Si tuviéramos que elegir a un jugador de fútbol especial, y entiéndase por especial, diferente, divertido, en definitiva, atractivo para el espectador medio… probablemente a muchos nos vendría a la cabeza Zlatan Ibrahimovic.

El jugador sueco es un futbolista incatalogable, tanto desde el punto de vista posicional, como del propio desarrollo de su fútbol. Podríamos decir que Zlatan tiene gol, y no mentiríamos, pero no es un goleador. Que tiene desborde, lo cual no es faltar a la verdad, teniendo en cuenta su destreza en el regate, pero tampoco es un driblador nato. Visión de juego y pase, no le faltan, pero no es un asistente… Diríamos que no es nada de eso, y es todo eso a la vez.

Pocos jugadores aglutinan, marcan y caracterizan el juego de un equipo, al nivel que dicta nuestro crack. Allá por donde ha pasado Ibra, se juega a lo que el nueve quiere. Y la verdad, no les ha ido del todo mal a estas escuadras, pero siempre si nos ceñimos a la liga local. En Europa la leyenda del Ibra es la que es, y a los hechos te puede remitir cualquiera; nunca se acerca a la orejona, ésta, como se suele decir, no le quiere.

La historia de Ibrahimovic es necesaria conocerla para poder intentar entender a este extraño elemento, casi podríamos decir que extraterrestre, que murmura cada fin de semana por el Parque de los Príncipes. Que se cabrea consigo mismo continuamente, entre exhibición y exhibición de goles y jugadas, propias de superhéroes de cómic.

Criado en el difícil barrio de Rosengard, en el extrarradio de Malmö, una zona con una tasa de inmigración que supera el sesenta por ciento. La calle moldeó su fútbol y su carácter, hasta el punto de poder decir que aun hoy parece jugar en cualquiera de esos parques suecos, donde era necesaria una habilidad especial y una mirada altiva e intimidatoria, para no subir a casa con las piernas marcadas.

Su físico, como hemos comentado, era tan especial desde sus primeros partidos en el Malmö, que llamó la atención de los cazatalentos del Ajax. Tenía gol, desborde en banda, imaginación, ya desde tan joven era un jugador muy especial. ¿Problema? Lo que le suele pasar a los genios tan determinantes; su fútbol se convierte en origen y techo de las capacidades de su equipo.

Del Ajax daría el salto a su liga, o deberíamos de decir a su calcio. En la Juve de Capello iría cambiando su fisionomía, del espigado e hiperflexible nueve de su época sueca y holandesa, a un ensanchamiento de hombros, necesario para el juego de espaldas que le demandaba don Fabio para su Juventus. Menos desborde en banda era uno de los primeros peajes a pagar, pero su cabeza, su imaginación desbordante, acorde con su prodigiosa técnica, seguían dejando detalles para la admiración. Continuaba siendo fácil enamorarse del sueco, así como complicado era comprometerse con su ideario. Gustaba tenerle cerca como vecino, pero no tanto en el salón de tu casa.

El calciopolli le haría viajar unos kilómetros a la ciudad más importante del norte de Italia, con el añadido de caer en manos de otro entrenador que seguro estaba tentado de moldearle un poco más. No se sabe si fue así, o por el contrario también Mourinho se dejó conquistar por los ciento noventa y dos centímetros de talento del sueco. El caso es que el equipo, una vez más, estaba diseñado para el nueve. Como premio, el calcio para el Inter y el capocannoniere para él, como castigo, de nuevo una “discreta” Champions.

Entonces llegaría la historia que todos sabemos a orillas del Mediterráneo. Como siempre, Liga al bolsillo, pero una incomprensión del fútbol azulgrana y de Guardiola, que hacían volver a dudar, sino de la calidad de nuestro protagonista, si de su capacidad para entender cualquier estrategia que no fuera el “balones al nueve”. Para que Bojan te acabe sentando, algo muy malo has tenido que realizar previamente. La filosofía hizo el resto…

Vuelta al calcio, esta vez al Milan, y un Allegri que no hizo nada más que volver a entregarse a la “Pantera Rosa”. Y dado que calcio e Ibra son un binomio único, nuevo campeonato de Italia, con un tercer equipo, complicado igualar esa marca. Para acabar, su último año en el calcio sería una excepción en cuanto a títulos, pero quizá, ironías de la vida, uno de los mejores años en el fútbol de Ibra.

A partir de ahí, su fichaje por el PSG, ha motivado un nuevo paso en su fútbol. De nuevo es la piedra angular del equipo, tanto cuando era entrenado por Ancelotti, como ahora por Laurent Blanc, pero el nueve se ha ido convirtiendo cada vez más en un diez, como ya indica su dorsal tanto en París, como con la amarilla de Suecia. En un enganche que ama las paredes, proporcionar el último pase desde la media punta y promover el juego interior del equipo, ofreciéndose continuamente entre líneas gracias a su, como ya hemos indicado, todavía portentoso físico y técnica prodigiosa.

La ida contra el Barça en esta fase de grupos, no la pudo jugar por lesión, lesiones que cada vez le están acompañando más en este momento de su carrera. Y esto condicionó, o mejor sería decir, no condicionó, el juego de su equipo, para hacerle jugar más plano, previsible. Quizá más equipo, pero también menos genial. Y es que, una vez más, fiel a su máxima, es el PSG, su techo y su suelo. Con todo lo bueno y malo que eso implica… no nos hagamos muchas más preguntas sin respuesta, tan solo disfrutémosle, es único y no sabemos cuánto fútbol le queda, más en su indescifrable cabeza, que en su cuarenta y siete de pie.