Podría hablar de epopeya, de épica, de sueños y de héroes. De la batalla definitiva en la que Napoleón decidió regresar por los Pirineos. Tirar de tópico y abusar de la final soñada. De cuadriláteros cerrados con las cuerdas deshilachadas de blanco y azul. Podría empezar con el once más previsible de un sábado tarde contra el Barcelona en una tarde fría de febrero. De 19 puntos de distancia. De infinitas discordias presupuestarias y músculos financieros. Pero no. También podría hablar de la daga clavada por Edgar en un corazón alavesista que no olvida Dortmund. Del minuto 81. De tu garganta seca de gritar. De tus lloros. Podría hablar de 19.000 almas que creyeron. Podría hablar de sueños de agonía. Diez larguísimos años de agonía. Y de alegrías. Del sueño de Manu García y Toquero que estarán en la final de una Copa del Rey soñada para alguien que iba a Mendizorroza de niño con su bufanda y gorro de lana. Del sueño de un niño de Salamanca que escuchaba el himno cada noche de la voz de su tío antes de dormirse. De los últimos acordes de “resurges potente otra vez”. Mi sueño. Su sueño. El sueño de Unai, “Del Glorioso hasta en la victoria”, como escribe el ilustre periodista vitoriano Ángel Resa. De los que creían cuando todavía no se había atrevido a ser grande, pero Morfeo silbaba en blanquiazul.

Disculpen si no es una previa habitual de once contra once. Pero no jugamos en igualdad. El sábado se jugarán tres puntos muy competidos en Mendizorroza. Seguro. Podría decir que la alineación estará basada en Pacheco, Theo Hernández, Laguardia, Feddal, Kiko Femenía, Manu García, Marcos Llorente, Camarasa, Toquero, Ibai Gómez, Deyverson. Es el once inicial que eliminó al Celta. El mejor encaje de bolillos posible en una espiral ascendente en la que se ha demostrado que Christian Santos; Edgar; nuestro santo particular, Aléxis; y todos los que conforman la plantilla darían la misma respuesta a uno de los mejores equipos del mundo. No es prepotencia. Vitoria cuenta con un corazón actual de 150.000 pulsaciones que está más cercano a la hiperactividad que al cansancio acumulado. El riesgo de infarto ronda los corazones babazorros por un ventrículo derecho que ha recibido el oxígeno de una afición que no ha dejado de creer. Un izquierdo de una ciudad que se ha atrevido a pelear con los más grandes. A recordar batallas que nada tienen que envidiar a las vividas en Jaén. Todo empezó en Jaén. Podría hablar de una final anticipada. Pero no lo es. El Alavés vivirá un sueño en el mes de mayo que nadie podrá robar. Mañana se juegan tres puntos. Hoy solo déjenme soñar. Disculpen las molestias.