LA PRIMAVERA LLEGÓ EN EL GAMPER

William Sidney Porter, más conocido como O´Henry, se hizo famoso gracias a sus «trick story», relatos construídos en función de una revelación final cuyo efecto sorpresivo potencia el efecto general del texto. Pero O´Henry fue algo más que un cultor del giro imprevisto, y en sus cuentos abundan vívidos retratos y observaciones precisas, talentos de los que suelen carecer sus imitadores, más consagrados al puro efectismo. En Primavera à la carte, relato incluído en Cuentos de Nueva York, O´Henry desnuda las engañosas certidumbres del calendario.

Y entonces el calendario mintió y dijo que había llegado la primavera. La primavera llega cuando llega. Las heladas nieves de enero yacían aún inexorables en las calles suburbanas (…) Los hombres empezaron a firmar pagarés a treinta días para comprar vestidos de Pascua. Los conserjes cerraron la calefacción. Y cuando suceden esas cosas, se advierte que la ciudad aún está en las garras del invierno

Todos los años, durante los partidos de pretemporada, surge un debate inevitable. Algunos observadores, quizá los más analíticos y mesurados, insisten en que lo visto en agosto no sirve para sacar conclusiones, más allá de alguna pincelada referente a las intenciones tácticas y a los estados de forma. Otros, probablemente ansiosos e imprecisos, abordamos el debate desde el ángulo opuesto: la pretemporada no es un paréntesis limpio que separa temporadas, sino el segmento de descanso que une dos períodos de actividad intensa, y a través de los meses de verano se ponen en comunicación el final del primer período con el principio del segundo. Así lo creo yo, por lo menos, y considero lícito extraer conclusiones de cualquier partido, puesto que la exposición pública de principios tácticos forma parte necesaria de los planes del cuerpo técnico y, más aún, los jugadores que no demuestren el nivel apetecido corren el peligro de comenzar la nueva temporada desde una posición subordinada. El caso de Deulofeu es ilustrativo al respecto.

Así que, parafraseando a O´Henry, podríamos decir que la temporada llega cuando llega. No nos dejemos engañar por el calendario. El Barça está jugándose muchas cosas, tantas como que en el Gamper hemos asistido, probablemente, a la última gran disputa veraniega por ganarse un puesto entre los jugadores de primera rotación de Lucho. No conviene exagerar, lo concedo, la relevancia de las conclusiones, pero aquilatemos las briznas de información que nos deja la renovada competencia interna dentro de la plantilla. Y alegrémonos, sobre todo, de que una generación pujante -aire fresco, por fin- pida paso en Barça. Promesas, sí… solo promesas. Pero puede que, dentro de unos cuantos años, nos demos cuenta de que la primavera llegó al Camp Nou en un Gamper como cualquier otro, cuando Sergi Samper y Rafa Márquez compartieron la breve historia de una tibia noche de agosto.

Antes de Samper, eso sí, pasaron unas cuantas cosas, y tenemos que contarlas. El Club León de Rafa Márquez propuso más bien poco, y su temblorosa salida de balón le facilitó exageradamente las cosas al Barça. Los primeros quince minutos están marcados por la asociación de Leo y Neymar, el primer jalón en el que debemos detenernos. Con Rafinha ocupando el carril derecho del ataque, Messi arrancó de media punta clásico con dos referencias móviles por delante, en una situación que recuerda más a la Argentina de Sabella que al Barça de este milenio. Se confirman las sensaciones de los partidos precedentes -¿ven cómo las pretemporadas van dejando migajas que merece la pena recoger?-, y la tripleta ofensiva se orienta hacia la actividad interior. El comportamiento que más deja para el análisis es el de Neymar que, muy liberado, alternó con acierto la ruptura y el apoyo, aunque aún no está fino en el desborde. Leo y Ney se buscaron a menudo, denotando cierta voluntad de asociación en la que Rafinha, pese a su abrumadora calidad, no terminó de integrarse. Quizá le faltó un puntito de egoísmo en alguna jugada.

En las noticias positivas de la primera parte habría que destacar a Mathieu y a Rakitic. El francés exhibió su velocidad y anticipación dominando cualquier jugada que caía por su zona. Su rendimiento fue excepcional, coronado por la frialdad que le caracteriza, tanto a la hora de sacar el balón como de sumarse al ataque. Una actuación de las que ganan minutos, incluso en un contexto de escasa exigencia. El caso de Rakitic tiene más miga. El croata jugó un partido muy notable, quizá marcado por su dominio de los conceptos y por la sencillez con la que se desenvuelve. Rakitic acelera la jugada cuando procede -espléndido pase a Alves en el primer gol de Munir-, no duda en armar el disparo y es un activo indiscutible en la presión avanzada. Su labor en la defensa posicional también fue provechosa, hasta el punto de que parecen resultarle naturales las tareas propias de un interior de formación. Sin embargo, al menos en el partido de ayer, todo el mediocampo culé está condicionado por el muy deficiente rendimiento de Sergio Busquets, cuya valoración nos permitirá enmarcar plenamente la de Rakitic.

