CON LA MUERTE EN LOS TALONES

Qué duda cabe que Paco Jémez, aun teniendo áurea de estrella de Hollywood, no dispone del carisma, ni de la riqueza capilar de Cary Grant, pero su Rayo esta tarde ha emulado al actor norteamericano, durante una de las mejores películas de Hitchcock que se recuerdan. Aunque a diferencia de en dicho film, donde el protagonista no sólo se salva, si no que rescata y enamora a la chica, la escuadra de Paco Jémez escribe su Crónica de una muerte anunciada, desde el minuto uno de partido.

Podremos debatir ad eternum si la apuesta de Jémez es la adecuada, si no deja de ser una propuesta tan bonita como irreal y poco competitiva ante equipos como el azulgrana. Pero yo me quedo con que año tras año, el equipo del cordobés, no sólo se mantiene en Primera, con uno de los presupuestos más bajos de la historia reciente de la División de Honor, sino que enamora. Y para ello, salir a morir en partidos como el de hoy, es probablemente el peaje a pagar, para que sus pupilos no duden de su puesta en escena y puedan llevarla a cabo con la misma solvencia pero con mejor resultado, ante onces más terrenales que al que hoy se enfrentaban.

Para su entrenador, esto se trata de una guerra, la guerra de la permanencia apostando por el buen juego, y para creer que eso es factible, no se puede tener una cara determinada en la batalla ante ciertos equipos o escenarios y otra muy distinta en otras circunstancias. Para tener fe ciega en su modelo, el Rayo debe ser uno, único, reconocible y, a los hechos me remito, aunque hoy pueda sonar mal decirlo, efectivo.

De hecho cabe decir que el partido ha estado donde el Rayo quería; desordenado, el acierto cara a portería decidiría el mismo, no había lugar para el control de todos los factores. La capacidad del equipo vallecano para llenar el centro del campo e incluso la inmediaciones del área culé, tanto de efectivos, como de minas antipersona, eran un reto intelectual hacia el rival, una forma de indicarle que podía derribar su casa con dos pases, pero que el fútbol control estaba vetado hoy. Alguno se acordaría del Barça del Tata el año pasado. El tiempo es un juez implacable…

Pero volvamos al comienzo, a la salida de vestuarios. Esta tarde en Vallecas llamaban especialmente la atención tres piezas determinadas en el once culé. Por un lado la defensa, con la pareja de centrales y quaterbacks hoy, Piqué y Bartra. Y un Mathieu que volvía a sus orígenes valencianos, sustituyendo a Alba como lateral izquierdo y, por qué no decirlo, recordándono a algunos a ese gran central lateral que fue el también francés, Eric Abidal. Consistencia defensiva desde la banda izquierda, a la vez que un desborde y desdoblamiento sobre la espalda de Neymar casi continuo. Verdaderamente acertado hoy en su nuevo role Jérémy.

Y la otra pieza que podía llamar la atención de salida era la apuesta, en un campo donde el año pasado se goleó, pero se perdió el santo grial de la posesión, nótese la ironía, por la veteranía de Xavi Hernández. en detrimento de uno de los nuevos ídolos culés, Iván Rakitic’.

Hoy más que nunca, la puesta en escena del Rayo exigía precisión de tiralíneas del centro del campo culé, y sin embargo nos hemos encontrado con uno de los más bajos niveles de acierto técnico en dicho centro del campo desde tiempos inmemoriales. Por lo tanto esto exigía que solo unos lanzadores precisos desde la línea base, como fueron hoy el siempre jerárquico Gerard y el hoy no tan dubitativo Bartra, ejercieran de dichos mediocampistas habilitadores de los desmarques de los delanteros. Y por otro lado, la producción siempre interesante en este nuevo Barça de Luis Enrique, del Leo pasador que cada vez nos estamos acostumbrando a ver más. Hoy se hacía verdaderamente necesario. No era el diez el que corría al espacio, sino el que habilitaba a un siempre activo en el desmarque, Munir, y a un genial en la intimidación de la línea defensiva rival, Neymar, lo que indicaba que el gol era solo cuestión de tiempo y de un banderín agachado.

Y así fue como llegarían los goles en apenas dos minutos: un pase de Piqué al hueco, que Leo definiría como solo los elegidos saben hacerlo. Y minutos después, otro pase del otro central, Marc, que recepcionaría Munir, habilitando a su compañero hoy como zapador de la líneas enemigas, Neymar, para que este cruzara su tiro y certificara que hoy no era el día para los valientes, que quizá en otro momento recibirían premio, pero hoy no tocaba. Minuto treinta y seis y la bonita y desigual lucha había terminado.

La segunda parte sobró para todos y tan solo implicaría rellenar de líneas como se rellenaron los minutos hasta llegar al noventa y dos. El Rayo acabó impotente y como reflejo de su impotencia, con nueve en el campo tras sendas entradas sobre las, de momento, estrellas culés Leo y Neymar, hasta suponemos la pronta aparición de Suárez en el césped. Un Leo que tuvo varias ocasiones para aumentar su cuenta goleadora, pero que no parece especialmente llamado, en este inicio de curso, a batir ningún récord de goles que, por otro lado, no haya batido él mismo ya.

Olvidaba que hoy se batía una marca que databa del año 78, y que ostentaba Artola, como mayor número de minutos en un inicio de Liga imbatido. Récord que no dejaría de ser anécdota, si no fuera porque esta tarde vimos que el Barça tiene portero para rato en su futbolista, que no solo cancerbero, chileno.