EN MANOS DE LA SUPERESTRUCTURA

Siempre he sospechado que el primer planteamiento insinuado por Luis Enrique en el Barça fue, para bien o para mal, la apuesta definitiva. Si tuviera que identificar la idea controladora que subyace tras ese planteamiento, me atrevería a afirmar que estamos ante un modelo que sitúa el sistema por encima del jugador y el rol por encima del talento. Con el Bernabéu como única excepción, el Barça del asturiano se caracteriza por presentar una superestructura que sobredetermina a la base, si se me permite invertir el sentido de la conocida metáfora marxista. Dicho de otra forma, el modelo de juego de Luis Enrique se le impone rígidamente a los jugadores sin tomar sus características específicas como un factor determinante. A Luis Enrique no le importa, por ejemplo, que Xavi en la izquierda sea incapaz de aportar control, puesto que lo que le pide es que ataque al espacio, como corresponde tradicionalmente a la siniestra culé. Tampoco parece importarle que Rakitic, media punta vocacional, no pueda conectar últimos pases desde el interior diestro, puesto que le pide que se integre en la circulación horizontal. En resumen, que las virtudes individuales del jugador no matizan el sistema, sino que el sistema condiciona por completo al jugador. Hoy, en el partido contra el Huesca, hemos tenido la confirmación, acaso definitiva, de que el Barça que vemos es el que hay.

El símbolo de este aplicación inflexible del sistema lo encontramos en el sufrimiento del lateral derecho, Douglas Pereira, al que se le exige integrarse en un escenario tan complejo que hace sudar tinta china al mismísimo Dani Alves. ¿Cómo no iba a sufrir el pobre Douglas? Es un jugador que, a día de hoy, tendría difícil ser suplente en un conjunto de Segunda División, y no pretendo hacer sangre. Sencillamente, no sabe defender. Josan, el atacante por la izquierda del Huesca, le ha destrozado. Y cuando no forzaban su error, el propio Douglas regalaba balones al rival, incluyendo un pase de gol al punto de penalti que hace todavía más extraña la suplencia de Montoya. Pero más que valorar el potencial individual del jugador me interesa el hecho de que Luis Enrique no matizó su planteamiento: le pidió a Douglas que condujera el balón como si de Dani Alves se tratase. Douglas, pese a ser bastante ágil en la carrera, no creó ventajas de ningún tipo; aún así, el equipo insistió en el principal argumento de creación de ventajas que le hemos visto al Barça de Luis Enrique: laterales proyectados y balones en largo desde la derecha hacia el extremo zurdo.

¿Y qué ocurre cuando los balones en largo no descolocan al rival y los laterales, salvando a Dani Alves, carecen de las condiciones específicas para obtener ventaja de su posición adelantada? Nada. El Barça prosigue impertérrito, aguardando algún chispazo de calidad. Ivan Rakitic abrió el marcador con un potente lanzamiento de falta -en el que el portero pudo haber hecho algo más, pese a la inmensa calidad del disparo-, y otro zapatazo de Iniesta fulminó el partido antes del minuto 20. La calidad terminó por llegar, frente a un Huesca que, qué quieren que les diga, me pareció extremadamente blando en defensa, a pesar de que el Barça no hizo prácticamente nada para mover su sistema. Los laterales no estiraban por fuera porque no representaban amenaza, y el hombre que debería haber agitado por dentro, Rafinha, firmó una primera parte para olvidar. Solamente los primeros diez minutos de Pedro, la calidad irrebatible de Rakitic y los cambios de orientación de Samper sostuvieron la fantasía de que el equipo jugaba a algo.

La gran noticia es que, por primera vez, Samper se responsabiliza en exclusiva del control del equipo. Sergi es un chico del que podríamos destacar dos cosas: por un lado, no se gira tan rápido como Xavi pero recibe el balón con el cuerpo ya orientado hacia el compañero y, por el otro, tiene un rango de pase muy superior al de cualquier jugador de la plantilla. Desde estas dos virtudes ofreció claridad, abriendo líneas de pase -infructuosas, nadie le secundaba en el empeño- y moviendo el balón de banda a banda con pasmosa facilidad. El panorama se le aclaró cuando Sergi Roberto ingresó al campo, en el minuto 63. El canterano mejoró las prestaciones colectivas -que no individuales- de Rakitic jugando el partido que Samper requería, picando al espacio con agresividad y descolgándose en cuanto el balón le superaba. Ese comportamiento comienza a arrastrar jugadores y permite que Iniesta se haga con el dominio del centro del campo. Andrés juega un segundo tiempo notable, muy favorecido por la debilísima presión del Huesca, sí, pero interesante de todas maneras. Dudo que tenga continuidad, aunque hace años que algunos analistas vienen apuntando que, con Neymar, Iniesta y Alba en izquierda, el Barça debería desplazar su matriz creativa hacia esa zona. Sergi Roberto e Iniesta se comportaron como si los roles ya se hubieran invertido y, asistidos por Samper, protagonizaron los escasos momentos de circulación de balón productiva del Barça.

Por último, quisiera comentar el nefasto partido del Barça en transición defensiva. Insisto, creo que el Huesca no hizo nada destacable, aunque el ya mencionado Josan demostró que tiene desborde y Tyronne dejó algún detalle interesante en lectura de espacios. No me muestro muy elogioso porque ya estoy acostumbrado a que todos los rivales del Barça parezcan Ozil y Cristiano Ronaldo jugando a transiciones. Mathieu regaló su espalda casi en cada carrera, Douglas es un tiro en el pie y Adriano estuvo discreto, cuando menos. Solo Bartra mantuvo el tipo en defensa, pero Marc no es Piqué, capaz de empatar en un 3 contra 1, y el Huesca debió llevarse un par de golitos. En la segunda parte Rafinha espabiló un poco, aunque no lo suficiente como para disipar el temor de que se lesione uno de los tres monstruos de arriba. ¿Quién es el cuarto delantero del Barça? Entiendo que Pedro, si encuentra su -ya añeja- mejor versión, no es un jugador desdeñable, pero la comparación del rendimiento de la segunda línea culé con el del recién retornado Jesé es tan simbólica como dolorosa.

Y es que ignorar las virtudes específicas de cada jugador es el precio de reificar «el modelo», uno de los vicios que aquejan al Barça postguardiola. Cualquier táctica es válida, no lo discuto, pero cuesta encontrarle ventajas a un sistema que le exige creatividad constante a Jordi Alba, Douglas Pereira o Adriano. Cuesta entender que se desproteja a Dani Alves, el único lateral capacitado para conducir el balón con criterio, o que se coloque como interior de posesión a uno de los mejores lanzadores de contragolpes del mundo. Luis Enrique sabrá, desde luego. 0-4 y eliminatoria resuelta. El club sigue comprando tiempo y, teniendo a Leo Messi, cada segundo es oro. Pero la realidad es testaruda: el Barça no es un equipo optimizado. Ni siquiera es un equipo serio. A día de hoy el Barça es apenas una superestructura, una pesada techumbre que se mantiene en pie únicamente porque, hace ya mucho tiempo, un arquitecto diseñó la mejor balaustrada del mundo.