Duró poco, pero prometía ser apasionante. Hablamos del partido, claro. La acción de Etxeita cuando los tres minutos campaban en el marcador cerró un encuentro cuyo diseño mental previo, y aplicación práctica posterior iba a ser una trampa de mucha exigencia para el Barça y más teniendo en cuenta que solo estábamos ante el primer acto del tríptico contra los leones. Pero no fue porque el fútbol, que no deja de ser un deporte de errores, castiga como ninguno uno de ellos. Y el central del Athletic cometió uno imperdonable. Antes de ello, mucha historia, después de ello, muchos goles y alguna sombra.

Ernesto Valverde es un buen entrenador, valiente y conocedor de los suyos. Su trabajo sobre el Barça y la forma de desactivarlo es de un nivel muy alto, y por eso lo que vimos al comienzo no podía sorprender a nadie. Fue el mismo planteamiento que de poco le sirvió en el celestial 2-5 que obtuvieron los culés en San Mamés o el que sí le dio réditos en el 4-0 y posterior triunfo supercopero en el mes de agosto. El fútbol es de los futbolistas, ellos definen el planteamiento y ellos obtienen el éxito o no. Pero la idea, cuanto más trabajada y clara sea explicada por su entrenador, más fácil será de conseguir. Y ésta no podía ser más conocida: presionar arriba, agobiar a los receptores y plantar a los de Bilbao en campo contrario.

Sin Aduriz y sin Raúl García el tráfico aéreo se despejó y la mejor forma que tenían los visitantes para poder besar la red era tener a Claudio Bravo cerca. Por eso se llevó a cabo la cacería siempre sobre el que tenía el balón. Williams, Muniain y De Marcos -la tripleta atacante de la noche- orientaban la presión, cercaban al poseedor de la pelota y quitaban tiempo al contrario. Los tres son rápidos, reactivos y generosos en el esfuerzo por lo que este plan, o poder contragolpear con metros por delante si se recuperaba tarde, era idóneo. El error impropio de Piqué y la salida sucia de balón de los culés no hacían otra cosa que confirmarlo.

Y en esas llegó el mencionado error de Etxeita. Fue de bulto por lo grotesco del mismo, permitiendo que en una jugada que languidecía, el posterior pichichi de la competición pudiera plantarse ante su portero. Leída así la frase ya define la problemática situación, pero si donde decimos «pichichi» decimos «Luis Suárez», la cosa aún se complica más. El uruguayo, canchero, guerrero y molesto, es caracterizado por llevar al central al límite. Da igual que sea Kompany, Ramos u otrora Vidic, todos han sucumbido ante su intensidad e insistencia. El león, hoy convertido en lindo gatito, no iba a ser la excepción.

El 1-0 y, sobre todo, los 10 hombres con los que se quedó el Athletic Club cerraron un partido que duró menos de lo que al lector le ha llevado llegar hasta aquí y abrió uno nuevo. Los vascos se acularon atrás con un repliegue muy bajo de 4-4-1 coronado por Iñaki, con la intención de cerrar espacios, acumular hombres, acularse en la media luna y, si puede ser, salir. Esto último lo mencionamos como intención más que como realidad ya que si hoy a cualquier contrincante le cuesta ver a Bravo si está lejos de él, si además estás con uno menos la misión se vuelve imposible. La transición ofensiva siempre fue de poca duración y abortada por un Barça bien colocado y comandado por Busquets. Aún con eso, el joven delantero vasco dejó muestras de su calidad y lectura de juego.

Pero lo interesante estaba más atrás, en los dominios de Gorka Iraizoz. Su portería estaba cerca para los de Luis Enrique pero el gol no, mostrando de nuevo los ciertos problemas que tiene para atacar en posicional. Se llegaba al área pero casi siempre faltaba el detalle, el pase o el regate definitivo. Si se ganaba línea de fondo, no había receptor del pase; si se buscaba pared o dejada en la frontal, fallaba el gesto técnico; si se regateaba en la banda, aparecía otro muñeco al que tener que dejar atrás. Fueron momentos donde Suárez y Aleix protagonizaban las acciones, dejando el buen sabor de boca de sus movimientos y juego, pero a veces mal ejecutados y acelerados. El uruguayo definía el juego con todas sus consecuencias.

La segunda mitad fue por los mismos derroteros pero con la ausencia de Messi alterando el juego y la ascendencia. Arda Turan entró por él, continuando la senda que abrió Sergi Roberto en el Bernabéu y que parecía poco explotable por el primer Barça de Lucho, permitiendo que Neymar comandase las acciones ofensivas. Y como el brasileño es un jugador lúdico, eléctrico, vertical y eléctrico, hizo que el Barça fuese y pareciese otra cosa. El Athletic entregó las armas, conscientes de que hoy solo se perdían 3 puntos y que entre semana queda un mundo por ganar, y los culés hicieron caja. Pero con dos dudas en el ambiente, que para bien y para mal, los próximos partidos ligueros -Málaga y Alético- van a volver a poner de manifiesto: cómo conseguir meter mano a rivales encerrados, y cómo resolver la baja de Jordi Alba. El éxito final dependerá de la cómo se respondan estas dos incógnitas.