Fueron tres los azulgranas que, en la primera jornada del Mundial, a los que se designó como los mejores de sus respectivos partidos. Neymar en el Brasil-Croacia inaugural, Messi en el estreno de la albiceleste ante Bosnia, y Alexis Sánchez en el debut de Chile. Messi, Neymar y Alexis. La delantera más utilizada por el Barça durante la última temporada, que cuando se separa, tiene poco que ver con su versión culé. Messi tiene, como mínimo, a un compañero por delante para enviarle un balón y que éste le vuelva de cara, Neymar es el centro de la selección de Scolari -normalmente lo es conceptualmente, aunque en este Mundial lo está siendo también a nivel posicional-, y Alexis, que asume con naturalidad el papel de crack, disfruta de la libertad que le concede La Roja como si de un niño saliendo al recreo se tratara.

Suyo fue el gol que adelantó a los de Jorge Sampaoli ante Australia, pero eso es lo de menos. En Chile él es el referente. El equipo se organiza para él y juega a lo que mejor le va. No es un recurso, sino un discurso. Por eso juega lejos de los límites que marca la línea de cal, en una posición mucho más centrada que en Barcelona identificaríamos antes con Messi que con el de Tocopilla. La cal es para otros, Aránguiz y Mauricio Isla, mayormente, y si Alexis la visita es porque ahí le lleva el juego, no como una exigencia del guión. Tiene libertad para moverse y para asumir la responsabilidad, y como el comportamiento global también se despreocupa más por la posición, hay menos zonas ocupadas y, por lo tanto, más rincones que visitar. Jugando prácticamente como un segundo punta, Alexis exhibe desmarque largo, intimidación física y conducción, y con permiso del imaginativo Valdivia, es quien toma las decisiones en el ataque chileno.

Con Chile se potencian sus virtudes y se disimulan sus carencias. Tiene que fijar menos, puede moverse más, hay espacios para que su técnica tenga un segundo y un palmo de seguridad respecto a la bota del adversario y, además, las necesidades del equipo le permiten explotar un arte en el que es experto pero en el que pocas veces se ha apoyado el Barça. A duras penas alcanza el 1,70 pero Alexis Sánchez es un futbolista poderosísimo en el juego directo. No tanto en la pelea aérea sino en el rechace. Jugando de espaldas es un delantero que protege bien el cuero y da tiempo a que sus compañeros se acerquen sin poner en riesgo la posesión. Este aspecto de Alexis en particular, le dio vida a Chile cuando peor lo estaba pasando ante Australia. En este tipo de situaciones, además, el delantero saca provecho de un giro rapidísimo y que se habilita hacia cualquiera de los dos lados, y de una expresividad corta que hace muy difícil la reacción del defensor.

Ya vimos ante Holanda el daño que puede hacerle a esta España la presencia de un futbolista veloz que reciba entre líneas, proteja, conduzca y divida para unos compañeros sobre los que, muy probablemente, no habrá llegado la ayuda defensiva. Alexis, con Chile, es ese jugador. Si le buscan arriba picará a la espalda, pero si le permiten recibir a un metro del mediocentro, es capaz de inclinar la balanza a su favor. Con y sin balón. Pesa el doble.