La conexión entre fútbol profesional y fútbol base parece cada vez más difusa. Los valores de juego y de la vida, eso que primero deberían aprender los niños, cada vez es algo más quimérico y lejano en el césped donde juegan los de corta edad.

No hay más que visitar cualquier campo de nuestro país, donde se dificulta desde el minuto uno, la labor de un árbitro hasta el punto de intentar influenciar sus decisiones en cada lance del juego. Esto a veces ocurre por comentarios del propio público, pero tampoco ayuda la inacción o a veces la protesta del cuerpo técnico de cada equipo y al final acaba instalándose en la mente de los más pequeños que, en lugar de centrarse en el juego en sí, lo hacen en estos detalles incontrolables. Factores que no deberían influir en el desarrollo de su juego, pero lo hace, vaya si lo hace. Raro es no oír salir a los críos del vestuario tras una derrota culpando al trencilla de turno de la misma, “es que es muy malo” o “ es que iba claramente con ellos”. Algo estamos haciendo mal, muy mal y no nos damos cuenta de ello o no queremos verlo.

Esto en cuanto a educación y valores para la vida. En lo que respecta al juego, tenemos los dos extremos; desde el entrenador que se cree “Pep Guardiola” y experimenta con sus críos todo lo que ha leído en ese o en aquel libro de moda, o lo que vio al “City” este domingo. Sin escuchar a sus piezas, sin distinguir cuando este juego tiene sentido ponerlo en práctica o al menos hacer entender a sus jugadores por qué “salen en lavolpiana”, el mediocentro juega al primer toque, los laterales doblan a los extremos, o cualquier otra “primicia” futbolística que se implanta per se. Por supuesto también tenemos el otro extremo; ese juego ramplón del patapum parrriba, donde el medio campo solo ve como los balones pasan por encima de su cabeza, ya sean enviados por su propia defensa o por la rival. En pos de no complicarse la vida y obtener “el mejor resultado”. ¿Es eso fútbol? O mejor dicho, ¿es ese el fútbol que queremos que aprendan nuestros pequeños? Supeditados al resultado desde la más tierna infancia. O lo que es peor, indicarles que esa es la única manera de obtener beneficios en cuanto a puntos… les hacemos odiar este maravilloso deporte, sin casi ni darnos cuenta.

El sábado en Butarque vimos como el árbitro de turno, en este caso el veterano Undiano Mallenco, volvía a ser protagonista dentro de la grada, para ser el “culpable” de la derrota local. Poco importaban unas muy dudosas tarjetas a Piqué y a Suárez, sin ir más lejos. Era fácil volver a culpar al de amarillo del problema. El “problema” es redondo, no lleva silbato, cuando entendamos esto, nos irá mejor a todos.

Volviendo al fútbol base, no cuesta imaginar lo que eran hace diez o quince años los protagonistas del choque en Leganés. ¿Cómo jugaría Umtiti cuando con 8 años, jugando en el Menival es atraído por un cazatalentos para acabar en el Lyon? Recordemos, un chaval que seguramente no vivía en los mejores barrios de Lyon, pues llegó a dicha ciudad con 2 años, procedente de Camerún. Y creedme, no os aconsejo perderos por ciertas zonas de la bonita ciudad a altas horas de la noche. Como detalle añadir que en dicha cantera, se les pide acompañar su formación futbolística con una formación académica, en este caso marketing en el Instituto Frédéric Faÿs de Villeurbanne. Es solo un ejemplo, pero como vemos, los valores y el fútbol siempre deben ir de la mano. Esto es algo que haríamos bien en nunca perder de vista, para mejorar no solo la visión que se tiene de este deporte, sino que cada domingo lo disfrutásemos más, estemos en una grada de infantiles o de primera división.