaba presionar arriba la salida del Barça y gracias a algún robo y el solar del que gozaba Ander Herrera a la espalda de los interiores culés, avistaban cierto peligro. Fueron casi 10 minutos en los que el conjunto de Martino no estaba asentado sobre el campo, intentando romper la dinámica con desplazamientos en largo de Mascherano buscando a los extremos, sobre todo a Alexis. La salida de balón, nuevamente, volvió a ser deficiente. Salir en largo siempre es un recurso más que loable tanto para cambiar inercias como para combatir presiones altas en momentos determinados del juego. Pero ni hay que confundir desplazamientos en largo con pelotazos sin sentido, ni hay que obviar el hecho de que un equipo que juega con Xavi e Iniesta y en el que hay 4 defensores más que correctos técnicamente con el balón en los pies, parezca tan y tan poco trabajado en la salida. Es algo que se arrastra desde hace meses pero no deja de sorprender. Si el equipo no logra generar ventajas desde atrás y se salta el peldaño de los interiores, todo es más difícil. Como resultado, el juego no solo se deja más al azar, al ida y vuelta constante -que es lo que ha ocurrido en la pasada noche en el Camp Nou- sino que el equipo defiende peor de lo que ya se presupone dadas las circunstancias y déficit estructurales.

Sintomático o no, y al margen de los problemas ya conocidos, cuando Messi tocó el primer balón a los 8 minutos y realizó una de sus jugadas irreales marca de la casa, el partido adquirió un nuevo matiz: el Barça estaba ya en el campo. Y lo demostraría con varias jugadas claras de gol, tantas como seis en 45 minutos.  En alguna de ellas debió haber marcado y solo la falta de calidad en la finalización lastró a un conjunto que había jugado a base de chispazos, con un tramo de juego bastante correcto a mitad del primer tiempo. Especialmente destacado cuando Messi lograba recibir de cara, con más espacios que en los últimos partidos tanto por la disposición de los visitantes como por los movimientos de Pedro y Alexis. Parece claro que el argentino, ante rivales así en Liga, agradece jugar con dos extremos abiertos. Pedro percute al espacio en diagonal y Alexis le limpia muchos rivales con su sacrificio a la vez que da amplitud al equipo. Los de Valverde, por su parte, contabilizaron dos ocasiones muy francas, ambas en los pies de Aduriz -chilena al palo incluida, pura plasticidad-. El delantero del Athletic estuvo en la primera parte bastante controlado y tanto Mascherano como Bartra estuvieron agresivos y contundentes en los duelos aéreos. Song también intentó echar una mano aunque su labor ahí como en todo el encuentro, fue más bien testimonial. Un jugador del que no cabe esperar mucho pero que condiciona, y no para bien, al equipo.

Tras el descanso, el anormal 0-0 sería historia. Un error de Bartra en un control no demasiado lejos de área propia lo aprovechó Muniain para robar el cuero y asistir a Aduriz, que esta vez sí, no perdonaba. Más allá del fallo del canterano, la colocación del equipo en la jugada reflejaba una cruel realidad: es probable que el Barça sea el equipo de la élite que peor funcione sin balón. Difícil encontrar un equipo que defienda tan mal. De ahí que el gol en contra no sorprendiera pero sí el resultado, ya que los de Martino habían hecho méritos para marcar. Entonces el partido entró en una catarsis de emociones en las que incluso jugaba el público, más foráneo de lo habitual al tratarse de Semana Santa. El sonido de viento por el gol en contra, algunos pañuelos a la mar, el cambio de Cesc por Xavi… Todo estaba adquiriendo unos tintes inenarrables y extraños. Rozando el drama. Sobre todo porque el Barça no se vino abajo con el 0-1 y tuvo rápidamente dos ocasiones muy claras. Pero Pedro y Messi seguían con la pólvora mojada. Valverde también había movido ficha y viendo la posibilidad de poder transitar más aún con el resultado a favor, dio paso a Mikel Rico por Erik Morán. Mikel es un especialista como llegador y limpiando las segundas jugadas. Sin embargo, inmediatamente tras el ingreso de Cesc en el campo, una buena jugada de Alves por derecha dio origen al empate de Pedro tras remate errático de Alexis. Ya decimos que el partido estaba cobrando tintes extraños. 4 minutos después, en medio del frenesí y el imparable ida y vuelta, Messi remontaba de libre directo.

Tras el gol del 10, todavía quedaban veinte minutos por jugarse. Valverde terminó arriesgando con la entrada de Beñat en lugar de Iturraspe y Toquero por Susaeta cuando ya el tiempo agonizaba, intentando exprimir el recurso del juego directo. El Barça, ya con la ventaja, lejos de poder controlar el partido, permitió que se siguiera transitando de área a área. Algo que les podría haber penalizado pero de lo que también podrían haber logrado más rédito. Laporte -hay que seguir muy de cerca a este chico- frenó de manera espectacular una grandísima jugada de Messi, Masche -¡sí, Mascherano!-, salió desde atrás en conducción tras robo y llegó a rematar desviado contra el arco defendido por Iraizoz. Y Tello, recién entrado por un combativo Alexis, tendría la sentencia. Sin embargo, sería Mikel Rico quién tendría la última gran oportunidad del encuentro con un remate plácido que Mascherano salvó bajo palos emulando a Puyol frente al Lokomotiv en 2002. Un Mascherano que llegó en 2010 como uno de los mejores especialistas del firmamento futbolístico pero que vamos a terminar desgastando como el central que no es. Su entrega nunca deja indiferente y hay que aplaudirlo, obvio. Anoche vuelve a dejar unas acciones de garra y espíritu, como aquel robo a Bendtner en 1/4 de Champions allá por 2011. Pero no es central y la pareja Bartra-Mascherano casa más bien poco.

La acción salvadora de Mascherano supuso la nota final a un partido más que entretenido y vistoso en el que el Barça se jugaba seguir luchando por la Liga. La realidad es que el equipo, a pesar de los pesares, está a un pinchazo del Atleti y del Real Madrid de depender de sí mismo para lograr el campeonato. Quizás parece una quimera hablar de ganar la Liga tanto por sensaciones recientes como por juego, pero mientras haya vida, hay esperanza. No queda otra que competir y agarrarse cuán clavo ardiendo a lo que queda. Pero esto es el Barça 2013-14, sí. Cualquiera de estas palabras puede quedar en saco roto tras el partido ante el Villarrreal. Veremos.