En esta página ya hemos comentado nuestras dudas respecto de la adecuación de Busquets a un entorno más posicional que agresivo, pero su desempeño frente al León rozó, discúlpenme la hipérbole, la inconsciencia. En el plano táctico el Barça intenta recuperar el balón tras pérdida con una cuota de agresividad suficiente para provocar situaciones de robo, pero no lo bastante intensa como para regalarle al rival todas las autopistas para el contragolpe. Si precisamos más, el 4-3-3 -o 4-3-1-2, según juzguemos el rol de Messi- se transforma en un 4-1-4-1 cuando el robo avanzado no es posible y toca establecer defensa posicional. En este contexto, en el que la paciencia y los conceptos defensivos se imponen a la velocidad de piernas, Sergio Busquets se convierte en una debilidad manifiesta. El de Badía salta a la presión por sistema, incluso en momentos en los que ni hay peligro ni opción de robo, creando desajustes que si el Club León es capaz de explotar, frente a un rival de elite podrían suponer situaciones de pre-gol. Esta incapacidad de Busquets para modificar su comportamiento se ve ligeramente mitigada por el sorprendente talento defensivo de Rakitic, bien dispuesto a proteger al pivote, y consistente en las disputas por los balones sueltos en la frontal. Esta virtud de Ivan no por inesperada es menos bienvenida, aunque retrata más a Busquets de lo que enaltece al croata.

Muy preocupante la situación del nuevo 5 blaugrana, que tampocó aportó demasiado en salida. Tras el primer cuarto de hora, dominado por Neymar y Mathieu, el Club León ajustó las marcas, ensució las recepciones de Messi y, sin mucho más, puso al aire las costuras de la circulación de balón culé. Sorprende que Iniesta y Rakitic jueguen bastante cerrados y casi en paralelo, dejando a Messi casi toda la responsabilidad de escalonarse en las primeras fases de la creación de ventajas. Los laterales tampoco cumplieron un papel relevante, quizá porque Neymar, Leo y Rafinha se bastaban para desbordar a su par. Uno de los mecanismos de salida de balón más reiterados nos recordó al papel de Alexis en 2014: el extremo -en posición de «doble nueve»- baja a zona de tres cuartos justo cuando el lateral le dobla para distraer marcas, se gira y busca a uno de los interiores. Si hay posibilidad de aprovechar un desmarque, se intenta finalizar la jugada de inmediato. Si se establece fase posicional, el papel de Dani Alves deviene crucial, así como la infinita capacidad de Messi -y en buena medida de Rafinha- para limpiar rivales en el espacio corto. No se observa una intención firme de girar al rival haciéndole bascular de banda a banda, de suerte que el juego entre líneas parece imponerse como el primer gran argumento del equipo.

Como se dijo, el Club León logró enturbiar la salida del balón con cierta facilidad, ralentizando el ritmo de la primera parte. Los efectos de la ligeramente mejorada presión de los mexicanos apenas supuso una distracción para el Barça, pero deja abierto un interrogante más que severo frente a rivales de elite, especialmente si Busquets se mantiene en el confuso rol que hasta ahora ha interpretado. Quizá sospechemos, y creo que es forzoso hacerlo, que Mascherano engrosaría ese 4-1-4-1 hasta hacerlo sostenible, aunque en la segunda parte asistimos a un espectáculo totalmente diferente, marcado por la presencia de Sergi Samper y de Munir. El delantero ya ha dejado muestras de su talento y compromiso durante toda la pretemporada, y ayer solamente confirmó dos de sus virtudes más notables: el acierto en el desmarque y la sensibilidad en el remate. Quizá su tipología física y regate nos haga pensar en un extremo de desborde, pero la profundidad y precisión de sus movimientos parece situarnos ante un nueve capaz de cubrir todo el frente de ataque.

Habría más cosas que comentar -Sandro, Montoya o Bartra dejaron buenas sensaciones; de Luis Suárez poco podríamos decir-, pero quisiera terminar con la más importante, y la que más puede amenazar las jerarquías «económicas» del vestuario del Barça. En cuanto Sergi Samper tocó balón, las expectativas, que ya se habían convertido en certezas, cotizaron aún más alto y apuntaron directamente al imperio de Sergio Busquets. Porque Busquets, genio insuperable como escudero del mejor Xavi, palidece cuando se compara a un centrocampista clásico como Samper, quizá, desde Pep Guardiola, el primer cuatro con voluntad de organizador que se ha impuesto en la Masía. Samper, que salió al campo, precisamente, junto a Xavi, impartió un clinic en el que mezcló rango de pase, giro, regate, pausa, aceleración y capacidad para entorpecer al rival sin comprometer su posición. Xavi, por cierto, le asistió con la serena maestría que jamás perderá mientras el ritmo del partido no le supere, y Rafinha le ofreció constantes opciones de juego entre líneas.

La exhibición de Samper nos obliga a incluirle en la terna de candidatos, cuando menos teóricos, al pivote blaugrana. Busquets, Mascherano y Samper, tres jugadores tan diferentes que alinearles acarrea decisiones trascendentes respecto al estilo de juego. ¿Qué implicaciones tiene para el Barça optar por cada uno de los tres? ¿En qué condiciones pueden aprovecharse sus virtudes y minimizarse sus limitaciones? Es cierto, no se pueden sacar conclusiones apresuradas de un partido de pretemporada; y aún así… tengo la impresión de que no será la última vez que nos planteemos este debate.