Había motivos para pensar que podía ser un buen día. Ante un rival con muchas dudas y un entrenador discutido, el Barça podía dar un manotazo en la Champions y mejorar unas sensaciones que, aunque no estaban siendo brillantes, sí estaban siendo buenas. Pero como a veces pasa en esta bendita competición, el rival salió con un gran planteamiento (4-3-3 con mucha proyección de van der Wiel hacia arriba, Moura y Cavani en banda, Pastore de falso 9 y Motta de jefe en la sala de máquinas –¡qué partido el suyo!- más la llegada siempre peligrosa de Matuidi) que borró el recuerdo de ese juego apático que estaban practicando los de Blanc hasta hace unas semanas. Luis Enrique, entre sus escasas novedades, apostó por ter Stegen, por una defensa agresiva con Mascherano y Mathieu para que anticiparan todo lo que llegara a su dominio, y con Pedro, que acabó cuajando otro lamentable encuentro.

El Barça, de hecho, salió al Parque de los Príncipes como si fuera virgen en la Champions, con unos nervios e imprecisiones impropias de un club tan veterano en estas lides. Errores infantiles en campo propio de Busquets, Alves y Alba que se repitieron durante los 90 minutos, una presión tan irregular como ineficaz y un equipo que se partía poco a poco. El partido había comenzado hacía 10 minutos, pero ya eran muchas las malas vibraciones que uno veía en el campo. Así, en una de estas pérdidas llegó una falta de Alves y el primer gol del partido. A balón parado y con un oportuno Luiz, sí, pero se intuía que algo así iba a suceder tarde o temprano.

No tardo más de minuto en reaccionar Messi, que combinó con Iniesta y Neymar para crear una obra de arte. Él solo rajó al PSG de arriba abajo durante un buen rato, hasta que finalmente empezaron a crearle superioridades y se fue desvaneciendo. Claro está que el PSG también aprovechó la típica disposición del Barça en el campo para volver loco a Busquets, que se vio siempre superado, y a su vez destrozar a los laterales por fuera: así llegó otro gol de los parisinos. Similar al primero en la gestión, un error en campo propio de Jordi Alba acabó en una falta cometida por él mismo. El resto fue cosa de ter Stegen, que no salió bien, y Rakitic que no acabó de despejar. El jugador más pequeño del partido le marcaba al Barça de cabeza. Era un buen resumen de lo que estaba pasando en ese inicio.

El tramo entre el 2-1 y el final del primer tiempo fue extraño, con un Barça dubitativo, que seguía perdiendo balones atrás pero que tenía algún acercamiento peligroso arriba gracias a Messi y Neymar. La afición local, en cambio, veía a un equipo visitante temeroso y arengó a su equipo, que se sentía superior. Por suerte no pasó nada y el partido se fue al descanso con el mismo marcador.

La reanudación del encuentro no mostró ningún cambio significativo en ambos equipos, más allá de un PSG que dio un paso atrás sabiendo que podía aprovechar esas lagunas defensivas de los culés a la contra. Y así fue, ya que no pasaron ni 10 minutos cuando Matuidi culminó una jugada preciosa de los parisinos. De nuevo el Barça reaccionó casi al instante, con Neymar aprovechando un rechace dentro del área. 3-2 y el partido seguía a un gol de diferencia. Blanc decidió que su equipo diera otro paso atrás y viviera ahí el resto del partido, sin dejar espacios y con posibilidades de finiquitar el partido en otra contra mortífera.

Esto hizo que Lucho tuviera que reaccionar y por ello dio entrada a Munir por un horroso Pedro, que volvió a no aportar nada e incluso restar durante el partido. Se ganó algo de profundidad pero atrás el PSG seguía con su festín ante Alves y Alba, y solo la mejoría de un Mascherano que vive mejor cuando tiene que ir al límite evitó que agrandaran el marcador. Por ello entró Xavi por un Rakitic que no estuvo acertado, y que todavía tiene que mejorar ante espacios reducidos. El ritmo subió algo más, el fútbol empezó a fluir algo mejor y se intuía más peligro, aunque seguían sin llegar las ocasiones.

En ese momento, Luiz y Marquinhos disfrutaban despejando todo lo que llegaba, ya fuera con centros pasados de Alves o pases imposibles de Iniesta, y solo Munir y Alba gozaron de ocasiones claras para empatar. Blanc vio que tenía que cerrar el partido pronto y metió más madera en el centro del campo para enturbiar la posesión culé. Y ahí entró Sandro por Alves y el Barça pasó a defensa de 3, y aunque se dispuso de alguna ocasión el marcador ya no se movería.

Quizá el final le quitó algo de amargura al partido, pero no fue nada bueno. Se repitieron errores de antaño (otra vez laterales muy arriba, poca ayuda de interiores y extremos…), se vieron errores individuales groseros (el partido de Alba y Alves, Pedro, Busquets –que sigue a un nivel muy flojo-), pero también hubo tiempo para notas positivas como el estado de forma de Messi, que estuvo excepcional durante la primera parte, o su conexión con Neymar y a ratos con Iniesta. Más allá se podría destacar el buen papel de Xavi en el tramo final, pero lo cierto es que son más sombras que luces las que vimos en París.