La batalla del lateral izquierdo

En un mundo ideal, en un mundo en el que la prensa deportiva tuviera algo que ver con el periodismo, los entrenadores de fútbol utilizarían las ruedas de prensa para explicarle al aficionado sus decisiones tácticas o su dirección de campo. En este escenario utópico, Luis Enrique nos podría fundamentar con rigor los motivos de que Jérémy Mathieu fuera el lateral izquierdo titular en Vallecas. Desgraciadamente es muy improbable que tal explicación llegue, de modo que, huérfanos de razonamientos cualificados acerca de las causas, no nos queda más remedio que especular acerca de las consecuencias. Y, en mi opinión, que el central titular de un equipo se convierta en una alternativa firme en el lateral –sin que lo justifique una plaga de lesiones- solo puede revelar algún problema estructural en la plantilla. Más aún; Mathieu firmó la mejor actuación de un lateral culé en esta temporada, lo que nos deja una situación más que llamativa: el centro de la defensa del Barça está ocupado por dos jugadores que mejorarían al equipo actuando en otras posiciones. Mientras, cinco laterales un tanto erráticos se agolpan en la retaguardia, arrojando, en conjunto, más sombras que luces sobre la adecuación de la plantilla a la hoja de ruta que –intuimos- pretende desarrollar Luis Enrique. Intentemos reflexionar acerca de las implicaciones de esta situación.

Podríamos comenzar por el dueño natural del lateral izquierdo. Jordi Alba no ha logrado convencer a casi nadie en el Camp Nou, y yo no creo que su –relativa- falta de sensibilidad técnica tenga nada que ver con ello. Jordi Alba no es culpable de ser un velocista, y sus virtudes le convirtieron en uno de los argumentos ofensivos más persistentes y eficaces de una de las mejores selecciones de la historia. Pero Jordi sufre cuando el equipo le exige tomar decisiones relacionadas con la pausa y la aceleración; que un jugador que corre más que piensa, como Lucas Moura, le sometiera con tanta crueldad en el Parque de los Príncipes, podría suponer el principio del fin de su era en el Barça. El teórico suplente de Alba, Adriano, presenta una ventaja clara: cuando se acerca al área rival tiende a ofrecerse al interior, de manera que el equipo suma un efectivo en la circulación. La temporada pasada Neymar y Adriano formaban una sociedad claramente defectuosa, pero toda vez que los delanteros del Barça ya no fijan en la cal, Adriano podría aparecer como una opción bastante aprovechable. Sin embargo, Adriano es un jugador que rebaja el techo potencial establecido por un Jordi Alba al que el sistema optimizase.

Este dilema entre la potencia de Alba y la eficacia silenciosa de Adriano lo intuíamos ya en pretemporada, pero Mathieu ha complicado la ecuación y establece una interesante batalla en el lateral izquierdo. En tareas defensivas, las armas le son favorables al francés: es un jugador que jamás regala su espalda, buen cabeceador y ágil en el quite. En este punto supera ampliamente a Alba y por los puntos a Adriano. Pero lo que impactó en Vallecas fue la habilidad del francés para leer el momento de incorporarse en ataque. El timing de las subidas de Mathieu fue más que óptimo, y se mostró más sensible con el balón de lo que ha aparentado hasta ahora en su desempeño como central. Me adelanto a las quejas: el Rayo de Jémez no sirve como baremo para el rendimiento de ningún jugador de ataque. Correcto e indiscutible. Pero a veces, en fútbol, las sensaciones nos dicen algo, y Mathieu dejó una impronta de solidez que, quizá me equivoque, Jordi Alba está lejos de transmitir. ¿Es un mensaje falaz? Podría ser. Pero si Luis Enrique prefiere “desnaturalizar” a uno de los centrales titulares antes que utilizar a cualquiera de los cinco laterales de la plantilla, está lanzando un mensaje inequívoco que, quizá, nos permita anticipar cambios sistémicos en el Barça.

Cambios sistémicos, sí, porque el complemento que contextualiza de la titularidad de Mathieu fue la actitud conservadora de Dani Alves. Es cierto que un partido en Vallecas no puede considerarse normal, pero sí que fue más clásica la disposición táctica del Barça, que abandonó, de momento, la idea de proyectar al mismo tiempo a ambos laterales. El Barça dispuso a tres mediocampistas de posesión –de cuyo estado de forma podríamos hablar largo y tendido- auxiliados por un Alves que no arriesgaba ni un metro su espalda, mientras que Mathieu rompía en profundidad en cuanto Neymar desplazaba a las marcas. Un funcionamiento más cercano a las esencias del Barça distorsionado por el planteamiento de Jémez, pero especialmente revelador si tenemos en cuenta que podría obedecer a un ajuste tras la derrota frente al París Saint Germain. ¿La sempiterna debilidad que los rivales del Barça explotan a espaldas de sus laterales podría mitigarse sujetando a Alves y añadiendo potencia con Mathieu? Es muy pronto para plantear la cuestión en términos tan poco matizados, pero el movimiento de Luis Enrique abre un escenario que deberíamos explorar.