La cantera blaugrana atraviesa uno de los peores momentos en los últimos años. La excelencia lograda entre 2008 y 2011 ha desaparecido y ya casi nos hemos olvidado de lo que teníamos. Al contrario de lo que cabía esperar, los más preocupados por la cantera eran los más prudentes entonces y los más fanfarrones fueron los que a duras penas prestaban atención al fútbol que se jugaba más allá del césped del Camp Nou.

Los arrogantes y vanidosos, los que se jactaban de tener la mejor cantera del mundo y la utilizaban como argumento para tratar de ridiculizar al rival, ahora han desaparecido. O lo que es peor, siguen estando y cada vez copando puestos de mayor poder dentro del club.

La idea del fútbol formativo del Barça tal y como lo conocemos ahora se empezó a gestar hace más de 40 años, cuando el Juvenil -dirigido en aquel momento por Josep Maria Minguella- perdió en 1972 la enésima final de Copa Catalunya y Agustí Montal, harto de la situación y bien aconsejado, decidió contratar a Laureano Ruiz para entrenar al conjunto y coordinar a los tres equipos juveniles con los que el Barça contaba por aquel entonces, convirtiéndose dos años más tarde en el coordinador del fútbol base al completo. Su idea de cantera se hizo camino con dificultades, en una época de urgencias en la que invertir en la formación de jugadores para el futuro no era prioritario.

Para lograr el arraigo de esa idea, harían falta casi veinte años y la llegada de Johan Cruyff al banquillo del primer equipo, quien convirtió los conceptos e ideas de Laureano en un modelo formativo casi definitivo en el que se educaron algunos de los mejores futbolistas que el FC Barcelona ha tenido en sus filas. Uno de ellos fue Pep Guardiola, quien al cabo de otros veinte años sublimaría la idea, dotándola de éxitos e instalándola de manera decisiva tanto en las mentes de jugadores y entrenadores de la cantera como en la de los aficionados.

En 2010 todos estábamos convencidos de haber encontrado la fórmula, una fórmula que no es perfecta pero que daba los mejores resultados en todo el fútbol mundial. ¿Es posible que una idea consolidada, evolucionada y compartida durante más 40 años se destruya en menos de 5?

Entre los que más han creído en esta manera de entender de fútbol base no han faltado incertezas y dudas, que se han ido revolviendo siempre gracias a la creencia inquebrantable de que el camino seguido era el camino correcto. ¿Pero qué pasa si se deja de creer?

GENERACIONES ESTANCADAS

No es tarea sencilla analizar la progresión de los jugadores jóvenes dentro de un modelo formativo sin tener en cuenta el contexto y las expectativas. ¿Cuántos canteranos culés han progresado en las edades más decisivas desde que Luis Enrique dejara el banquillo del Barça B, Guardiola el del primer equipo o algunos de los mejores y más entendidos maestros el club? ¿En qué han quedado los futbolistas de algunas de las generaciones más prometedoras?

Evidentemente, la mayoría son mejores de lo que eran. Pero lo importante es tener en cuenta cuántos son ahora mejores de lo que se esperaba que fuesen en este momento. Desgraciadamente, la respuesta no es tan positiva. Si analizamos caso por caso, especialmente los de aquellos en los que más confianza se depositaba, el veredicto es incluso desalentador.

La Masia como tal se concibió como una institución que formaría a futbolistas con el propósito principal de nutrir al primer equipo del club. Un primer equipo repleto de canteranos nunca fue el objetivo, pero hubo un tiempo en el que a muchos les parecía algo factible. Se logró la excelencia cuando los “ascensores”, como los llama de manera acertada Martí Perarnau, alcanzaron un ritmo frenético gracias en gran parte a la confianza casi ciega de los entrenadores de las principales categorías. En los últimos años estos ascensores se han detenido o al menos la sensación es ésa. ¿Han estado subiendo canteranos al primer equipo y han logrado consolidarse? Alguno. Pero al contrario de lo que cabría esperar, no es fácil encontrar al que lo haya hecho por otros motivos que no sean una cláusula contractual.

El estancamiento de los futbolistas en fase formativa se podría achacar a la falta de confianza de los entrenadores o a su incapacidad formativa, o incluso a la política de fichajes, pero lo cierto es que el anquilosamiento se ha producido en la estructura misma del club. Y ya se empiezan a vislumbrar algunas consecuencias fatales. La primera de ellas y la más grave es el desanimo que surge entre los jugadores a causa del mensaje que se les envía: los ascensores de la Masia ahora sólo llegan, con suerte, hasta el penúltimo piso. Acceder definitivamente al Camp Nou es ahora mucho más difícil y jugar en el Barça B no supone lo que suponía años atrás.

