No me gustó el partido, sí el resultado”, respondió Cruyff ayer cuando los periodistas le preguntaron por El Clásico. No son pocos los que creemos, igual que Johan, que el partido del Barça este domingo no fue bueno. De hecho, no lo fue: el Madrid dominó buena parte del encuentro y los azulgranas sólo se mostraron superiores en la media hora final, desde el momento en que Suárez se inventó el 2-1. Sin embargo, la importantísima victoria dejó un sabor dulce a los aficionados azulgranas.

La difícil transición del postguardiolismo ha desembocado en un nuevo Barça, que ayer volvió a mostrarse en su máxima expresión, sobre todo en el tramo final. A algunos les gustará, a otros no: lo que es obvio, sin embargo, es que aquel equipo irrepetible no volverá, aunque la mayoría de sus futbolistas sigan en la plantilla. Ahora, sin embargo, los jugadores más importantes son diferentes que los de aquella época y, aunque cueste asumirlo, al aficionado azulgrana le toca readaptar su mirada para disfrutarlos.

Y es que el Barça de Luis Enrique ha mutado hacia un equipo de delanteros, recogiendo el testigo de los centrocampistas, tras más de 20 años siendo fiel a una propuesta de juego muy particular. El fichaje de Suárez simboliza el cambio de paradigma: el uruguayo permite a Messi y Neymar vivir cómodos a la banda, y el crecimiento de los tres delanteros desde su debut en octubre ha sido imparable, hasta el punto de convertirse en el detalle táctico más relevante de la temporada.

Ellos definen el juego de este nuevo Barça, que ha roto lo tradicional para embarcarse en una nueva aventura. Como toda nueva idea, su futuro y viabilidad dependerá de los resultados obtenidos…y de las elecciones que se celebrarán a finales de curso. Después de dos largas temporadas debatiendo sobre el estilo, el técnico asturiano ha apostado por romper el inmovilismo y partidos como el de ayer definen el éxito que obtendrá el apostar por un juego más abierto, que prioriza explotar los espacios por encima de altos porcentajes de posesión del balón, y que tiene como punto de unión entre las dos filosofías la pasión por el fútbol de ataque.

Atrás han quedado los días que el Barcelona utilizaba la pelota para defenderse. “Nosotros no vamos a especular”, ha reconocido Luis Enrique en rueda de prensa varias veces esta temporada: “Cuando marcamos el tercer gol, nosotros vamos a por el cuarto, y así sucesivamente”. La mirada del técnico asturiano, pues, es un poco distinta a la que ha imperado estas últimas temporadas, ya que contempla el fútbol desde una vertiente muy ofensiva, y le resta importancia al control, en beneficio del vértigo y las transiciones. Y es que el manual de Luis Enrique se aleja del juego de posición, el modelo de juego por antonomasia de la Masía.

Lo cierto es que, sin embargo, la mirada de Luis Enrique ha aportado nuevos matices al modelo y es innegable que ha estimulado su evolución y posterior desarrollo. Desde la victoria ante el Atlético de Madrid en el Camp Nou, triunfo que enterraba una semana que empezó con la resaca de la derrota en Anoeta y desembocó en la convocatoria de elecciones en verano, el Barça ha despegado y los jugadores parecen creer en la metodología del entrenador, muy cuestionada por aquel entonces.

El técnico asturiano pareció navegar sin un rumbo fijo desde que perdió en el Santiago Bernabéu en Liga (3-1) hasta la derrota ante la Real Sociedad. Los cambios tácticos y las rotaciones desconcertaron a los jugadores en exceso, por lo que encontrar un once fijo sobre el que trabajar fue clave para el despegue del Barcelona en todas las competiciones y a todos los niveles, a principios de enero.

Ahora, Luis Enrique y su cuerpo técnico tienen la obligación de hacer que el equipo responda en el momento decisivo de la temporada. Los jugadores creen en el plan de juego, y a la afición le toca renovar su perspectiva futbolística para poder disfrutar de un equipo tan temible como imperfecto. No es lo ideal, pero lo bueno del fútbol es que siempre concede nuevas oportunidades: en este caso, en julio habrán elecciones, y es ahí dónde se decidirá hacia adónde va el club. Hasta entonces, quizás valga la pena darse un paréntesis para poder gozar de lo que queda de curso.