Lo único  bueno de éste artículo  es que nace sin pensar ni inspirarme en el mundo del fútbol, en absurdas metodologías, científicos datos concretamente demostrables u opiniones «de sectas» que pretenden encontrar la verdad demostrada. Nace de declaraciones de artistas, poetas, bailaores, genios en general, que han manifestado en alguna ocasión y ese hecho manifestado es extrapolable a éste mundo futbolístico nuestro a través de éstas líneas  con alguna o ninguna exactitud. Hace unos meses leí unas declaraciones de Farruquito en las que decía «…esta propuesta es de lo más fácil y difícil que he hecho. Fácil porque cuento solo con 7 personas que me acompañan. No tiene coreografía de la que debe deba estar pendiente ni música fija, es todo libertad. Difícil por lo mismo que acabo de decir. Esas 7 personas hacen su música libremente y yo la bailo con más libertad aún. Hacer que esos sentimientos se unan cada vez es muy difícil. El público ve un espectáculo distinto en cada actuación (…) así que ni yo sé qué vamos a hacer…«

Hoy día en este fútbol estudiado, trabajado, atentando de hacerlo ciencia, hay quienes le dan más importancia a la pizarra, la estrategia, el consumo de oxígeno, la distancia recorrida en un partido, la creación y/o ocupación de pasillos interiores, haciendo del tacticismo una religión donde se pretende desentender al jugador del juego, simplemente que trabaje, sea agresivo, intenso, y que cumpla SU función no la suya, el jugador que entra en contacto con el balón puede atender a su inspiración o elegir una de las varias opciones precalentadas en los entrenamientos. Coartado por la responsabilidad competitiva, el futbolista suele escapar al riesgo de lo desconocido y busca auxilio en el guión previsto. En realidad, le pone la técnica al cerebro del entrenador.

​Intensamente no nos atrevemos a orientarnos bajo la brújula de aquel que no la necesita para existir dentro del campo, aquel jugador distinto, la figura del diferente, del rebelde, de aquel que para creer mejorarlo y por lo tanto para entenderlo pretendemos amoldarlo en base a nuestras falsas creencias constituidas de falsas verdades, en las que sí éste tipo de jugadores no las llevan a cabo son los primeros en salir de la ilogidad lógica dentro del terreno de juego. Le pedimos que corra más «porque no corre», que no se complique, «porque pone en peligro la estabilidad del equipo» cuando es todo lo contrario, para el complicársela es jugar como se pide a 2 toques para dar más velocidad al juego, cuando al recibir la pelota ya ha creado más y mejores jugadas que las automatizadas por aquel que le pide y se empeña en que no sea él privándole de su identidad. También «erran a nivel táctico» ya que entorpecen el juego (incierto e impreciso), su juego deja de ser aire imprevisible dentro de un trabajo automatizado atentando así la cognición del espeso aire enquistado que asola el terreno de juego.

Para mejorar este desorden táctico, todos aquellos que osan a cambiar tal mal le dan preferencia a situaciones, desargumentos o causas que ellos creen manejar y reniegan de aquellas que escapan de su control. Confiados y afincados en la necedad del estanque del pantano de sus pensamientos, temen abrir la compuerta que haga desaparecer el agua ensuciada del olvido.

Formamos parte de una sociedad donde nos hacemos fuertes y creíbles si ganamos, yendo partido a partido, o creyendo que al haber realizado un cambio táctico y haber dado la orden en un momento inadecuado, lo adecuamos al instante casual que nos resulta positivo y ganador. Cambia mucho el cuento si ganamos en el último minuto y engordamos nuestro ego diciendo «todo salió perfecto porque supe leer bien el partido» u otro argumento de peso que da lógica a ese instante de descontrolado control como el que hemos escuchado «…todo sucedió como pensé que sucedería…»

Sí por el contrario » te olvidaste de leer», los chavales no interpretaron bien los objetivos de la semana. Se puede dar el caso del enfrentamiento de dos equipos tácticamente perfectos y bien trabajados, es tal a la imperfección de la que hacen gala, debido a que tales equipos solo son ejecutados a través de las cabezas de sus entrenadores que tenderán a anular el talento aquel imposible de apreciar ni intuir aquellos que planificaron el partido el lunes. El talento no nace a partir del centro del campo o como mejor dicen los que saben a partir de las zonas de creación y finalización, el talento es talento porque surge para evidenciar que cualquier planificación construida sin contar con él no es más que una mera subordinación constituida por alguno que basa su metodología en tenerlo todo controlado, para no ser sorprendido.

¿Por qué nos encantan y se harán eternos Rimbaud, Alberti, Iniesta, Neruda, Borges, Gotze, Miró, Lorca, Ozil, Tchaikovsky, Riquelme, Mozart, Messi, Maradona o Camarón?

Porque simplemente se escapan a cualquier lógica en la que descansan las mentes de un estanque donde para seguir existiendo ofrecen el argumento de «son la excepción»

Por esto, quiero concluir que seguro a lo largo de nuestras carreras como entrenadores tengamos la suerte de encontrarnos un regalo/s de este tipo de jugador/es, no queramos entenderlo, simplemente queràmoslo. Por favor no queramos mejorarlos con nuestras herramientas para mejorar, dejémoslo que sean nuestra herramienta, si a un bonsai la cambias su tiesto crece. Disfrutémoslo cada momento que nos ofrece y pidàmosle que nos den muchos momentos.

Hagamos del incomprendido una raza y no una especie en extinción.