Desde que llegase al Barça en 2010, Javier Mascherano no ha estado nunca en un segundo plano. Lo fichó Guardiola, del Liverpool, como mediocentro. La relación es compleja, Pep potenció el estilo de Cruyff de manera defensiva. Es decir, mejoró el invento de Johan para defender mejor y seguir siendo ofensivos. Se inventó a Sergio Busquets, le puso a equilibrar un sistema comandado por dos interiores de claro carácter asociativo que –aparentemente- perdían el duelo hacia atrás pero que en realidad potenciaban el mejor sistema defensivo que ha tenido nunca el FC Barcelona. La pelota, tenerla contigo el mayor tiempo posible y generar movimiento fluido hasta el área contraria para hacer gol. Pero Javier no parecía encajar en ese contexto, sonó extraña la entusiasta decisión de Pep cuando presentó a Mascherano “no tiene precio tenerlo”. Un mediocentro argentino, un mediocentro defensivo en el fútbol normal, o sea fuera del Barça en aquél entonces, un futbolista expeditivo que llevaba el tackle como aliado y carecía de técnica y facilidad asociativa en espacios reducidos. Pero Masche sabía a dónde venía, sabía que era la oportunidad de su vida, sabía que había que proteger a Messi.

“Masche tiene sus días. Hay veces que viene al club contento, con ganas de chistes y de hablar, pero también tiene días en los que viene loco. Cuando está así es mejor no hablarle. Lo vemos llegar y nadie se acerca a decirle nada. Ya lo conocemos, sabemos como es, y lo dejamos tranquilo. Igual, son más lo días en los que está contento que los otros. Siempre le hacemos chistes con eso” Leo Messi

Mascherano, su presencia en el juego, ha robado identidad al Barcelona. Ya la temporada pasada vimos jugar juntos a Javier y Sergio. Mediocentro e interior. Los daños colaterales de la marcha de Xavi, no del club, del juego, que ya van más de una temporada atrás, son la desnaturalización de un futbolista “hecho para jugar como mediocentro en el Barça”. Con Busquets como interior se comprende a Luis Enrique, equilibra de manera normal en el fútbol gran parte de los momentos de sufrimiento defensivo de un equipo que se revuelve en su adn cuando no toca cómodo, pero que compite y se erige en un equipo ganador sin tocar el guión esperado demasiadas veces. Lo que todos vemos como un recurso, una solución, un contexto más adecuado para periodos cortos de un grueso de partidos “de agarre”, se convierte muchas veces en la representación principal. Más sencillo, el sufrimiento del domingo ante el Eibar en la salida de balón. No está Iniesta, y es imposible no resentirse, pero siempre nos queda la reflexión de que provocamos que Masche sufra ahí y que Sergio divida su sufrimiento, por estar aquí y no poder estar allí. Javier Mascherano es un tipo que ha ganado dos Copas de Europa como defensa central con el mejor equipo de los últimos veinte años y puso a Leo Messi en disposición de levantar a Argentina de la siesta. No entendemos a Javier, pero “no tiene precio tenerlo”.