El enigma de Prandelli no está en su once

Se presuponen muchas cosas de lo que va a hacer Cesare Prandelli en su primera andadura en la Liga, pero no se sabe demasiado. El Molinón no fue un escenario vinculante, o no debería serlo, y apenas ha contado tiempo como para su equipo se alinee con algo más que matices. Manteniendo la línea pragmática de Voro, el nuevo entrenador apenas si planteó una variante, la de Parejo más adelantado. Una solución que -apunta Miguel Quintana- permitió que Parejo asentara su juego más arriba, con unas interesantes retenciones de balón para que su equipo pudiera pasar al ataque. Así se invirtió el triángulo dibujado por el 4-3- 3 de Ayestarán convirtiéndolo en uno cuyo vértice apuntaba al portero rival. Es mérito del entrenador cambiar el juego en base a un cambio tan simple, que no requiere aprendizaje. Es muchas veces casi un engaño al jugador para quitarlo de donde estorba. Pero está claro que equipo trabajado debería aspirar a que una variante fuera siempre la punta del iceberg futbolístico. Revertir esa situación es el reto que tiene Cesare.

Lo bueno es, para él, que su predecesor, Pako Ayestarán, le contagió al equipo un gusto claro por el fútbol de “control y bloque compacto” que el entrenador vasco buscó hasta perder la cabeza. Pese a la debacle deportiva, el Valencia ha jugado bien en una buena parte de los minutos que ha disputado hasta hoy. El paso de Ayestarán por la entidad ha sido esencialmente la tragedia de quien lo hace casi todo bien, pero falla estrepitosamente en lo más importante. Una tragedia bien conocida, pues en el fútbol lo más importante es el corto plazo. Una pobre lectura desde el banquillo hizo el resto, pero queda la semilla de algo nuevo que podría germinar en Paterna si el nuevo técnico lo permite.

El Valencia ha configurado una parte importante de su presumible equipo titular en la última semana de mercado. Esto tiene condicionantes de peso en una liga de una altísima homogeneidad competitiva como la que habita. Mangala y Garay apuntan maneras como pareja de centrales pero apenas han jugado juntos, mientras que Munir todavía debe enfrentarse a los demonios que asaltan al jugador que sale de casa a su edad. Será previsiblemente esto lo que explique aumentos de competitividad posterior, cuando las los engranajes humanos lleguen al fin de su obligado rodaje. Cuándo, se pregunta el seguidor valencianista.

En un plano más táctico, las baja de Piqué y Alba marcan la contienda. Es posible que la inclusión de Digne suponga un alivio para Prandelli, puesto que es de dominio público que el nivel defensivo de sus bandas es uno de los más bajos de la liga, y que sufre en especial en el 2×1. Después de una década de dominio en base a sus laterales ─desde al menos una de las bandas ─ en sus duelos con el Barcelona, el Valencia llega muy flojo en este aspecto. Si bien Cancelo decide vestirse de una de las versiones de Bale cuando cambia de ritmo en ataque y se vale regateando con éxito a dos o tres rivales, está todavía lejos de lo asumible por su equipo. Suele restar. Si Digne lastra en lo más mínimo, Luis Enrique le habrá dado oxígeno al rival donde más lo necesita.

Pero quizá la baja de Piqué sea la más condicionante para ambos equipos. Por un lado, es un regalo envenenado: el Valencia se verá irresistiblemente tentado a presionar un poco más. Asumiendo un riesgo que puede darle los minutos de dominio que tanto necesitan sus jugadores. Por otro lado, a Luis Enrique le obliga a recomponer su línea de cuatro uno de esos partidos donde va bien tener a un defensa especialista como es el catalán. Se trata de una ausencia que involucra intensamente a ambos entrenadores en el mismo cuadrante del terreno de juego. Prandelli lleva toda la semana apuntando a un equipo titular con cartas marcadas, ya que ha realizado un partidillo contra otros equipos de Paterna. No hay factor sorpresa porque toca corregir fallos. Debe ser maximalista, pero el rival no es el adecuado, y el mediocentro local podría forzar aún más esa dicotomía.

Si Dani Parejo mantiene su rol como mediapunta y hombre-boya, mucho del partido de los che vivirá de las botas de Enzo Pérez. Prandelli está casi obligado a contar con él como cinco, ya que Mario Suárez no ha encajado nada bien en esa labor y está asentándose como un centrocampista que se proyecta. Si finalmente se opta por la continuidad, el mendocino del Valencia suele aportar un alto nivel de intensidad y disciplina defensiva, aunque haya apuestas por el minuto de su primera tarjeta. Pérez puede ser descorazonador para los rivales porque no abandona y tiene piernas de jugador de banda. Sin embargo, carece de los refinamiento de quien siempre ha jugado como cierre, en especial en la marca, un aspecto del juego en el que no se sitúa bien para evitar el remate. Aprovechándose de las debilidades de los blanquinegre en banda derecha, los rivales han castigado con no pocos goles las dificultades del argentino mediante centros. En cuanto a su capacidad manejando la transición hacia el ataque, es sencillamente mucho mejor que la de Parejo por el mismo motivo por el que sorprende defendiendo: tiene piernas. No es nada excepcional, pero es listo utilizándolas. Su capacidad para el giro y para zafarse con facilidad gracias a una conducción tendrá un digno rival en la presión inaguantable, casi pornográfica,  que solo sabe entregar Luis Suárez.

Es obvio, también, que Prandelli no puede permitirse carecer de un plan “B”. Si el plan inicial y el equipo titular son casi obligatorios: presión intensa, búsqueda del dominio desactivando la transición del Barcelona ─ y al precio que sea─, la existencia de una alternativa es más necesaria que nunca, ya que no puede contar con que los suyos mantengan la fe en su apresurado plan de juego. Debe guardarse algo imprevisto, y puede contar con que nadie se lo espere, puesto que será inédito. La única idea que quizá no pillase del todo desprevenido a Luis Enrique, sería pasar a una defensa de tres con carrileros. Pero ahí sí, también, los jugadores involucrados y su desempeño serían un enigma.