El primer Mundial de la historia se disputó en 1930, en Uruguay. Participaron 13 equipos previa invitación del Comité de Organización: Argentina, Bélgica, Bolivia, Brasil, Chile, Estados Unidos, Francia, México, Paraguay, Perú, Rumania, Yugoslavia y los anfitriones. Cuatro años después, cuando la segunda edición se disputaba en el viejo continente (concretamente en la Italia de Mussolini) los combinados europeos fueron mayoría. Uruguay, la primera campeona, devolviendo a los europeos la jugada de cuatro años atrás, rehusó asistir, y de las 32 selecciones inscritas, las 16 clasificadas fueron Alemania, Argentina, Austria, Bélgica, Brasil, Checoslovaquia, Egipto, España, Estados Unidos, Francia, Hungría, la anfitriona Italia, Rumania, Suecia, Suiza y Holanda. Los tulipanes, que caerían ante Suiza en el primer partido, quedando así eliminados a las primeras de cambio, repetirían en el 38, en Francia, donde otra vez sólo pudieron disputar un único partido (derrota por 3-0 ante Checoslovaquia).

Treintaiséis años pasarían hasta que Holanda volviera a un Mundial, pero bajo la dirección de Rinus Michels, y con Johan Cruyff como máxima estrella, el retorno de la orange fue una verdadera revolución. La llamada Naranja Mecánica y su fútbol total, impactó por su derroche físico, su orden táctico y su tratamiento de los espacios. Defendían juntos, presionando por todo el campo, y atacaban en avalancha. Los defensas y los medios se incorporaban desde atrás, los extremos abrían el campo primero y se internaban en el área después, cuando el centro llegaba desde el lado contrario, mientras Cruyff volaba libre. En el estricto orden de Michels, Johan era el cabo suelto, la concesión al genio. Podía aparecer en cualquier parte, reclamar el cuero y ordenarlo todo desde su posición. Incluso como último hombre para verlo todo de cara. Pese a los más de treinta años de ausencia de la selección holandesa en la Copa del Mundo, no puede decirse que su gran papel fuera una sorpresa. A principios de los 70, el fútbol holandés acumuló hasta 4 Copas de Europa, una para el Feyenoord y otras tres para el Ajax de Cruyff. La primera de los ajacied, con Rinus Michels como entrenador. Los éxitos de los de Amsterdam y el impacto de la selección del 74, contribuyeron decisivamente a construir la personalidad e identidad futbolística holandesa.

Como todo, ésta también tiene su arqueología. Concretamente, cabría remontarse a la figura de Jack Reynolds, un discreto futbolista inglés del que se dice que, como entrenador, sentó las bases de lo que más tarde sería la obra de Michels y Cruyff. Su nacionalidad no es baladí, pues Reynolds, procedente de la cuna del balompié, llegó en 1915 a un fútbol holandés todavía amateur. Fue seleccionador holandés, y dirigió al Ajax un total de 24 temporadas repartidas en tres etapas, tiempo más que suficiente para profesionalizar el club e implantar un mismo método de trabajo tanto para el primer equipo como para las categorías inferiores. Su tercera etapa en el club transcurrió entre 1945 y 1947, y en junio del 46 debutaba en el primer equipo un joven y prometedor delantero, un tal Rinus Michels.

Después del Ajax, Michels entrenaría al Barça, donde volvió a coincidir con Cruyff. La primera semilla. Juntos ganaron una Liga y una Copa del Rey. Más tarde, en el 84, volvió a asumir la dirección de la selección holandesa. Habían pasado diez años desde su Naranja Mecánica y la dolorosa derrota ante Alemania en la final. Ya no estaban Cruyff, ni Rep, Resenbrink, Neskeens o Krol, a quienes habían sustituido Koeman, Rijkaard, Gullit o Van Basten, hijos del germen que se plantó entonces. Fueron estos los que pudieron vengarse de los alemanes en el 88, apeándolos de las semifinales de una Eurocopa que sería orange. Michels, perdedor una década atrás, ahora vencía. Fue el mismo verano en el que Johan Cruyff, entrenador del Ajax, se incorporaba de nuevo al Barça, en esta ocasión, como entrenador del primer equipo.

