El ideal del Barça de Guardiola siempre contempla que uno de los mejores remedios para cuidar la transición defensiva es cerrar a uno de los laterales. Es decir, jugar con uno largo– Alves– para que otro– Abidal– guarde más su posición y se convierta prácticamente en un tercer central. Dentro del perfil, el francés sublimó ese rol gracias a su velocidad, que le permitía no ser superado por su marca, y a su talento defensivo, que tenía a raudales.

Desde que Guardiola se fue y Abidal cayó de nuevo enfermo, es habitual que el Barça disponga de dos laterales ofensivos, gracias al fichaje de Jordi Alba. El ex del Valencia, mediapunta de formación y lateral reconvertido por Emery, se adaptó con buen tono al Barça de Vilanova y conjugó rachas de muy buen juego con otras de un nivel más discreto. Su punto más alto desde que aterrizó en el Camp Nou fue en ese mes de enero de 2013, en el que el Barça de los centrocampistas de Tito se exhibió recuperando el nivel de antaño.

Con el centro del campo poblado y la fórmula funcionando, lo cierto es que el Barça encontró la manera de darle sentido a la propuesta, que pretendía encajar a dos laterales – Alves y Alba– que les gusta de fijar arriba y llegar a línea de fondo. En este sentido, Vilanova optó por sacrificar a otro defensa para introducirlo en el ataque como un extremo más. Sumado al dominio de los centrocampistas, el equipo entero encontraba la pausa necesaria para asentar la posesión arriba y controlar la transición defensiva. Los laterales sumaban más que restaban, y el colectivo no sufría tanto por su espalda porque lograba el dominio territorial.

Hasta que enero pasó, Vilanova se marchó a Nueva York para curarse de su enfermedad y ese Barça, cayó. Alves y Alba volvieron a coincidir a finales de aquella temporada y también con el Tata, pero las lesiones del segundo hicieron que Martino apostara bastante por la figura de Adriano, más fiable en tareas defensivas y menos alegre en el ataque.

Con Luis Enrique, sin embargo, el protagonismo de los laterales ha vuelto a subir exponencialmente, ya sea para bien o para mal. Cuando el Barça es capaz de dominar los partidos y proyectarse en todo su esplendor, el equipo se asienta en un 1-2-3-5 con los laterales muy arriba. En esta ocasión, no obstante, Luis Enrique ha abierto a los interiores para controlar su espalda en vez de sacrificar un atacante para dar entrada a un centrocampista. En la Liga ha funcionado de sobras, pero en París este dibujo se tornó prácticamente insostenible.

En este contexto salta a la vista la figura de Mathieu. Titular por primera vez como lateral ante el Rayo, su pasado en el Valencia le atribuyen unas características muy ofensivas cuando pisa zonas exteriores. A pesar de su sobriedad defensiva como central, cuando juega como lateral tiende a proyectarse mucho al ataque, con la intención de llegar a línea de fondo. En Vallecas le faltó finura en el último pase, pero también fue capaz de exhibir esa sobriedad defensiva de la que Jordi Alba carece o, al menos, aún no ha demostrado esta temporada.

El francés puede presentarse como solución de urgencia ante contextos exigentes, como así también lo puede ser un futbolista como Adriano. Ambidiestro que puede jugar en ambas bandas, el brasileño dio un paso adelante con Vilanova que le consolidó como un defensa muy competente. El ex del Sevilla, a pesar de sus lesiones musculares, ha demostrado ser un lateral capaz de cerrar su banda como un central más, debido a su velocidad y su concentración en el marcaje, además de sus incorporaciones al ataque, en las que exhibe un buen pie en el tiro exterior y una más que interesante capacidad para asociarse.

El libreto de Luis Enrique siempre ha contemplado con buenos ojos los beneficios de complementar dos laterales ofensivos, y el técnico asturiano ha demostrado que le renta sobradamante a pesar de los posibles desajustes defensivos que puedan provocar. No obstante, a Luis Enrique tampoco se le han caído los anillos cuando ha tenido que buscar algún recurso diferente en estas posiciones, como bien lo fue la entrada de Muniesa– central de formación– en el lateral. Para estas situaciones, la solución– debe pensar el técnico azulgrana– pasa por encontrar un híbrido.