A comienzos del siglo XVI, en pleno Cinquecento, paradigma de cima histórica artística, donde el artista consigue la más fiel representación de la realidad, Miguel Ángel realizó el famoso David. La obra, más allá de su valor histórico y cultural, alcanzó aún más misticismo por el material en el que fue logrado: un bloque de mármol, cuyas dimensiones eran tales que le hacían justo merecedor del sobrenombre de «el gigante«, y además había sido deformado por la mala praxis de un artista anterior. Tal era su estado que, según cuentan algunas historias, el mismísimo Leonardo da Vinci se negó a trabajar sobre él. Miguel Ángel en cambio, no lo consideró un obstáculo insalvable: el resto es historia.

En 2013 Pep Guardiola aterrizaba en Múnich con la idea única, inequívoca e innegociable de aplicar una idea de juego en un equipo, que con otra concepción sobre el mismo, había ganado todo lo ganable unos meses antes. Sin embargo, los trofeos no eran tan importante como la nueva idea que se estaba imponiendo en Europa y de la que Josep era su máxima abanderado. Una idea que ha luchado por aplicar con ahínco a pesar de que, como Buonarroti, no tenía el material adecuado. Cosas del destino, su visita al campo que le vio encumbrarse llegó en el momento en el que más lejos parecía de poder aplicar sus conceptos. Las terribles bajas, la crisis interna y los últimos resultados hacían aconsejable matizaciones precisas para parar al torbellino catalán. Pero, cuando más difícil lo tienes -debió pensar-, es cuando más debes profundizar en tus convicciones.

El Barça con su alineación no sorprendió pero al Bayern sí era difícil encajarlo. La versatilidad de casi todos sus hombres y la inclusión de Schweinsteiger dibujaron un sudoku de pronta solución: defensa de 3, una maraña de 5 en el medio y Lewandowski y Müller bailando arriba. La propuesta podía tener su aquel por la idea sin balón: presión a todo campo, plantar al equipo arriba y que los culés no pudieran pensar. Pero en la práctica se descubrió ineficaz porque en cuanto los de Luis Enrique daban un pase, un solo pase bien, eliminaban varias líneas de presión y Messi, Neymar y Suárez quedaban en 3 contra 3 con los defensores bávaros. Este paso óptimo, que pudo ser definitivo, nació de ter Stegen y tras una prolongación dejó a Suárez de cabeza. Su fallo no cambio el resultado pero su acción si cambio el encuentro. Guardiola, que es inquieto porque puede serlo y porque tiene que serlo, no tuvo más remedio que rectificar sus pasos.

A partir de ahí el Bayern de Múnich lució otro traje y al menos pudo ser competitivo. Lo visto anteriormente era una condena a que la eliminatoria quedase resuelta en cualquier lapso, en cualquier acción; lo visto posteriormente no fue un traje brillante pero sí permitía haber partido. El 4-4-2 posterior permitió a los bávaros ser más homogéneos y equilibrados, evitando que cada acción suya fuese una heroicidad. Automáticamente Xabi Alonso se vio protegido, permitiéndole completar una actuación tan colosal como hace un año que no tenía, Thiago pasó a tener más posesión de balón, y Bastian podía actuar sobre un Busquets al que buscó atufar toda la noche. El equipo no se había vuelto compacto, el Barça seguía estando a nada de ver a Neuer, pero al menos la fuga había sido controlada y arriba podía salir con pelgro sobre todo gracias a la -sorprendente- movilidad de sus puntas.

Hay que recalcar que a pesar de lo dicho el Barça siempre tuvo la iniciativa, algo que además reforzó con Messi y Rakitic ocupando posiciones más centradas. El argentino fue consciente de que por fuera no iba a poder conectar con el costado izquierdo ya que esa era la trampa que le preparaba Pep, y el croata en medio de este duelo de presiones y de transiciones recordó sus mejores noches. Estos dos, junto con Alves siempre mantuvieron la balanza desnivelada, que si no llegó a caer para un lado fue porque Neuer, portero colosal de grandeza aún mayor, lo evitaba continuamente.

Esto no tuvo continuidad en la reanudación. Los culés sabían que su plan era el bueno, pero como pasa siempre a estas alturas de Champions, las dudas sobre perder lo que aún no has ganado aumentaban al tiempo que el actual campeón de la Bundesliga crecía. Pep, como apuntaría posteriormente, sabía que la mejor forma de alejar a su rival era teniendo el balón y así lo hizo. Línea defensiva casi en la medular, posesiones más largas, y bastantes minutos viviendo en campo contrario. Marc André seguía lejos, pero Manuel aún lo estaba más del equipo local, y eso de momento podía valer. Valía tanto que el Barça, por primera vez en el encuentro empezó a dudar. Hasta que apareció Messi donde hasta ahora aparecían Neymar y Suárez.

«A Messi no hay sistema defensivo que le pare. Hay que limitarle de otra forma, pero el talento no se defiende«. Cuando Lío recibió en la frontal tras la enésima intervención ganadora de Alves -presión, recuperación, jugada individual y pase al argentino-, todos, Neuer incluido, imaginamos su tiro al palo largo; su tiro de seguridad; su tiro ganador. En lugar de ello, y quizá como un grito de rebeldía ante quien le estaba negando su pase enroscado ganador, cambió su disparo por uno más frontal, al palo corto, ajustado al mismo. El arquero alemán, aún sorprendido, reaccionó pero no fue suficiente y no solo el marcador, sino el encuentro, cambiaban.

Si Neuer al menos pudo reaccionar, no lo hicieron el resto de sus compañeros, aturdidos por el mazazo que acaban de recibir cuando menos lo esperaban. Fue el momento perfecto para que el Barça afilase el colmillo y sacase renta definitiva. El 2-0 definió a Messi como lo que es, un jugador único, y el 3-0 definió a la delantera culé como la que es: la mejor del mundo. El partido quedó cerrado y la eliminatoria salvo genialidad del artista catalán, concluida.

En 1506 fue descubierto en una viña romana el Laocoonte y sus hijos un grupo escultórico griego que por su tremenda expresividad y belleza cambió a Miguel Ángel para siempre. Fue una ruptura vital que supuso a su vez una hendidura en el ciclo artístico: el renacimiento tocaba a su fin y el manierismo se alzaba triunfante. No sabemos si tal efecto tendrá Leo Messi y sus hijos -Neymar y Suárez- en Pep Guardiola. Quizá el haber sufrido un segundo batacazo consecutivo en Europa le haya hecho concebir que debe recorrer otros caminos para seguir siendo el genio dominante que es. O quizá, al contrario que lo que pasó con el de Caprese, se reafirmará más en su idea. Lo que sí está claro es que igual que hubo un antes y un después en el arte por la aparición del Laocoonte, lo habrá en el fútbol con Leo Messi, un jugador que cada día hace posible lo imposible.