Por fin. Ayer el Barça se deshizo de uno de sus lastres históricos que más reconcomen el alma de muchos culés. Fue sin estridencias, sin la última tecnología, sin fuegos de artificio. Primó la sencillez, la familia, los compañeros y el sentimiento. Tifo al inicio del encuentro, ovaciones, cánticos, alzar el trofeo de la Liga, un vídeo de sus mejores momentos, compañeros enfundados en camisetas con el 6  y vuelta de honor en solitario, así dio las gracias el Camp Nou al mejor centrocampista de su historia. La sencillez para despedirse de quien elevó dicha sencillez a sello de identidad. En esos momentos donde al más pintado se le saltaban las lágrimas venían a la memoria muchos otros jugadores históricos del Club que no tuvieron la suerte de despedirse así por diferentes motivos. Jugadores pasarán, el FC Barcelona seguirá cosechando éxitos y decepciones, pero debemos tener grabada a fuego una cosa: la historia del club la construyen las personas, y de bien nacidos es ser agradecidos con aquellos que tanto nos han dado.

Para cerrar la Liga Luis Enrique dispuso un once novedoso en el Camp Nou. Dos debuts, Masip bajo palos y Vermaelen en el central izquierdo. Junto al belga, en la línea defensiva, Bartra con Adriano y Mathieu en los laterales. En la zona media, Sergi Roberto repitiendo de mediocentro, junto a Rafinha y Xavi. Arriba, para no perder la costumbre, Neymar y Messi acompañados de Pedro. El Depor, por su parte, se jugaba la vida, aunque hasta el minuto 55 no lo pareció. Repliegue bajo en dos líneas de 4 y 5 hombres con Lúcas Pérez como punta de lanza -punta bastante roma durante el primer tiempo-.

Empezaron los blaugranas gustándose, disfrutando del partido. Velocidad en la circulación, Leo activando con sus combas la banda izquierda, Rafinha generando ventajas y el equipo con hambre de gol. A los 4 minutos Messi abrió el marcador de cabeza tras una performance del mediano de los Alcántara por el costado derecho. Buenos minutos del brasileño que voló en libertad en todo el frente de ataque.

La pasividad de los coruñeses acabó contagiando al Barça. El control existía pero la movilidad y velocidad de ejecución desapareció mediado el primer tiempo. Entiendo que esa fue la apuesta de Víctor Sánchez del Amo, aburrir a los culés, que pasara poco en el terreno de juego y estar cerca en el marcador. Y así se llegó al descanso, 1 a 0 en el luminoso y la grada más preocupada del post partido que de la segunda parte.

Los segundos 45 minutos se iniciaron de la misma manera. Un Depor timorato y un Barça dejando pasar el tiempo, hasta que, en una contra, Neymar sirvió en bandeja a Messi el segundo de la tarde. Partido sentenciado y el Depor condenado. Pero no fue así. El Depor subió líneas, fue a por el partido, y los azulgranas se empequeñecieron. Una gran maniobra de Lúcas Pérez -muy buen jugador- hizo inútil la estirada de Masip y acercó a los gallegos a su objetivo, puntuar en el Camp Nou.

Tras unos minutos de asedio visitante, una serie de rebotes en el área local propiciaron el gol de Salomao. El Depor lograba su objetivo y el Barça ya no estaba para subir marchas en el encuentro. Y así transcurrió el último cuarto de hora, posesiones estériles y defensa numantina de los coruñeses. Todos felices, el Depor un año más en primera y el Barça dispuesto a disfrutar de las celebraciones.

Dos últimos apuntes sobre el partido. Sergi Roberto volvió a hacer de Busquets. Si bien es cierto que los minutos que ha disputado en esa posición no han sido de exigencia máxima, su rendimiento ha sido más que aceptable, sobre todo en lo referente a gestión de la posición y ubicación según la zona donde estuviera el balón. Ojalá el de Reus pueda tener recorrido en este rol.

El segundo es la vuelta de Thomas Vermaelen. No es partido para valorar casi nada, pero la seguridad, carácter y jerarquía que desprende el belga en cada una de sus acciones nos hacen albergar esperanzas de que sea un hombre importante la próxima temporada en la zona más débil, ese pasillo entre lateral y central izquierdo.

Y se cerró el chiringuito liguero por este año. La 23 en la butxaca, unas cuantas lágrimas por Xavi en el pañuelo y dos objetivos inminentes para completar una temporada histórica. Porque así es el fútbol, los campeones se coronan en mayo-junio y el camino hasta entonces, sea el que sea, acaba siendo secundario.