No es tan lejano el tiempo en el que jugábamos en el colegio al fútbol en los recreos. Cada uno se pedía a su estrella favorita, hasta algún loco se ponía bajo palos, pero había una posición maldita donde acababa el más negado con el balón en los pies y no siempre en su lado bueno; lateral, el “2” o el “3”. No participaba en la construcción del juego, ni siquiera mucho en la destrucción del fútbol rival, más que intentando tapar de cualquier manera al más habilidoso de la clase de enfrente, que normalmente acababa cayendo al extremo. No se le exigía mucho, si acaso saber sacar de banda. Y en caso de complicarse, la orden era clara; patadón arriba o, si se llegaba forzado, directamente a banda.

Los tiempos han evolucionado, el fútbol tiene dos parámetros cada vez más caros. El tiempo y el espacio son cada vez más reducidos. Los equipos preparan sus partidos con más minuciosidad, y encontrar superioridades por líneas es prácticamente imposible. Es entonces cuando tenemos que agarrarnos a unos jugadores especiales, con los que nadie cuenta, para que sirvan de transmisores del balón entre sus compañeros. Son los creadores de fútbol moderno. Hoy el lateral, sobre todo si de equipo top se trata, debe ser diferencial, porque en sus botas está que el fútbol fluya entre sus compañeros. Ellos tienen la llave que abre las puertas de las distintas habitaciones de la casa rival. Serán ese “tercer hombre” por línea. Ya no son solo laterales, son defensas, medios y extremos. De su calidad depende cómo queremos que sea ese plus que gana los partidos cerrados y, por qué no decirlo, los campeonatos.

Ejemplos tenemos muchos, quizá el primero que nos viene a la cabeza es la capacidad de generar juego del brasileño Marcelo, prototipo de lateral moderno. O, sin ir más lejos, era el caso de Dani Alves. ¿Defensa, interior, “siete” o todo a la vez? Su caso particular permitía generar ese triángulo tan productivo como fue el Dani, Leo e interior de ese lado, que tanto rédito le ha dado al Barça en los últimos tiempos.

En el fútbol actual la salida ya no se hace pasando por el mediocentro al uso, que además en el caso del Barça no existe como tal dada la naturaleza de Sergio Busquets. Y ya ni siquiera es factible el juego de bajar al eterno seis, el señor Xavi Hernández, a ese hueco dejado por Sergio para desde ahí construir juego. Ahora los laterales, profundos pero sobre todo inteligentes en su lectura de juego, permitirán construir y trasportar el balón línea por línea. Es por esto que laterales tan especiales como Sergi Roberto pueden llegar a tener éxito en este equipo. Siempre bajo determinados contextos, nunca como lateral al uso. Llegando, apareciendo, nunca estando. Ya sea ofreciendo pase interior o línea de fondo liberada por el extremo.

La penalización hoy en día todos la conocemos y los rivales no lo hacen menos; su espalda es el grial que buscan con insistencia todo contricante. Del Barça depende no tanto cubrir bien esa espalda, sino que no sea necesario hacerlo. Los ejemplos de Etihad y Pizjuán ahí están, con todo los positivo y negativo de este aspecto en el mismo partido. Si la lección se ha aprendido, esos partidos supondrán optar a títulos, sino ha sido así, lo pagaremos tarde o temprano. Pero lo que está claro que el lateral nunca más volverá a ser el pata de palo del grupo.