Messi no compite con nadie. Messi es el mejor jugador de la historia. Y lo es desde hace mucho tiempo. Que además bata récords de otras épocas, casi de deportes diferentes, es algo natural. Que juegue en banda, de delantero o como enganche es lo de menos. No hay un rol ideal para Messi. Messi es ideal para el fútbol. Le sobran cualidades y registros para dominar en cualquier estadio. En su peor partido condiciona completamente al rival, sea cual sea.

En la final de un mal Mundial que culminaba un peor año -malo en términos Messi-, tiene una oportunidad en el minuto 122 de partido. Un lanzamiento de falta muy lejano. La mitad del planeta temía que lo marcara y la otra mitad confiaba en que lo hiciera. El árbitro pita, por delante de D10S: muchos metros, una barrera y Neuer. Las piernas del argentino pesaban toneladas a esas alturas y las sensaciones no eran las mejores. Pero la audiencia ojiplática contemplaba lo que podía ser un milagro televisado en vivo. Otro. No se dio. No pudo ser. Pero todos sabemos que pudo lograrlo. Nadie dudó. Eso es Leo. No hay nada que no pueda lograr. Eso lo define más allá de las ingentes cifras goleadoras o la facilidad insultante para sortear rivales, definir o asistir.

En diciembre de 2012, servidor escribía el texto titulado: PSICÓPATA. El diez se empeña en mantenerlo vigente mientras uno no conoce mejor manera de  definirlo.
Messi es cruel. Mucho. Te mata y le gusta. Lo disfruta, pero la procesión va por dentro. A penas se inmuta. No gesticula demasiado. Es frío e inteligente. Y cuando parece que todo ha terminado, te vuelve a matar. Un psicópata. Esto explica que no se haya aburrido de desvirtuar competiciones. Un psicópata no empatiza, no siente remordimiento, utiliza a los otros como objetos para satisfacer sus deseos, nada más. Los rivales son conos. Satisface sus necesidades y a su manera. Asesina adjetivos, récords, números, leyes físicas…

El mismo año decía Hernán Casciari en un texto que se titula MESSI ES UN PERRO
“tengo nostalgia del presente cada vez que juega Messi. Soy hincha fanático de este lugar en el mundo y de este tiempo histórico. Porque, me parece a mí, en el Juicio Final estaremos todos los humanos que han sido y seremos, y se formará un corro para hablar de fútbol, y uno dirá: yo estudié en Amsterdam en el 73, otro dirá: yo era arquitecto en São Paulo en el 62, y otro: yo ya era adolescente en Nápoles en el 87, y mi padre dirá: yo viajé a Montevideo en el 67, y uno más atrás: yo escuché el silencio del Maracaná en el 50.
Todos contarán sus batallas con orgullo hasta altas horas. Y cuando ya no quede nadie por hablar, me pondré de pie y diré despacio: yo vivía en Barcelona en los tiempos del hombre perro. Y no volará una mosca. Se hará silencio. Todos los demás bajarán la cabeza. Y aparecerá Dios, vestido de Juicio Final, y señalándome dirá: tú, el gordito, estás salvado. Todos los demás, a las duchas.”

De eso se trata. No dejemos de disfrutar cada minuto de fútbol de este rosarino. No caigamos en la trampa tan humana de perderse el presente por sufrir el pasado o temer el futuro. Ya tendremos tiempo para recordar gestas, logros y fracasos de la Pulga. Cuestionarnos si lo supimos gestionar, optimizar… No es momento tampoco de lamentar que después de él nadie nos llenará. Que quizá todos los grandes jugadores por llegar sean “buenos, pero…”

Disfruten señores. Cada regate, control, desmarque… Atesorar cada momento -del fútbol de Messi o de la vida- y valorarlo como se merece te acercará a la felicidad. En directo primero y en tu recuerdo después. No los pases por alto porque son únicos y están a tu alcance. Es sólo un consejo de alguien que pretendía homenajear al futbolista de la hazaña semanal. Al que enaltece su deporte de forma rutinaria. Con la tranquilidad del que se sabe capaz de todo. Que sonríe travieso cuando el partido ha acabado, quizá pensando ya en la siguiente proeza.