Si en algo estaban todos los culés de acuerdo en los últimos meses de la temporada pasada era que el Barça era un animal competitivo. Jugara bien o mal, gustara más o menos, hubiera mayor o menor acierto, el equipo era reconocible para los rivales: un hueso duro de roer independientemente del minuto de juego y del resultado que mostrara el marcador. En el arranque de este curso, ese gen competitivo se ha diluido, existen tramos -cada vez más largos- donde los de Lucho son manoseados, son inferiores al rival, a riesgo de comprometer el resultado final. Eso fue, en buena medida, lo que ocurrió en la primera parte de ayer. Y la manera de reconducir el sino del encuentro fue apelando a la emotividad, caminando por el filo de la navaja, como si fuera el partido donde nos jugáramos la vida. El resultado fue favorable y a estas alturas igual es lo que más pesa.

Pocos cambios en el once de Luis Enrique. El habitual Sandro por Munir y la entrada de Bartra en el eje de la defensa acompañando a Piqué. Posiblemente las rotaciones vengan entre semana, en el partido de Copa en Extremadura. Falta hacen puesto que la acumulación de minutos en algunos jugadores puede acabar pasando factura a medio plazo. La posible vuelta de Iniesta y Vermaelen ampliará el abanico de Lucho y esperemos que también repercuta en un aumento de rendimiento en ambas líneas.

Vamos a intentar explicar lo bueno y lo malo de los blaugranas en los cuatro goles anotados en el Camp Nou. Porque este equipo es eso, una suma de acciones, positivas y negativas. Cuesta -por lo menos a mi me ocurre- encontrar un hilo conductor en el juego con y sin balón. Y digo cuesta porque yo intento entender lo que se pretende y procurando tener en cuenta las ausencias capitales que tiene el equipo. Pero seamos justos, ayer sobre el campo habían diez jugadores internacionales “de galones”, con experiencia y oficio. Y me cuesta aceptar que no exista un sustento estructural para el juego, una idea común que sostenga al equipo en momento malos y que sea el punto de arranque de una idea coral.

Pero bueno, dejemos de divagar y vayamos al lío. Se adelantaba el Eibar en el minuto 9 gracias a Borja Bastón. Un balón buscando la espalda de los centrales destroza el entramado defensivo culé, con Mascherano y Bartra midiendo mal. Errores individuales, sí, como viene siendo habitual, pero también colectivos, con un posicionamiento deficiente. Bravo solventa la papeleta pero con la zona de rechace despejada, es Bastón quien adelanta a los eibarreses. Las concesiones defensivas culés fueron continuas durante el partido. El Eibar salía por fuera y por dentro, gracias a un caos posicional que exponía al defensor de turno. Como el equipo no se junta -no hay tiempo- y las pérdidas se producen en zonas azarosas, la recuperación tras pérdida acaba siendo una quimera. Y claro, cuando el rival tiene pólvora arriba -o acierto-, las cosas se complican.

No fue hasta el minuto 20 cuando Suárez igualaba la contienda. Busquets, en su mejor partido como interior, mandaba un balón diagonal a Sandro que de primeras, ponía en bandeja el gol al charrúa en área pequeña. Tres toques y empate. Como decíamos, Busi destacó en el puesto de Iniesta, pero no como interior Barça, sino como un interior cualquiera -no es peyorativo-. A falta de pan buenas son tortas dirán algunos, y no les falta razón, puesto que su alter ego en la derecha continua su peregrinación en soledad sin Leo a su vera. Es curioso el papel que se les otorga a los centrocampistas en la era Lucho. Más allá de las cualidades de cada uno, no pasan de ser meros transitarios, nunca creadores de ventajas ni de equilibrio. Viven entre dos aguas, ni son partícipes del juego ofensivo -exclusivo de los tres de arriba- ni dotan de seguridad defensiva al conjunto.

La segunda parte fue el momento de un cambio de actitud de los blaugranas. Se pasó a algo así como la heroica, un estado de emotividad acentuado por la agresividad del rival, el público y el segundo gol de Suárez a los dos minutos. Fue de las pocas recuperaciones realizadas arriba, con el equipo armero saliendo y descolocado. Conducción de Ney, excelso control de Suárez y definición abajo, donde duele al portero. Para generar peligro, este Barça necesita que el rival se desordene puesto que no es capaz de desordenarlo con su plan de ataque. Y esto se produce o tras robo en campo rival o abriendo el partido, con la consecuente aparición de espacios. Es ahí donde Neymar disfruta. Metros para conducir, para decidir dirección y velocidad. Porque Ney no se está escondiendo, a pesar de que el equipo le da poquísimo. Siempre la pide, consciente de que debe ser el desequilibrio, y se equivoca, decide mal… Pero es martillo pilón, una, y otra, y otra más, hasta que sucede. Todo esto aderezado con su versión más coral, buscando el pase final al compañero -preferentemente a Suárez-.

El partido seguía en el alambre. Los de Mendilibar no creaban serio peligro pero lograban asomarse al área de Bravo. Y no fue hasta el 39 cuando el uruguayo firmaba su primer hattrick como blaugrana. Contra local donde Ney se para y le busca a la espalda de Santos. Control orientado maravilloso con el pecho y a la jaula. Y es que Luisito sacó a pasear el libro de estilo del 9. Cada movimiento o participación suya tenía un sentido, pero un sentido de delantero centro, algo que en el Barça desde hace años no hemos visto. Fue su trabajo de espaldas, bajar balones en inferioridad, la pelea constante con los centrales armeros, su capacidad de mezclar el acercarse y el alejarse… Y a todo esto sumó la definición, aquello que reclamamos cuando el gol se niega, y que por arte de magia, a los cuatro días aparece.

Agarrados al duende y la asunción de responsabilidades de Neymar y al oficio y gol de Suárez, este Barça necesita incorporar más argumentos a su juego. No pretendo que en octubre se logre un nivel excelso pero sí cierta seguridad defensiva que permita encomendarse a esta pareja de dos. Y ya, si algún otro se quisiera sumar a la fiesta, miel sobre hojuelas.

LAS NOTAS

Bravo (6): Hizo lo que pudo en el gol encajado.

Alves (5): Cuando su versión es la de lateral, pierde el encanto.

Piqué (6): Seguimos esperando su vuelta. Con todo, fue el más sobrio de los cuatro.

Bartra (6): Una de cal y otra de arena.

Alba (5): Desaparecido. Sin Iniesta se siente solo.

Mascherano (5): El MC de este equipo suele estar expuesto. Su expulsión baja la nota.

Rakitic (5): Nuevo partido intrascendente. Grave problema en ese costado

Busquets (7): Buena actuación del de Badía, más si cabe sabiendo lo que suele aportar un interior en este equipo.

Sandro (6): Dio la asistencia en el primero de Suárez. Su encaje en banda derecha es complicado. El gol llegará.

Suárez (9): Tres goles y media vida. Lo del uruguayo anoche fue de 9 top.

Neymar (8): Asume con 23 años hacer de Messi. Y no tiene vértigo, lo disfruta.

Mathieu (6): Ningún error -cosa a destacar- y tres buenas acciones defensivas.

Munir (5): Poca incidencia en el juego de las carreras. Ney y Suárez se bastaban.