Se presentaba el Barça en el Bernabéu con una ventaja importante, al menos en puntos, frente a su eterno rival. Pero la necesidad blanca parecía indicar que estos buscarían con más ganas e iniciativa los tres puntos… De entrada nos encontrábamos con el primer ataque de «entrenador» de Zidane ya en el once de salida; banco para su hombre más desequilibrante, Isco, y minutos para un privilegiado físico como era Kovacic.

Al principio el partido nos mostraba un Madrid ambicioso, donde la presión al rival era extrema, dejando libres solo a ter Stegen y a Pauilinho, recibiendo agobio de al menos un jugador blanco en toda la cancha todos los demás. Lo cual dificultaba la salida de balón blaugrana. Aun así la superioridad blanca no se demostraba, a pesar de buscar que las bandas fueran dos muy buenas opciones, con Modric y Carvajal en la derecha, pero sobre todo con Cristiano y Marcelo a la izquierda, buscando que Sergi Roberto sufriera a su espalda. La sensación de superioridad era solo eso, sensación. Y aunque el partido parecía estar donde querían el entrenador francés, nada más lejos de la realidad, Valverde solo pretendía que pasaran los minutos y que, aunque no renunciando a cristalizar algún zarpazo, de hecho el diálogo que cada fin de semana solemos ver entre Leo y Paulinho a punto estuvo de llevar en ventaja a los blaugrana al descanso.

A partir de dicha segunda parte, el Madrid fue víctima de su plan. No hubo grandes cambios tácticos en el equipo del Txingurri, pero sí los suficientes para desequilibrar el mismo. Rakitic bajó a la base de la jugada, liberando a un Busquets errático en los primeros cuarenta y cinco minutos y dando a este la posibilidad de un compañero con el que apoyarse en la zona de medios. Y así llegó el primer gol, con el Madrid víctima de su miedo y su planteamiento de equipo pequeño, intentando parar al imparable Leo, dejaron que el rubio croata se plantara en la frontal, cediera a uno de los jugadores con mayor despliegue y precisión en la asistencia, como es Sergi Roberto permitiera que Lucho acabara de remachar la superioridad azulgrana.

A partir de ahí el libro ya estaba escrito. Leo volvió a hacer del Bernabéu el jardín de detrás de su casa, y esto empezó a estar listo para sentencia. Ya no habría cambios en el guión, ni posibilidad de reacción blanca. Es más, cuanto más pretendía achuchar el equipo blanco a lomos de su enfervorizado público, más ventajas se le daban al astro argentino para finiquitar el duelo. Y si había algún punto débil, salió Semedo para continuar con el guión ya escrito y liberar al Sergi Roberto de cualquier obligación a su espalda.

Al final el encuentro fue un fiel reflejo de lo que llevamos de temporada; un Barça seguro, con un Piqué que se vuelve a eregir en el mejor central del planeta fútbol, por capacidad, lectura e inteligencia. Y un Madrid errático, que no entiende muy bien a qué juega, que pretende erigirse en protagonista de una película en la que apenas es ese actor segundario que muere antes de llegar a las postrimerías del film.

Ahora mismo, a venticuatro de Diciembre, por no haber, no hay ni duelo. Queda mucho para el final de temporada, pero no cabe duda que esta competición empieza ya a coger tintes azulgranas. Veremos si también estamos ante una de esas temporadas históricas. De momento ya nadie duda de que Valverde puede sacar réditos de esta plantilla, quizá no tan perfecta, pero muy valiosa. Cosa que hace apenas tres meses, muchos no veían tan claro…