Las noticias, los rumores, las informaciones que se van publicando indican que el paso de Luis Enrique será más breve de lo esperado. Para quien escribe es, además, demasiado corto el tiempo como para valorar realmente el trabajo del asturiano como entrenador. En realidad, analizando el contexto y lo que es el Barcelona institucionalmente hace altamente complicado empezar un proyecto deportivo con cara y ojos de cara al futuro. Demasiadas trabas e impedimentos se encontró Lucho. En los diferentes programas de Rondo a tres bandas y en los análisis de los encuentros disputados ya reflejamos lo que creemos sucede sobre el césped.

El comienzo fue cuando Rosell se dio a la fuga el invierno pasado tras saltar por los aires los costes del traspaso de Neymar. Llegó de rebote Bartomeu, un presidente elegido por nadie y con la única legitimidad de los estatutos. Este verano se pudo fichar por la concesión cautelar del TAS a la sanción impuesta finalmente. El pasado mercado de fichajes era clave tanto para el presente como para el futuro de la entidad. No sólo había que acertar sino que tocaba reestructurar completamente una plantilla que vivía ya seis años de proyecto -los de Pep y el continuismo deportivo con Tito y Gerardo Martino-.

¿La revolución?

Todo indicaba que habría una revolución completa en el roster del primer equipo. Luis Enrique era el elegido por Zubizarreta para certificar y representar que, esta vez, sí, habría cambios profundos. El asturiano, mediáticamente, representaba la llegada de un hombre de carácter sin miedo a enfrentarse a quien hiciera falta para imponer sus ideas.

La realidad, tozuda ella, nos indicó que de las promesas quedarían borrajas. Cesc y Alexis -Valdés decidió marcharse y Puyol se retiró- fueron las víctimas de la citada revolución mientras que otras piezas, probablemente más representativas de la era Guardiola y en una mayor decadencia física y deportiva como son Xavi e Iniesta siguieron. Ellos y sus contratos a largo plazo -2016 el de Terrassa y 2018 el manchego- hacían inviable incluso el plantearse sus salidas si no eran motu proprio.

¿Luis Enrique los quería fuera? En el caso de Andrés parece claro que no. En el del capitán sí parece indicar que la intención es que fuera una baja más en el conato de revolución. Finalmente siguió y con él seguían hasta ocho de los que fueron titulares en el desastre de Múnich el 1 de mayo de 2013.

Por un lado su continuidad, y por el otro, no se puede obviar, que en un año en el que se debía fichar por dos se invirtieron 180 millones de euros en fichajes para no traer a jugadores del nivel mínimo exigible a corto y medio plazo para el club. Con todo quedó en evidencia que la renovación tenía pendiente un año más, un año que no existe en este negocio y menos con la sanción, para impulsar un proyecto competitivo.

Finalmente, en el césped el entrenador ha fallado, pero sus errores no vienen de la nada, sino consecuencia de una concatenación de errores de gestión que nacieron en el palco, que siguieron en la dirección deportiva en estos últimos años y que parece, terminará con el paso breve de Luis Enrique en el banquillo.

P.D: Para un proyecto serio siempre he creído que se debía ser contundente con las decisiones a tomar. Los representantes de la anterior etapa debían ver reducido su poder y protagonismo para que puedan surgir nuevas sinergias y caras positivas. Y para que funcione es necesaria una coherencia entre la dirección deportiva y el equipo técnico. Finalmente, paciencia, un equipo no se construye en cuatro meses, sino con un año de margen como mínimo.