En contabilidad lo llaman el método FILO. Consiste en una forma de contabilizar la entrada y salida de existencias en la que la más antigua no sale de los registros hasta la última; es decir, las últimas existencias que entran serán las primeras en salir, mientras que las que entraron anteriormente no se darán de baja hasta más tarde. Esto, en términos de necesidades, podríamos decir que sería una manera de solventarlas a medida que entran pero sin la obligatoriedad de haberlo hecho con la última, lo que implica que si no se cubre una necesidad y aparece una nueva, se solucionará la nueva antes que la que ya existía. Y esto es lo que parece el modus operandi del Barça en los últimos mercados de fichajes.

La marcha de Xavi Hernández en verano de 2015 generó una vacío en el perfil que mejor había definido al Barça en los últimos tiempos, el de organizador. Sin adquirir pieza alguna que pudiera ejercer como tal, Luis Enrique pudo solventarlo con la sociedad que Dani Alves y Leo Messi formaron desde la derecha. Esa necesidad había quedado aparcado, o medio solucionada, pues se había encontrado la forma de prescindir de ese rol, Messi mediante. Pero el Barça subsistió.

Lo sucedido un año después evidenció que se había generado una nueva necesidad, pues la marcha de Dani Alves llegó sin alternativa alguna más que la de un Aleix Vidal que ni había podido demostrar ni lo que había hecho hasta el momento servía para la tranquilidad del club. Sin embargo, la seguridad de que había sido Leo y no la pareja que hacía con Dani la que había permitido «olvidar» la figura del organizador provocó que no se actuara en consecuencia de lo que implicaba la marcha del brasileño. El parche creado para el rol que Xavi había dejado huérfano se había diluido para dar paso a otro, el de Sergi Roberto como lateral. Era la segunda temporada que el club, activo en el mercado, no solventaba una necesidad, y no fue hasta finalizada la última campaña de Luis Enrique que se evidenció que si la figura del lateral se podía bastar con parches, la de organizador no tenía ni eso.

Llegados al mercado que abrió el pasado 1 de julio, el Barça tenía una necesidad sin cubrir desde hacía dos temporadas y otra con un parche, una necesidad a medias, que cumplía un año oscuro para el club. Como la norma contable a la que se acoge el Barça establece, llegó Semedo. Un lateral que lo era, o que lo había sido suficiente tiempo como para dar por cubierta la marcha de Dani Alves con una nueva pieza. Mientras, el rol de organizador seguía vacío, a merced de lo que Iniesta o Messi decidieran, con Samper observando desde la incertidumbre.

Mientras parecía que el elegido era Verratti, el PSG no solo deshizo el mayor argumento de la era Luis Enrique, sino que generó una nueva necesidad. Era la última en aparecer y, por lo tanto, la primera a la que se iba a dar salida. Y así parece ser. A la espera de Paulinho como complemento, Coutinho y/o Dembélé serán los primeros en aterrizar en Barcelona. Si bien Coutinho no apunta a la pieza que realmente cubriría a la necesidad por contar el Barça con otros efectivos en la plantilla que podrían ejercer como tal, sí Dembélé se antoja como una suerte de extremo capaz de cubrir esa marcha de Neymar.

A la espera de alcanzar el fin del mercado de fichajes, los dos nombres que podrían acabar con la baja del organizador como necesidad son Seri y Eriksen. La llegada de cualquiera de ambos significaría que, con más o menos calidad, con un nivel acorde o no al club, el FC Barcelona tendría los perfiles necesarios para volver a lo que una vez había sido. Eso sí, si finalmente se da ese contexto, habrá sido con la inestimable ayuda del método FILO.