Esta vez no fue una piedra en el camino la que se encontró el Barça en el Madrigal sino una formación rocosa creada por Marcelino que abarcaba toda la frontal amarilla. Y no quedó otra que agarrar el pico y la pala y tirar de riñones. Tremendo el nivel de intensidad y ritmo de ambos equipos, impropio para estar a finales de agosto. Máxima exigencia desde el minuto 1.

Salía Luis Enrique con un once muy en la línea del de la jornada anterior. Bravo bajo los palos, línea de cuatro con Mathieu y Piqué escoltados por Alves y Alba en las bandas, el triángulo Busquets, Rakitic y Rafinha en el centro del campo y arriba Munir, Pedro y Leo. Las novedades, observar el estado de Piqué, el nivel de Pedro y la capacidad de Rafinha desde el interior izquierdo. De las tres, solamente Gerard aprobó con nota.

Los groguets plantaron 2 líneas de 4 muy juntas negando cualquier espacio entre ambas en la zona central, regalando las bandas y sin cometer apenas fallos posicionales. La historia repetida en muchos otros partidos a la que se tenían que enfrentar los de Lucho. Los problemas eran también los de siempre: las dificultades para generar ocasiones y pisar el área y las contras rivales. El Villarreal era un equipo preparado para ello: la calidad de Cani para ejercer de lanzador, la velocidad de Cheryshev y la inteligencia de movimientos de Giovani. El FCB mandó a los laterales arriba centrando a los 3 delanteros en un 2+1 -probablemente la estructura base de esta temporada- y los interiores muy abiertos, siendo los garantes de la transición defensiva.

Dani Alves fue el mayor argumento ofensivo azulgrana en la primera parte. Dispuso de todo el espacio y el tiempo posible, una autopista de 4 carriles para él solo, y como viene siendo habitual, no supo tomar buenas decisiones ni manejar la pausa. Esa ventaja pueda ser gestionada no únicamente con centros sino siendo el punto de apoyo bajo el cual el equipo se pueda instalar en la frontal. Si no existe un Messi cercano, Dani ni contempla la asociación -véase los desdobles de Rakitic-.

La lateralización de los interiores -ambos en el partido de hoy- tiene dos vertientes totalmente opuestas. Por un lado no se acercan a la frontal y obligan a una circulación del balón alejada del área contraria, otorgando al rival mayor tiempo para la basculación y ajustes zonales. En esa posición tampoco crean superioridades y todo queda en manos de Leo. Pero claro, luego está la otra cara de la luna, la brillante. 45′ de transición defensiva cuasi perfecta, con un Busquets más entonado acompañado por dos lugartenientes -Rakitic y Rafinha- derrochando esfuerzo y compromiso. Un lujo para Bravo y los centrales. Y hablando de centrales y de dos caras, Mathieu, eficaz fuera del área pero inocente y poco contundente dentro de ella por no decir blando.

La segunda parte arrancó con un par de llegadas peligrosas del Villarreal aunque en cuestión de minutos todo volvió a la ‘normalidad’ del primer tiempo, con los mismos problemas y las mismas virtudes. En el 58′ entró Neymar por Munir -muy desconectado- y las sensaciones empezaron a cambiar. El brasileño era una nueva distracción para Bruno y Pina y Leo empezó a encontrar espacios y un socio en el gallo. Rafinha se acercó más a la frontal, obligado por los vuelos de Ney y se empezó a abrir el partido. El Villarreal ahora sí lograba salir con velocidad y hombres y el Barça pisaba el área.

Pedro -cuya aportación fue escasa- dejó su puesto a Sandro en el 69′, el perfil más rematador del banquillo y cinco minutos después entraba Xavi por Rafinha, ocupando el interior derecho y llevando a Ivan al sector izquierdo. El encuentro rompió del todo, ocasiones por ambos lados se sucedían, así que mandaba la pegada. Neymar agarró el esférico, sacó la escuadra y el cartabón, filtró un pase a Leo cerca del piquito del área chica. Messi viró la nave a babor, luego a estribor, bailó al son de Gardel, con el exterior de la siniestra rasgó la sotana de Asenjo y emergió Sandro, el picapedrero de la cantera a un palmo de la cal, para dar la última palada. Gol de tres puntos.

Los últimos minutos con los locales volcados en busca del empate no fueron bien gestionados por los blaugranas. Estaba Xavi en el campo pero escasos fueron los momentos de control y orden y se merodeó más el área de Bravo que en todo el partido. Faltó tranquilidad y posiblemente galones.

En definitiva, victoria ante un rival muy complicado que exigió mucho a los culés. Lucho parece querer construir su equipo desde atrás, a través de la seguridad y estos primeros pasos parecen firmes. Eso sí, deberán ir acompañados de una mejora ostensible en ataque estático, puesto que el muro de hoy será el de casi todas las jornadas. Y si hay que picar piedra, a arremangarse toca.