La soledad del corredor de fondo

Haruki Murakami en su muy recomendable libro “autobiográfico” “De qué hablo cuando hablo de correr”, nos comenta de una manera muy personal, que el aspecto mental en ciertas actividades que se realizan de una manera solitaria, es probablemente el factor clave que diferencia el éxito o el fracaso, sobre todo en cualquier tipo de competición de estas características.

Si existe un puesto en el mundo del fútbol especial, raro, de esos que sus inquilinos están hechos de una pasta extraordinaria, esa es la posición del portero. ¿Quién no se ha acercado a los tres palos, en esos fugaces recreos en la escuela, aunque sea solo con la curiosidad hacia lo desconocido, se ha probado unos guantes y ha intentado ser el superhéroe del equipo? Llegando normalmente a la conclusión de que ese puesto no era para él, que se necesita de algo especial, intrínseco a la persona, que no se entrena, ni siquiera se aprende, para atreverse a colocarse ahí, solo contra el mundo.

Porque es sobre todo eso, una apuesta contra la soledad, o sería mejor decir, una necesidad de convivir lo mejor posible con uno mismo. Negociar con los miedos, acotar la valentía. Pero hoy en día este role en el equipo, ha dado un giro radical en la expectativas, que un equipo de fútbol moderno, tienen de ese jugador que viste diferente. Hoy del cancerbero se espera continuidad, sobre todo que sea futbolista. Que pare. OK, pero sobre todo un jugador de campo más, aportando ese importante detalle al juego del equipo.

Si hay un equipo en el mundo donde, más que en ningún otro, el portero debe dotar de una salida futbolísticamente válida al juego, ese es el Barça. Con el hándicap añadido que supone la fácil desconexión que supone el entrar en juego muy de cuando en cuando, en relación a la dinámica de un partido. Valdés siempre recordaba la anécdota que, para no cortocircuitarse, él solía radiar el partido para sí mismo. Eso le permitía seguir unido al juego, en el argot futbolístico, no “enfriarse” demasiado, para conservar esa capacidad de poder sacar esa mano salvadora, en las pocas pero a veces claras oportunidades, que el rival era capaz de hilvanar.

Todos recordaremos el ejemplo de Robert Enke, un portero muy especial, del que solo años después de su fatídica muerte, fuimos conscientes de la presión con la que vivía y cómo difícilmente lidiaba con ella. Un caso extremo, sí, pero que nos da una clara visibilidad de lo complicado que es el manejo del entorno del futbolista de élite y en concreto del puesto especial del que hablamos en este artículo.

Hoy el Barça ha sido capaz de realizar en verano la contratación de dos guardametas que negocian muy bien con esta condición de ser “portero-futbolista”. Especialmente está llamando la atención, la características como jugador de campo de Marc André Ter Stegen. Su capacidad para controlar, orientar el balón y desplazar en largo en apenas dos toques y con ambas piernas, sencillamente, asombra. Su juventud, veintidós años, indica además un amplio margen de mejora. Pero los mimbres son excelentes. Su dominio del juego aéreo es quizá uno de los aspectos más mejorables. Pero tiene la capacidad y la valentía para indicarnos que será también un portero de área.

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El alemán tiene su hábitat natural fuera del área, acostumbra a manejarse en la zona de medios mientras el Barça acosa el área rival. No por salir en ninguna foto, sino porque considera, entendemos que con la connivencia del entrenador, que se debe cubrir el máximo espacio de campo posible en caso de rechace o amago de salida del rival. Es siempre mucho mayor el beneficio que se obtiene en relación al riesgo que se corre. Guardiola lo explicó muy bien tras un fallo de Valdés en un control durante un clásico de la Champions; «Lo importante es que Víctor ha seguido haciendo lo mismo tras el fallo, y ese seguir haciendo lo mismo nos ha hecho volver a desequilibrar el partido a nuestro lado«.

Pero con el detalle, con la cualidad que tenemos que quedarnos del guardameta alemán, es su personalidad. Ter Stegen tiene, y de hecho exhibe en cada gesto, una capacidad mental que nos indica que su techo es muy alto y que aún le quedan muchas noches de gloria en el Camp Nou. Sus ganas de ser ya el titular también en Liga, nos hablan de su ambición, necesaria para el éxito. Y su capacidad para reponerse a goles decisivos, que podrían ser catalogados como errores del portero, en jugadas puntuales en las eliminatorias disputadas hasta ahora, nos indican su capacidad de superación o, como decía Murakami, su dureza mental. Clave para ser ese número uno indiscutible. El espejo en esa portería tan especial, lo tiene bien reciente en Victor Valdés, probablemente el mejor portero de lo que llevamos de siglo. Marc-André tiene una maratón por delante, pero pulmones, piernas y sobre todo cabeza le sobran para llegar entero al kilómetro cuarenta y dos. O mucho me equivoco, o hay portero para muchos años en Can Barça.