VICTORIA ENTRE DESCOSIDOS Y JIRONES

Dos equipos plagados de estrellas e imperfectos , eso fue lo que vimos ayer en el Camp Nou. Momentos de inferioridad manifiesta, otros de dominio abrumador, acciones individuales youtuberas pero ante los problemas, ambos conjuntos se descosen. Esta vuelta de los dos matones de barrio a ser terrenales nos regala vaivenes durante los 90 minutos, vuelcos que permiten rematar al adversario sin lograrlo, como en la pelea final del western de sobremesa. Y en estas, la última bala tiñó de rojo la camiseta blanca antes de ocupar toda la pantalla el The End.

Plantaban Luis Enrique y Ancelotti los onces esperados, el traje de bonito para las grandes celebraciones. Eso sí, Carlo se recolocó un poco la manga derecha del mismo: Bale actúo más como interior que de extremo, dibujando un 1-4-4-2 difuso que se le atragantó al Barça. Por su parte Lucho siguió andando por la linde de estas últimas semanas: 1-4-3-3 con un Leo más fijo en banda derecha. Y a pecho descubierto iba a ser la contienda.

Una de las cosas más destacables del partido -por eso va la primera- y ya no sorprendente fue el dominio culé a balón parado. En área propia, a excepción de dos acciones puntuales, la pareja de centrales y Suárez se bastaron para desactivar el peligro aéreo merengue, sin ser necesario el -supuesto- dominio del área de Bravo, eficaz bajo palos sacando manos. En ataque dos aspectos reseñables. El primero que se evitó la contra blanca tras lanzamiento, esa que saltaba por los aires la débil transición blaugrana. Y mucha culpa de ello tienen los actuales lanzadores, facturando los balones a zonas donde la ventaja es del atacante y la salida rival no es tan sencilla. La segunda, la producción goleadora, la capacidad de un equipo “pequeño” de sacar gran rendimiento. Y para muestra el botón de Mathieu, atacando el primer palo y subiendo el 1 a 0 al marcador pasado el primer cuarto de hora. Tremendo partido del central francés, que sin ser tan dominador como su compañero, supo sobrevivir en área propia, donde más sufre este equipo y dentro de un escenario en el que pocos le teníamos fe.

A raíz del gol -si somos puristas minutos antes- el escenario cambió y el Madrid tomó el mando a través de su ataque posicional, vara de manzano que no soltaría durante este primer acto. A través de un Kroos dominador en zona central, un Modric solucionador e Isco pudiendo desequilibrar, los blancos maniataron a los blaugranas. A partir de ahí, la banda de Marcelo pasó a ser una autovía sobre la que el Madrid volaba. Y el Barça en inferioridad manifiesta. Incapaz de salir ante tímida presión rival, con pérdidas en zonas de la medular, Leo aislado, Ney desconectado y los interiores rifándose las camisetas blancas. A la media hora error de lectura de Mascherano, genialidad de Benzemà y gol de Cristiano. El temporal se avecinaba. Si sobrevivió el Barça al averno fue gracias a dos hombres -más la pobre definición merengue-. Luis Suárez no vino de Liverpool a jugar de 9 típico, pero ayer, ante la superioridad rival, era quien generaba actuando como tal, buscándose la vida como decimos vulgarmente. Era quien estiraba, quien se peleaba, el que venía a recibir, muchas cosas para poco rédito aunque en la segunda parte sí le salieron las tres manzanas en línea en la pantalla.

Cambio de párrafo siguiendo el tema anterior porque para hablar de Gerard Piqué hay que hacerlo por separado. La capacidad de lectura del central parece no tener límites y los adjetivos se quedan cortos. Los 90 minutos de Gerard en el campo desprendieron un olor a Carles Puyol que echaba para atrás. Y no me mal interpreten, que ya sabemos que ambos poco tienen que ver futbolísticamente. Me refiero al aspecto anímico, al hombre capaz de tirar del carro, de ser el líder, que tus compañeros sean conscientes del “nos está salvando la vida”. Ese fue ayer Piqué. Su temporada está siendo deliciosa, a niveles de hace cuatro años, pero su cabeza es otra y el aura que desprende también.

Acabó el primer tiempo con un empate inmerecido, deseando que Lucho retocara la tan maltrecha y manoseada banda derecha blaugrana que nada daba y mucho regalaba. Y el astur actuó, de una manera sencilla que a la postre supuso un giro en el partido. El Barça no salía ni llegaba por la diestra, pues si yo no tengo banda tampoco quiero que la tengas tú. Leo se alejó de la cal, Alves acortó la cuerda unos metros y Rakitic se olvidó de ser el espejo de Messi. Por ahí nos arropamos bien y luego ya veremos debía pensar el gijonés.

Sin cambios en los onces el Madrid salió con las mismas intenciones, pero ahora su banda izquierda no era zona de búsqueda obligatoria porque la autopista pasó a ser un camino de tierra comarcal. Tocaba remar en otras direcciones, donde el riesgo a la pérdida era mayor. No fue en una pérdida sino en un balón largo de Alves donde el uruguayo dejó sus credenciales de 9 puro. Control orientado con el exterior de la diestra, dos pasos y balón al segundo palo. Nueva ventaja en el luminoso pero ahora mejor pertrechados atrás.

Si en la primera parte los azulgranas fueron incapaces de salir atacando los espacios rivales en la segunda pasó lo contrario. La urgencia en el marcador rival y la repoblación culé de la zona de Marcelo obligó al Madrid a arriesgar y ser más vertical o veloz. Ya no servía llevar el balón de una banda a otra, ahora la conquista de la media punta debía ser inmediata. Como consecuencia aparecieron las pérdidas en zonas intermedias. Si a esto le sumamos los espacios y que Los Nucleares estaban más próximos, el cóctel a punto estuvo de destrozar a los blancos. Varias ocasiones claras marradas por la tripleta, con un Neymar muy mejorado respecto a su horripilante primera parte que sigue peleado con el gol.

Una vez el Madrid se rompió del todo, Leo emergió en el centro del campo. Todas las recepciones negadas anteriormente ahora eran sencillas. Lucho quiso dar matarile al encuentro, añadiendo seguridad a los minutos de Leo. Busquets y Xavi al verde por los dos interiores titulares. Mayor solidez defensiva en banda derecha por el de Badía y multiplicar líneas de pase por 2 gracias al de Terrassa. Minutos finales de muchos ¡Uys! y pocos ¡Ays! para la parroquia del Camp Nou, buena manera de desfilar de vuelta a casa con buen sabor de boca.

Son solo tres puntos”, nos cansamos de decir siempre, pero anímicamente siempre son más. El equipo supo resurgir desde la inferioridad, desde estar completamente deshilachado, a jirones. Y como recompensa un +4 en la clasificación y la confirmación de que este equipo compite como bestias, sean cuales sean las condiciones. Jugará mejor o peor, tendrá muchos defectos y pocas virtudes, problemas para dominar un partido de cabo a rabo, una propuesta que nos gustará más o menos pero son nuestras bestias, y se van a dejar todo llevando el escudo blaugrana en el pecho.