Luis Enrique llegó en el 2014 con la misión de empezar, por fin, un nuevo ciclo futbolístico en Can Barça tras la larguísima y exitosa etapa anterior. La fórmula ya estaba agotada y tocaba reiniciar y ajustar para poder llevar al equipo a la cima que otrora le pertenecía. Este nuevo paso quedó simbolizado con la función de los interiores: si con Guardiola Xavi e Iniesta eran tan fundamentales que incluso rivalizaban en méritos con Messi, con el ex entrenador del Celta esta posición cambio de rol: debía ser una transición hacia la delantera, por lo que se vaciaron de peso y preponderancia en el juego. Con ello, el equipo mutó, ganó y aunque sacrificó la figura tan icónica del modelo culé, no significó que los interiores fuesen convidados de piedra en esta fiesta: tanto Iniesta como Rakitic tuvieron sus momentos de gloria, dejando un buen sabor de boca con sus temporadas. Pero Luis Enrique quería más: quería a Arda Turán.

El turco es un jugador muy especial y específico que hace bueno el principio básico de este deporte: «al fútbol se juega con la pelota». En su caso es así literalmente: el ex del Atlético emerge cuando el balón entra en contacto con alguna parte de su cuerpo. Es ese el instante preciso de su liberación, al mismo modo que hace un mago cuando por fin se libera de sus grilletes para asombrar al gentío en el truco final. No decimos con esto que Arda sea alguien que desconecta del juego, pero sí que es la pelota la que le insufla vida. Cuando el envío le llega su ego se dispara, sabedor de que va a hacer lo que quiera. Como aquel que se siente guapo, su lenguaje gestual se amolda a la situación y empieza a jugar. En esto radica su principal fortaleza -un dominio sobre el cuero al alcance de los privilegiados- pero también una gran debilidad -suele tomarse su tiempo para devolverla, es muy raro incluso que la suelte a un toque-.

Como vemos, volviendo al inicio del párrafo anterior, esto le convierte en un jugador muy específico al que su entrenador y compañeros deben conocer para potenciar lo bueno y limitar lo malo. En clave Barça, le otorga una seguridad infalible para realizar el rol que tenía Xavi de guardarse la bola, pero también chirría un poco imaginarlo siendo una seguridad en el engranaje colectivo. Tampoco es nada de lo que hay que preocuparse, en sus días de colchonero cuando mejor se asociaba era cuando tenía a Koke cerca y ahora pasará a jugar en el club que por antonomasia más busca y ofrece la combinación, así que perfectamente puede funcionar.

Nos estamos centrando en su rol de interior, un interior en un 4-3-3 en el cual no ha jugado prácticamente nunca a lo largo de su carrera, pero esto sí que no es ninguna traba para su nuevo club y más con Luis Enrique. Alejado del juego de posición, la libertad con la que juegan todos, y la altura de este puesto en concreto, permite una adaptación escasamente problemática, dependiendo todo del propio rendimiento del jugador. Turan no deberá hacer nada que no hizo Rakitic, con éxito probado. De hecho, el cuerpo técnico parece que lo tiene pensado para el rol de Iniesta, y nosotros, una vez dado por seguro que el de Xavi lo podrá desempeñar sin problemas, continuaremos por ahí el análisis.

El turco recuerda al manchego en algunos aspectos, sobre todo en la conducción. Si la misión para ese puesto es que suba la jugada y sortee jugadores, él podrá hacerlo -sobre todo lo segundo-, aunque es necesario hacer una puntualización en cómo lo hace. Recordemos: vive con el balón en los pies, pues es tan bueno con él que es cuando más disfruta. Sabe de su calidad y le encanta lucirla, por eso muchas veces en su conducción «busca» al contrario, se acerca a él para poder lucir su juego. Con esto es probable que la jugada pierda ritmo -el propio jugador ya no tiene en sus piernas el brío de cuando llegó a España-, pero recordando que ha fichado por el club del «juntar, dividir y soltar», puede ser una bendición. Turán -que no es un regateador, sino un sorteador- puede darle más espacio a los tres compañeros atacantes a pesar de quitarles un poquito de tiempo.

Siguiendo con lo anterior, puede caer de pie en esa función tan específica, y con Neymar por delante y Alba rompiendo, la cosa puede casar bien. El equipo, en coralidad, trato de balón, y riqueza de la jugada ganará con su aportación a lo largo de la temporada. Y debe ser así para poder superar otro de sus problemas: sus pírricos números en asistencias y en goles, algo normal si recordamos que vive con el balón, siendo de los mejores del mundo, y que se vuelve vulgar cuando lo suelta. Esto sin duda supondrá un techo más bajo al que el equipo de la curva de Messi podría aspirar. Con Lío sirviendo el balón desde el otro costado, Neymar alcanzó cifras de goles cercanas a los killers históricos, y es fácil imaginarse lo que en ese puesto de interior podría ocurrir con un interior de llegada y pegada. Arda, como Iniesta, no lo es, y además tampoco es asistente. Todo el peso de ese costado seguirá recayendo en el brasileño, y Suárez seguirá teniendo que mirar a su derecha para poder marcar: entre Iniesta y Ney no le han servido ni 5 asistencias, y el nuevo fichaje no promete aumentar estas cifras.

Esto último también hace que jugar arriba, en los puestos de la delantera, aunque a priori se pueda adaptar mejor a sus características, pueda ser difícil de ver. Luis Enrique, a parte del gol que ya damos por supuesto, arriba pide electricidad, profundidad y combinación fulgurante en los delanteros, principios a los que Arda no parece ajustarse. Además, el falso 9 parece cosa el pasado -Pedro es el que jugó en el centro cuando no lo hacía Suárez-, por lo que solo le quedarán los puestos de los extremos. Siendo Lío intocable, y Neymar casi, su cuota de minutos arriba parece que solo podrá darse en momentos de jugar «con cuatro centrocampistas» para dormir definitivamente el partido. Algo como hacía Rijkaard con Iniesta, pero siendo en este caso recurso y no discurso. A priori, el propio Aleix Vidal parece que podrá jugar más ahí que él.

En definitiva, como decíamos, estamos ante un jugador muy específico, que da cosas concretas al colectivo y es misión de su entrenador saber aprovecharlo. Luis Enrique sabía lo que fichaba, un interior que se adapta muy bien a lo que pide para ese puesto, trabajo incluido -aunque no tiene una gran técnica defensiva, sí recupera balones y ensucia la jugada sobre todo de forma vertical, entrando y protegiendo con el cuerpo-. Su escasa cuota de gol no parece problema para un conjunto cuya delantera marcó 122, y que su capacidad asociativa no esté a la altura de su exquisita técnica no es insalvable visto el nivel de los compañeros que tendrá y que además no se hace tanto hincapié en esto como en el ciclo anterior.

Su fichaje amplía en cantidad y en calidad una de las posiciones más descuidadas el pasado curso, ahora todo depende de él, y tiene técnica y fútbol en sus botas para poder brillar y sumar. Imponerse es siempre difícil, pero su rival por el puesto es un Andrés Iniesta que ya ha sido muy dosificado por Luis Enrique y que promete hacerlo aún más. El todo siempre es la suma de las partes, y en este caso el asturiano parece haber ponderado que la suma de Iniesta y Turan puede dar como resultado el mejor interior zurdo del mundo. Y puede que tenga razón.