Cesc y Alexis: Algo más que un adiós

Con la despedida de Alexis Sánchez y de Cesc Fábregas el Camp Nou cierra, para bien o para mal, una de las etapas más confusas de su historia reciente pero, además, le dice adiós al último rastro de la herencia de Pep Guardiola. Ambos jugadores simbolizan uno de los aspectos más ignorados del noi de Santpedor: su inequívoca voluntad de progreso. Es curioso que tanto los críticos de Pep como alguno de sus más furibundos defensores coincidan en esencializar su legado, negándole a «los de fuera» el derecho a enriquecer el modelo con sus propias ideas. Triste paradoja; Pep, por puro temperamento, jamás habría aceptado el inmovilismo de alguno de sus defensores. De hecho, Alexis y Cesc aterrizaron en Can Barça allá por 2011, cuando el equipo parecía funcionar a pleno rendimiento. No sabemos si el cuerpo técnico pretendía aprovechar su velocidad para complementar un sistema de juego que comenzaba a asfixiarse en la horizontal, o si Guardiola ya intuía que era inevitable un período de transición marcado por la distancia entre líneas. En cualquier caso, cabe sugerir que la evolución que representaban Alexis y Cesc devino fallida o, siendo más preciso, incompleta.

Y digo incompleta porque el equipo se ha quedado atrapado en algún lugar difícil de precisar, marcado por la eterna nostalgia del reinado de Xavi y Messi. Sin embargo, muchas de las fases más convincentes del Barça de los últimos años se han visto marcadas por la silenciosa hegemonía de Cesc y Alexis. Si nos centramos en la era Martino, vimos la mejor versión del equipo durante la lesión de Messi, con Cesc flotando en la mediapunta y Alexis libre para correr por todo el frente del ataque.  Pero las virtudes de la verticalidad jamás terminaron de aceptarse en parte del entorno, ni siquiera como complemento, y escindido entre Caribdis y Escila, el equipo fue perdiendo cualquier identidad reconocible. Alexis y Cesc ofrecieron suficientes argumentos para tener en cuenta su aportación, pero al primero no le bastaron los goles para tapar su escasa adecuación al sistema, y al segundo pocos le perdonaron ser un poco más impreciso que el centrocampista más influyente de la historia.

Con ambos jugadores se nos va un pedazo de Guardiola, acaso el último jirón de su legado. Nunca estaremos seguros de qué pretendía Pep fichando a dos jugadores tan ajenos al sistema de posesión perpetua que Leo hacía viable y Xavi tiranizaba, pero lo cierto es que no ha funcionado. Y sin embargo, ahora que el Barça repite la jugada con Rakitic y Luis Suárez,  un lanzador de contragolpes y un experto en la ruptura, no puedo dejar de sentir que Pep había anticipado el desarrollo del equipo y que había intentado establecer los mimbres para su renacimiento. Tres años después, lo que pudo haber sido una evolución suave se convierte en un salto al vacío cargado de incógnitas. Solo nos queda desear que Alexis y Cesc, dos de los mejores especialistas del mundo, encuentren en la Premier el contexto que el Barça no pudo -o no quiso- darles.