Aceptaría que se me acusase de oportunista y tendencioso por venir hoy aquí a hacer apología del señor Munir, Munir El Haddadi, pero cuando el fútbol se rinde ante tus vaticinios resulta reconfortante pasear con altivez por la urbe y alardear de tu intuición (¡lo dije, lo dije!), como si hubieras descubierto la penicilina o el 4-3-3. Porque servidor, más por voluntad que por certeza hace no mucho, ve en Munir un futbolista de la primera plantilla del Barcelona; ve en Munir el actual cuarto delantero del Barcelona, el relevo número uno de la manida MSN y una opción la mar de válida para horadar zagas herméticas en las tardes más tortuosas, aquellas que mueven a la frustración y el desespero.

Llevamos dos meses leyendo día sí día también portadas del tipo “Opción fulanito”, “Robert pregunta por Menganito” y derivados. Muy bien, la labor del club es plegarse a las peticiones de un entrenador que ha ganado el 85% de los trofeos en dos años y, si como da a entender el propio Luis Enrique en cada rueda de prensa, su voluntad es incorporar un atacante, el Barça haría bien en callar, asentir, rastrear y comprar. Por deferencia con el asturiano.

Pero el club, después de tropecientos rastreos e innumerables viajes de Robert a Sudamérica, no ha contratado al “nuevo Larsson”, ese fantasma que nos acompaña desde hace lustros, un concepto etéreo con el que se pretende definir un arquetipo de nueve cuyo hábitat sea el banquillo y su misión la de resignarse y pasar por caja cuando le entre la cojera al crack de turno.

Quiero un cuarto delantero, puro, con facilidad para el gol, porque en bandas con Denis, Arda, Andrés, Roberto o Rafa, tengo muchas. Que no tenga tanto desborde pero gol. Eso es lo que buscamos”, comentó Luis Enrique su primera comparecencia de la temporada. Ciñámonos al retrato robot. ¿Tiene Munir gol? Sí. ¿Tiene Munir desborde? No. ¿Tiene Vietto más gol que Munir? Sin afán de ser categórico, afirmaría con suma convicción que no. Aunque, insisto, si Lucho consideraba pertinente la adición del ahora jugador del Sevilla, avanti.

Ahora bien, da la sensación de que una vez desechados Vietto y Gameiro el Barcelona ya es devorador de piezas exóticas, llámese Luan, Gabigol o Equisinho; que ya es fichar por fichar, fichar porque sí, gastar por gastar, como si de un ejercicio de exhibicionismo económico se tratase.

Munir, el macilento muchacho de ascendencia marroquí al que se comparó con Raúl primero y se le exigió reemplazar a Messi después –en una banda derecha que, dicho sea de paso, es la única zona del ataque que le perturba- ha desarrollado un vínculo con Leo que le permite frecuentar su zona de confort: el área. Es allí, bien partiendo desde el centro o la izquierda, donde Munir se desinhibe y acribilla, con ese gesto impávido e impertérrito propio del killer más sibilino, aquel que concluye la faena, se embute las manos en los bolsillos y abandona la escena haciéndose el sueco.

Larsson sabe de qué les hablo.