El Barça recibió al Betis en el último partido del año, con la tripa y la sala de trofeos a rebosar y la verdad es que todos estos factores se notaron en el primer cuarto del choque. Los culés entraron sin encontrar su ritmo, ya no el crucero sino uno capacitado para poder desarbolar al rival, y a esto ayudó tanto Luis Enrique, como Pepe Mel. El primero con sus rotaciones dejó fuera a Piqué, Alba e Iniesta, quizá los tres jugadores más implicados hoy día en la salida de balón; el segundo buscando la fricción y el ralentí a lo largo de todo el campo.

Ante tal escenario los minutos discurrían con pesar, disponiéndose el reto que al campeón de -casi- todo más le ha costado superar: el desarbolar a defensas zonales desde el ataque estático. Los verdiblancos lejos de encerrarse en su área -aunque si la achataron en anchura, algo ya típico a estas alturas-, conseguían tener el partido donde lo querían precisamente desde estas premisas. Si algo se salía del guión desarrollado por el escritor eran Sergi Roberto y Neymar, los jugadores de más ímpetu, impulso y enchufe en el partido. Del resto de titulares Messi y Alves no se encontraban y Suárez no leía bien su participación.

No fue hasta la serie de infortunios de los visitantes cuando se abrió la lata. Los dos goles casi seguidos, acompañados de la lesión de los dos centrales titulares, Bruno y Westermann fueron demasiado para un equipo que ha mostrado a lo largo de toda esta temporada muy frágiles ante adversidades y casi nunca listos para competir los 90 minutos. Sea como fuere el luminoso marcaba un 2-0 porque el Barça puso la suerte, no el fútbol.

Y esto es lo interesante del momento. Los de Luis Enrique están jugando mucho mejor que el año pasado a estas alturas gracias a la ventaja que supone el ganar y el conocerse. Ya hay cierta repetición de jugadas y sobre todo envíos y acciones realizados mecánicamente, sin mirar. Pero la gasolina física y sobre todo mental -el famoso cansancio cognitivo- han hecho mella en esta altura de la temporada. El momentum -concepto acuñado por Martí Perarnau- que se alcanzó antes del famoso 0-4 se ha ido diluyendo ante la lógica coyuntura que ya hizo levantar el pie del acelerador en Mestalla y en la visita del Dépor. Algo lógico y normal, y que debe disiparse con el rush copero y la incorporación de los fichajes.

Es la perspectiva a largo plazo, de mucha más lectura que la que nos dejó el partido a corto plazo: el segundo tiempo. Fue el momento del recreo para el Fútbol Club Barcelona que ya con el 3-0 en el marcador pudo jugar sin oposición buscando una goleada que no llegó porque la fortuna decidió que ya era suficiente. La MSN se configuró como marca y se olvidó de que son parte de un todo para quedarse completamente descolgada, siempre en el balcón del área rival para buscar llenar su cuenta, la del equipo, y la del récord. Al final, un cuarto gol que dejó éste en 180 para coronar un año histórico.

Un 2015 que es imposible que sea más definidor del momento vivido por el equipo, que empezó el año con ese 2 delante que significa el riesgo real de una segunda temporada en blanco y que lo culminó con ese 5 final, guarismo ligado a los cinco títulos. Pero ya se terminó y como dice el míster culé «el 2015 importa ya un 0 patatero, importa seguir siendo los mejores en 2016«. Y para ello, están en la rampa de despegue; quizá solo falta que Messi pueda coger por fin ritmo de competición y así poder alcanzar su propio ritmo: el del más decisivo de siempre.