El Barça está aún a tiempo de revertir la dinámica, pero lo cierto es que ésta es triste a día de hoy: el club no confía en los canteranos lo suficiente como para acogerlos en el primer equipo y en consecuencia, los canteranos lo advierten y empiezan a desconfiar de la disposición del club que les ha estado formando.

Costó muchos años convencerles de que hasta el futbolista más inesperado podía tener su oportunidad si trabajaba y, desde luego, la recuperación del rumbo que ha tomado el club respecto a esto pasa por volver a convencer a los jugadores y entrenadores de las categorías inferiores.

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LOS RESULTADOS TAMPOCO ALIENTAN

Mucho se está hablando en las últimas semanas de los pobres resultados cosechados en los principales equipos del fútbol base. El Barça B a dos puntos del descenso; el Juvenil A quinto a 17 puntos del líder, con el sexto y el séptimo pisándole los talones y con la clasificación para la Copa del Rey prácticamente imposible -se clasifican los dos primeros y los dos mejores terceros de los siete grupos de División de Honor juvenil-; y el Juvenil B tercero a siete puntos del líder, que es el Espanyol.

Lo cierto es que los resultados y las clasificaciones no eran lo más importante cuando el Barça B lograba una tercera posición histórica ni lo son ahora que el Juvenil A está firmando su peor temporada desde hace más de treinta años.

Los motivos y las causas para explicar los resultados son diferentes para cada equipo. A saber: plantillas descompensadas y mal reforzadas, el nivel de los fichajes ha bajado estrepitosamente en los dos últimos veranos, las bajas están afectando más que nunca y cabría preguntarse si la prevención y recuperación de lesiones es ahora la que era, y un largo etcétera en el que por supuesto están incluidas las decisiones de los entrenadores.

En sus mejores años, La Masia basó su fortaleza en sus entrenadores más que en sus jugadores, pues a menudo es mucho más complicado captar buenos técnicos formadores que buenos futbolistas por formar. El club profesionalizó a sus entrenadores en busca de la excelencia: de estar dos horas diarias en la ciudad deportiva para llevar a cabo los entrenamientos de sus equipos, pasaron a estar allí mañana y tarde preparando sus sesiones, revisando vídeos y poniéndolo en común con los otros veintisiete entrenadores.

Si algo deben tener claro los técnicos del Barça, y muy especialmente los del futbol base, es que no entrenan a un equipo. No son entrenadores que preparan a once futbolistas y sus suplentes, son trabajadores de club que cumplen una función muy concreta: la de formar. La perspectiva de todos ellos debe ser global. Por supuesto, a los entrenadores también se les prepara y forma para ello. Decía Guillermo Amor, que en La Masia siempre quedaban algunos técnicos que llevaban vinculados al Barça muchísimos años y que eran quienes mantenían y conservaban la esencia del juego y la manera de enseñarla. Pero desde 2010 se ha ido dando una revolución en los banquillos del fútbol base y pensar en alguno de esos formadores enraizados al que no hayan relevado se vuelve complicado.

Por supuesto, en la cantera blaugrana hay a día de hoy grandísimos entrenadores y formadores, y el barómetro para su evaluación es subjetivo y no puede ser el desarrollo potencial de los jugadores, porque entran en juego multitud de factores humanos y técnicos. Así, los responsables de la evaluación diaria de los entrenadores son el coordinador y director deportivo del área formativa, a quienes también cambiaron el pasado verano.

La sensación, de nuevo, es que La Masia como institución ha perdido el rumbo y los principales entrenadores no deben responder ante nadie por sus decisiones ni resultados obtenidos. ¿Se entrena ahora como se entrenaba hace 5 años? Algún canterano comentaba en las redes sociales que la intensidad y exigencia de los entrenamientos había menguado. De ser cierto, valdría la pena remediarlo antes de que la brecha sea insalvable.

Por otra parte, los futbolistas también tienen su cota de responsabilidad en esta situación. Y no por falta de calidad en las generaciones actuales, como el presidente del club ha dejado caer en alguna entrevista reciente, sino en todo caso por falta de ambición, sacrificio y humildad. Pero de nuevo éste es un ciclo vicioso: si se les exige menos de lo que se les exigía, es de esperar que los futbolistas den menos de lo que daban. La indolencia más como consecuencia que como causa.

En otros equipos de la base los resultados no están siendo mejores que en el Barça B y los juveniles. Buen ejemplo de ello es el Infantil A, uno de los equipos más especiales de la cantera y el más afectado a causa de un asunto aún más grave que el de sus mayores: el veto de la FIFA.

