“Llega el momento de decir adiós, de despedirme de todos vosotros”

 

Empezaba el verano y Víctor Valdés enviaba una carta de despedida. Agradecía entre otros, a Pep Guardiola “por haberme abierto la puerta para jugar a un juego que desconocía”. Parecía ser el último soplido a la última vela de la tarta, la mejor etapa del Barça en toda su historia. Había mantenido la portería del Barça en el olvido, no había que preocuparse por esa determinante posición. Una posición especial que con Víctor Valdés se volvió primigenia. El proyecto de Guardiola con el portero fue uno de los hechos más geniales que deberá recordar el fútbol. En la portería, en el fútbol mundial, todo cambió.

Pero en lo que nos atañe hoy, aquellos primeros días de julio fueron un desasosiego para los análisis del futuro inmediato del Barça y de su portería. Se sabía que llegaba un portero alemán, joven, un embrión de lo que nos debería esperar la mayor parte del próximo lustro bajo palos. Un portero desconocido para casi todos. Se contaba con Jordi Masip, un chaval de la Masía que recordaba en muchas cosas a Víctor. Y Bravo, el portero de la Real, un clásico en la Liga. Excelente con los pies, sobrio por arriba, ágil bajo palos. Un portero de la cuerda de Luis Enrique y Unzue. Sin embargo, con los deberes de planificación hechos, el abismo que parecía abrirse sin Valdés lo sollevaba todo. Dudas, dudas, muchas dudas. Con los fichajes de Rakitic, Luis Suárez y Mathieu, la portería se convirtió en el gran miedo del entorno tras el caricaturesco circo montado entorno a la posición de central. Bravo, Stegen y Masip, no eran ellos, era el no saber si el Barça iba a poder sostener la marcha del, entonces, mejor portero del mundo.

¿Dónde está hoy el Barça? sino fuera porque acabamos de comer las uvas, diría que estamos en septiembre. Ves al equipo de Luis Enrique y sigues esperando eso que no tienes muy claro que puede ser, aunque lo intuyas, necesitas más que indicios e intenciones en mitad de una temporada, con la Champions desperezándose. Una defensa, que parece, recupera al mejor Piqué, pero el sistema ha venido flojeando estructuralmente cuando el equipo retrocede. El centro del campo gaseoso, con poca pinta de Barça y sin ni siquiera elegir lado. Todo porque arriba viven tres señores que lo arreglan todo. Uno, el mejor, que da un paso a la derecha para seguir haciendo lo de siempre, ser indefendible. Y los otros dos, menos buenos, pero casi nadie en el mundo es mejor. Y de repente, con el dilema de la continuidad tras el destello que pareció el partido contra el Atleti, nos damos cuenta de que casi nadie habla del portero.

Luis Enrique escogió la rotación, Bravo juega en Liga, ter Stegen la Champions y Masip se queda en el rol de tercer portero con apenas participación los días de partido. Ha estado en un solo encuentro de Copa del Rey, ante el Huesca en la vuelta de dieciseisavos. El chileno comenzó con dudas, parecía asimilar despacio la gestión del espacio y de los contextos que se generaban entre sus centrales y su posición. A pesar de los 754 minutos que su portería tardó en recibir un gol, había runrún. El balance hoy es de evolución, Bravo ha mejorado su control del juego y ha provocado que nos olvidemos de él. Ha encajado 9 goles, once partidos con la portería a cero, nunca más de uno excepto ante el Real Madrid que recibió tres, y acumula un porcentaje cercano al 80% en acierto de paradas. El alemán tiene el privilegio de jugar la mejor competición a la que aspira el equipo. Stegen ha jugado los seis partidos de Champions en fase de grupos, ha encajado 5 goles y su porcentaje de acierto ronda el 60%. Deja una sensación general de aprobación, ha convencido a los que no le conocíamos incluso más allá de las expectativas que nos hubiesen podido crear. Consistente e integrado, gestionando contextos determinantes y desfavorables ante equipos como el PSG, que huelen la sangre. Parece ser un buen embrión de lo que nos espera. En las notas de mitad de curso, se lleva un notable la portería del Barça. Quizá sea lo único, pero al menos seguimos sin preocuparnos, como con Víctor.