El Flaco aterrizó en un Barcelona azotado por una de las mayores crisis que ha sufrido la institución. El conflicto entre los jugadores y la directiva era tal, que la plantilla llegó a amotinarse. Ante este escenario, a Cruyff le dieron plenos poderes para que emprendiera su revolución. En momentos difíciles es cuando resulta más difícil tomar decisiones, pero Johan las quería tomar todas. Limpió la plantilla, marcó la línea en el fútbol base y empezó a incorporar las piezas que le debían permitir llevar a cabo su plan. Un plan que no era fácil, no sólo a la hora de aplicarse, sino incluso de creerse. Durante aquella primera pretemporada, el equipo prácticamente disputó un partido amistoso al día para que la plantilla incorporara y se familiarizara con las novedades introducidas por Cruyff. Formado futbolísticamente en el Ajax de Amsterdam, y máxima estrella de la Holanda del 74, es importante reparar en el papel de Cruyff en ambos conjuntos para entender el desarrollo de su propuesta como técnico. Johan en los conjuntos de Michels era el único que volaba libre entre un orden, por otro lado, casi matemático. La licencia creativa, quien podía salirse del guión.

Seguramente, no ha habido otro entrenador que potenciara como Cruyff el talento puro. El rigor posicional de Michels y los principios del juego de posición de la escuela holandesa, al servicio de la expresión creativa. Revolucionario en el discurso y la gestión del entorno, apunto estuvo de ser destituido en su segunda temporada como técnico azulgrana, pero una final de Copa del Rey resuelta con goles de Guillermo Amor y Julio Salinas, le permitió seguir en el cargo. A partir de ahí, cuatro campeonatos de Liga consecutivos, la primera Copa de Europa de la historia del club y el mejor fútbol visto hasta entonces en el Camp Nou. La propuesta del Dream Team, estimulante y protagonista, convenció a los más escépticos y enamoró a propios y extraños. Con defensa de tres los primeros años y de cuatro al final, laterales rápidos y férreos en la marca, Koeman saliendo limpio, Guardiola a partir del 91 como centro estratégico del tablero, el equilibrio de Amor, la inteligencia de Txiki, la amplitud de Goikoetxea, la agresiva profundidad de Hristo Stoichkov, la brillantez de Laudrup o el pase atrás de Bakero. Jose Mari, incomprendido primero y respetado después, cumplía un rol importantísimo en el sistema. Aunque muchos señalaran la figura del 4 o el falso nueve, a Cruyff le gustaba decir que la verdadera clave del equipo era la posición del 6. Situado en la mediapunta, era el encargado de recibir el balón de espaldas y devolverlo de cara al compañero. Quien posibilitaba el cambio de ritmo de la circulación.

Mientras esto pasaba en Barcelona, en Amsterdam un joven Louis van Gaal, tomaba el relevo de Leo Beenhakker. Canterano del Ajax al que Cruyff cerró las puertas del primer equipo, tras la vuelta de Beenhakker a España, Louis asumía las riendas ahora como técnico. A él le tocó ir dándole forma a un proyecto nuevo, y si algo se le da bien a Van Gaal es eso. Acertó con las incorporaciones y, sobretodo, detectó con ojo clínico el talento en las categorías inferiores para conformar uno de los equipos más impactantes para una generación entera. Y todo con una media de edad que no superaba los 25 años pese al regreso de un laureado y veterano Frank Rijkaard. Van der Sar, Reiziger, Blind, Seedorf, Davids, los hermanos de Boer, Finidi, Overmars, Kanu, Kluivert, Litmanen… El finlandés, goleador a menudo en un equipo que no siempre jugaba con un nueve, situado en la mediapunta era el Bakero del Ajax de Van Gaal. El que tocaba de espaldas y servía de cara, el que llegaba sin avisar cuando no se le esperaba. Aquel Ajax ganó una Copa de Europa al todopoderoso Milan, dio para el fútbol un ramillete de futbolistas protagonistas en el continente durante más de una década e impresionó a aficionados y profesionales. Tras la salida de Cruyff del Barça y después de la convulsa temporada con Robson como técnico culé, el propio Pep Guardiola reconocería que si permaneció en el club fue para poder ser entrenado por el autor de tan maravillosa obra. Un equipo que irradiaba modernidad. Móvil, físico, intenso, técnico y tremendamente ofensivo.

La escuela de Michels, la de Reynolds, la de Cruyff, a las puertas del nuevo milenio. Surgidos ambos de la misma semilla, los equipos de Johan y Louis tienen puntos de diferencia irreconciliables. Donde Cruyff era la intuición, Van Gaal fue el método. Puso el juego por escrito (y nunca mejor dicho). Por eso, mientras seguir al Flaco es prácticamente una operación suicida porque nadie tiene su talento tomando decisiones, de Van Gaal es más fácil aprender. Dos de los que más lo han hecho son, ahora mismo, las grandes referencias en los banquillos. Van Gaal es escuela. O mejor dicho, maestro de una escuela que dura un siglo, y a la que vuelve a agarrarse Holanda para empezar su nuevo ciclo. Louis no se irá sin dejar algo. Nunca lo ha hecho.