LOS ORGANISMOS SENTENCIAN

A día de hoy no hay nadie que no esté informado sobre el veto de la FIFA al Barça en la alineación de algunos de sus canteranos, con motivo de el incumplimiento del reglamento sobre el Estatuto de Transferencia de Jugadores, el cual establece que está prohibido realizar fichajes de jugadores de procedencia extranjera que sean menores de edad. La regla incluye tres excepciones, de las cuales el Barça no cumple ninguna en estos casos.

La consecuencia de esta contratación irreglamentaria de menores de edad es, ni más ni menos, la prohibición de fichar hasta enero de 2016. La junta directiva se echaba las manos a la cabeza por lo que consideran una sentencia desproporcionada y se respalda bajo el eufemismo de errores administrativos y manos negras, cuando lo correcto sería admitir que la soberbia pudo con algunos que actuaron bajo la prepotencia de los otros.

A quien escribe estas líneas, que el club no pueda fichar este verano le preocupa mucho menos en comparación con los niños que llevan dos años sin poder jugar. Y lo que les queda. El peor de los casos es el de Take, quien, si todo sigue su curso, no podrá volver a jugar hasta cumplir los 18 años en junio de 2019. Algunos como Theo Chendri pudieron reaparecer al cumplir la edad reglamentaria -16, en su caso-, pero otros se verán afectados también por la resolución del TAS, como es el caso de Paik: el surcoreano cumple los 18 años en marzo pero todo parece indicar que no podrá jugar hasta 2016, puesto que el Barça no puede inscribir ni dar de alta a nadie hasta enero de ese año.

Además de este primer veto, hay actualmente otros cinco niños apartados de los terrenos de juego por la RFEF de manera cautelar tras la apertura de otro expediente de la FIFA hace tres meses.

La situación es límite en alguno de los casos y varios niños y sus familias, aunque quieren permanecer en el club y en Barcelona, ya no aguantan más. Mientras tanto, ¿qué va a hacer la junta al respecto? No va a recurrir a la justicia ordinaria -de hecho aconseja a los padres de los afectados no hacerlo-, no van a identificar al denunciante -que los hay-, no van a buscar una acción conjunta del fútbol que a muchos equipos beneficiaría y tampoco va a denunciar a los clubes que han llevado y llevan a cabo las mismas prácticas por las que se ha sancionado al Barça.

Aunque solo fuera una vez, merecería la pena dejar de excusarse en manos negras y tratar de no echar balones fuera diciendo que quieren atacar la mejor cantera del mundo. Sí, la Masia lo es -¿era?- y es ejemplar en muchísimos aspectos, pero cuando pecas de creerte invencible y te toca pagar, lo ideal para tratar de no legitimar en exceso la institución sería dar cuanto antes con una solución para que, como mínimo, esos niños puedan volver a sentirse parte del club.

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RESCATAR LO OLVIDADO

Con todo, la situación en el club es fruto de una mal disimulada impasibilidad. Aquella idea de cantera, defendida con una tenacidad indestructible y convertida en la bandera irrenunciable del club, está ahora en manos de una directiva que decidió tiempo atrás tomar posiciones de indiferencia y que hoy tiene las manos más salpicadas que nadie.

El fútbol base culé, que durante muchísimos años pasó desapercibido por el gran público y fue incluso objeto de burla, logró convencer a la masa social de que no había mejor opción que él. ¿Y hoy? Hoy para pocos la Masia sigue siendo el factor diferencial.

Muchos de los que creían más que nadie en esta institución se han marchado o fueron apartados y despedidos, y ahora que en el Barça se vienen las elecciones a la presidencia, y sin la posibilidad de prometer fichajes, está por ver el peso que le darán al fútbol formativo las diferentes candidaturas.

No es fácil gestionar una cantera, y espero que no sea ésa la conclusión a la que se llegue tras leer estas líneas, pues advertir y captar talento en edades tempranas, dotarlo de herramientas para su formación, moldearlo, educarlo y darle esa singularidad casi sectaria que había logrado el FC Barcelona, es tan difícil como coleccionar títulos. La multinacional de formación que ha sido la Masia en sus mejores años, convertida en la bandera institucional del club, fue fruto de muchísimos factores, pero si algo está claro es que nunca tuvieron lugar el egoísmo y la indiferencia.

Vale la pena recordar lo que teníamos, para tratar de recuperarlo. Al final, tanto competir como formar son dos maneras de declarar el mismo deseo, que en un club como éste no es otro que ganar.