Para muchos aficionados del Barça, Rafinha fue la incorporación más ilusionante del verano. Su temporada en el Celta había rayado a gran altura -con actuaciones tan mediáticas como la del Bernabéu– venía a reforzar un centro del campo que ha dejado más sombras que luces en los últimos años, y además Luis Enrique, una suerte de padre futbolístico para el jugador, iba a apostar por él. Y así lo hizo en la primera parte de la temporada, pero el menor de los Alcántara no terminaba de romper.

Los motivos eran varios: desde las lesiones que cortaban su continuidad, a los problemas típicos que suponen un salto de nivel tan grande como el que hay entre el equipo gallego y el catalán. Pero sobre todo, y quizá por encima de lo anterior, su extremada timidez sobre el campo. Lejos del histrionismo que acompaña a su hermano Thiago en cada gesto, el 12 culé no se comía la jugaba en ningún partido, no la atacaba. Como quien está ahí pero no quiere molestar, vaya. Y así no solo estuvo lejos de moverle la silla a Rakitic y a Iniesta sino que tuvo que ver como Xavi le quitaba minutos con la voracidad implacable que caracteriza al capitán.

Hasta ahora. Aunque sin lanzar las campanas al vuelo ya que en el Barça todo mantiene cierto halo de interinidad, sí que parece que el brasileño ya está metido en la rueda de minutos de calidad. Las buenas sensaciones apuntadas en Coruña y Elche quedaron confirmadas en el durísimo partido contra el Villarreal. Aquí mostró toda su calidad asociativa, y lo que es más importante: su entendimiento de la posición. Tácticamente, con y sin balón, desempeñó la función, como mínimo, al nivel de Ivan Rakitic.

Esto no debería sorprender: conoce mucho mejor las funciones de interior que el croata. Su principal problema, el jugar ahí con falta de espacios y de tiempo para ejecutar, queda además subsanado en el nuevo estilo de Luis Enrique. Al ser tan verticales y jugando muchas veces en transición, los espacios aparecen y todos los jugadores rinden a más nivel que en estático. O sea, que esta nueva forma de jugar le sienta muy bien a Rafinha.

Y su otra gran ventaja es que no solo le sienta bien a él, sino que a casi todos. El Barça se ha vuelto a sentir guapo así, siendo el único imprescindible real Messi. Los interiores no demandan nada especial, y de hecho la gestión del carril central es algo que debe ir mejorando y aumentando con el paso de los partidos. Por todo esto, no parece que Luis Enrique pueda volver a Xavi, porque él, aunque es mejor que todos sus competidores, sí que demanda y condiciona tantas cosas a sus compañeros que detendría la idea original, la ideal de correr –incluso jugando en la izquierda-. Por todo esto, el puesto de interior derecho parece cosa de dos: Rakitic y Rafinha. Y si el hijo pequeño de Mazinho mantiene este nivel, está en condiciones de presentar pelea por un puesto en la alineación. Al menos ya está más cerca de ser titular de lo que nunca estuvo Thiago.