Corría la década de los cincuenta cuando el cine de Hollywood se cimentaba sobre los musicales de la Metro-Goldwyn-Meyer. Entre uno de tantos, Gene Kelly nunca pensó que estaba rodando el -considerado- mejor musical de todos los tiempos; Kelly, un economista bailarín con una vis creativa polifacética, había dirigido y protagonizado dicha película que, con el tiempo, se convirtió en un inapelable legado musical. Esa creatividad siempre mantuvo a Kelly en el candelero hasta la década de los sesenta, cuando empezó su declive. Cabe decir que, de no haber tenido esa inquietud permanente por mejorar su carrera, se hubiese ganado un genial actor de cine convencional. Sin duda, Gene Kelly fue de esas personas que aparecen una vez de tantas en el mundo del cine, y de los que hay que lanzar plegarias al viento para que haya otro como él.

Quizás esta sea la razón por la que, en Gran Canaria, se viva en la permanente melancolía de convertir su idiosincrasia, en casi un axioma futbolístico. Un sempiterno dogma que ayuda a entender el carácter del grancanario: buscando la excelencia, despreocupándose casi de lo principal. Quique Setién fue el encargado de pilotar la “guagua” amarilla hacia la salvación, en un camino que se antoja de piedras, curvas, baches, subidas y bajadas, hasta llegar al destino deseado: la salvación. Sin embargo, el público quiere más de lo que el equipo, a día de hoy, puede darle a sus vecinos: mirar al espejo de la idea del Fútbol Club Barcelona, salvando las evidentes diferencias que existen.

El técnico amarillo cree y está convencido en un modelo de juego, dónde el balón es el principal protagonista. Esto le ha surtido efecto cuando ha jugado en casa, e incluso en la Copa del Rey, pero no le da para sacar puntos lejos del Gran Canaria. Los grancanarios quieren el balón a toda costa, más que nada para defenderse de las inclemencias -además de las meteorológicas con las que se prevé en todas las quinielas meteorológicas- futbolísticas rivales. La realidad es que la Unión Deportiva no sabe competir si no tiene el balón; el partido en Sevilla dio buena cuenta de que, de nada sirve tener la pelota, si no se tiene la certeza de hacer con él. Pero es que, además de esto, al equipo le falta gol. Con un Araujo más pendiente de lo extradeportivo, las lesiones que se le acumulan en el centro del campo y la debilidad cualitativa de los centrales, a la UD le va a costar hacer daño a un Barça que llega reforzado anímicamente por haber alcanzado la final de Copa del Rey. y haber puesto la velocidad de crucero en Liga, tras vencer en El Molinón (1:3), o golear al Celta en el Camp Nou (6:1). Es por esta razón por la que Setién y los jugadores no han parado de convencer al público que disfrute del partido, que este rival no es “de nuestra Liga” y que se hará lo que se pueda, a pesar de la tormenta. Eso sí, de algo estarán seguro por los rincones de Siete Palmas: se cantará bajo la lluvia, porque solo así se puede creer en algo divino, para que se pueda seguir repitiendo visitas como las del sábado por la tarde.